Caravaggio regresa a Roma
Sin ¨¢nimo de estresar, que ser¨ªa una de las peores condiciones para contemplar como se merece el maestro de la luz, no est¨¢ de m¨¢s recordar que quedan pocos d¨ªas para que El descendimiento de la cruz, pintado hacia 1602-1604 por Caravaggio, retorne a su lugar de origen, los Museos Vaticanos, que por primera vez han prestado una de sus joyas m¨¢s preciadas. La tela lleg¨® al Prado, como parte del programa La obra invitada (y para animar la visita papal) hace casi dos meses y se despedir¨¢ de la pinacoteca madrile?a el pr¨®ximo 18. Mientras nos ha dejado entrever un poco m¨¢s de aquel maestro del barroco, nacido en Mil¨¢n, hombre pol¨¦mico, revolucionario, con una vida corta (tan solo lleg¨® a los 31 a?os), pero intensa.
Esta tela, a la que la cr¨ªtica un¨¢nime no puso ning¨²n reparo -otras obras de Caravaggio no se libraron de alg¨²n reproche-, fue pintada inicialmente para la capilla de Gerolamo Vitrice en la Chiesa Nuova de Roma, situada frente al Corso Vittorio Emanuele II. Luego sali¨® hacia Par¨ªs de la mano de las tropas napole¨®nicas en 1797, y fue recuperada por los Museos Vaticanos.
Como destaca Andr¨¦s ?beda de los Cobos, jefe de Conservaci¨®n de Pintura Italiana y Francesa hasta 1700 del Museo del Prado, la escena representa el cuerpo de Cristo portado por Nicodemo -"la figura m¨¢s pr¨®xima al espectador y quien le introduce en el cuadro al dirigir su mirada hacia todos nosotros"- y san Juan, quienes lo depositan en la pieza de piedra donde ser¨¢ embalsamado. Detr¨¢s, tres mujeres: la Virgen, "con actitud contenida", y Mar¨ªa Magdalena y Mar¨ªa de Cleof¨¢s, que expresan todo el dramatismo de la obra.
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