Confianza
Nuestra confianza est¨¢ de saldo. Eso dicen los informativos todo el tiempo. Yo pego la oreja a la radio, pongo mis neuronas de tama?o est¨¢ndar a funcionar a toda m¨¢quina y, sin embargo, sigo sin entender nada de lo que est¨¢ pasando. Se ve que no estoy programada para comprender informaciones contradictorias. Lo ¨²nico que s¨ª entiendo es lo de que nuestra confianza est¨¢ de saldo.
El ser humano est¨¢ entrenado para confiar. Nos pasamos confiando las 24 horas del d¨ªa. Si no confi¨¢ramos, no saldr¨ªamos a la calle: conf¨ªas en que el pr¨®jimo respetar¨¢ los sem¨¢foros y no te llevar¨¢ por delante en un cruce, en que el camarero te servir¨¢ comida en buen estado, en que el conductor del autob¨²s de l¨ªnea estar¨¢ sobrio. De hecho, si no estuvi¨¦ramos entrenados para confiar, tampoco nos podr¨ªamos quedar en casa: conf¨ªas en que tus vecinos har¨¢n las revisiones de la caldera para que el edificio no estalle en mil pedazos o en que no dejar¨¢n velas encendidas sin vigilancia. Sin esa confianza de hierro, no podr¨ªamos dormir por las noches.
Sin embargo, es curioso c¨®mo funciona la confianza. A pesar de estas demostraciones diarias, la confianza es una de las cosas m¨¢s fr¨¢giles que hay. He visto amistades de una vida resquebrajarse por el boceto de la sombra de una duda infundada. Mala soluci¨®n tiene la duda, muy mala. Se va metiendo hacia los adentros y despu¨¦s ya no hay quien la saque de ah¨ª. Es como eso que dicen del folio que has arrugado con la mano: puedes intentar plancharlo con todas tus fuerzas, pero ya nunca volver¨¢ a estar como antes. Ni un mill¨®n de palabras, ni un mill¨®n de actos desesperados pueden limpiar al cien por cien los restos de una duda, porque es insaciable. Adem¨¢s, para colmo, la duda no entiende de cantidades. Da igual mucha que poca, porque en todos los casos es extremadamente da?ina.
Por eso me preocupa que los pol¨ªticos digan que nuestro principal problema es que no inspiramos confianza. Si eso es verdad, tenemos un problem¨®n. Claro, que una no sabe si la macroconfianza, la de los informativos, funciona igual que la microconfianza, la de andar por casa. Confianza es, al fin y al cabo. Me imagino que se regir¨¢ por las mismas normas elementales. Podemos recortar la sanidad y la educaci¨®n, reescribir la constituci¨®n entera al dictado de nuestros desconfiados, bailar la conga con un racimo de bananas tropicales colgado de la chepa y proferir un mill¨®n de palabras de obediencia eterna... Si es verdad que el problema es la confianza, no hay fin para la servidumbre. La duda es insaciable, insisto. Eso lo s¨¦ yo, lo sabe mi prima la de Cuenca y lo sabe hasta el tonto del pueblo, que se cans¨® de intentar demostrar que era tan listo como los dem¨¢s.
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