La revoluci¨®n pendiente de Libia
Las mujeres aspiran a incorporarse con plenos poderes en el Gobierno de transici¨®n y a desempe?ar un papel m¨¢s relevante en la sociedad
Respeto. Esa es la palabra que m¨¢s se oye estos d¨ªas en la boca de muchas mujeres libias. Dado que muchas arriesgaron la vida y la libertad durante la revuelta, transportando municiones o asistiendo a heridos, ahora intentan organizarse para reclamar su parte en el nuevo Gobierno de transici¨®n que se est¨¢ fraguando estos d¨ªas en Bengasi. Saben que con el poder ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil combatir los agravios.
"Mi problema es que sonr¨ªo mucho y los hombres pueden pensar que quiero algo con ellos", comenta Ibtihal el Mgeri, de 21 a?os. "Tengo que esforzarme siempre en mantenerme seria para que no se malinterpreten mis intenciones". Su amiga Nahla Mukasabi, le dice: "No te preocupes, t¨² hazte la seria ahora y cuando te cases ya podr¨¢s re¨ªrte todo lo que quieras".
"Por la calle debes ir acompa?ada, aunque sea por un ni?o", dice una joven
La mayor¨ªa de las consultadas se muestran a favor de la 'shar¨ªa'
Nahla, que vivi¨® tres a?os en el norte de Europa, es una de las pocas mujeres que llevan en Tr¨ªpoli el cabello descubierto. "Mi sue?o es viajar sola por el mundo. Y llegar a Libia y que me respeten, que no me estigmaticen". El de su amiga Sarah Omar, de 24, es hablar sin miedo. "Las mujeres aqu¨ª no ten¨ªamos derechos. Toda la gente hablaba por nosotras, pero no pod¨ªamos decidir. A m¨ª me echaron de la universidad donde estudiaba Turismo porque dije que Tr¨ªpoli era una ciudad que deber¨ªa cuidar mejor su patrimonio y limpiar sus calles".
Todas se quejan de lo que llaman una sociedad asfixiante. "Tengo una amiga que cuando ya no puede m¨¢s en su casa se monta en cualquier taxi y pide que le den una vuelta por la ciudad. Simplemente, para respirar", comenta Nahla. Andar a solas no siempre resulta aconsejable. Hacer deporte, ni se menciona. "Aqu¨ª, por el hecho de andar por la calle sola ya te insultan", se?ala Alaa Murabit, de 22 a?os. "En estos d¨ªas la gente trata de ser mejor persona. Por eso ayer nos ocurri¨® lo que nunca antes hab¨ªa pasado: un hombre nos dijo algo y otro le recrimin¨® su conducta. Antes eso era inconcebible. Aunque vayas tapada de la cabeza a los pies, te dicen algo. Has de ir acompa?ada, aunque sea por un ni?o".
Alaa Murabit, de 22 a?os, y Sofia Alharezi, de 25, registraron el 16 de septiembre una ONG con el nombre de La Voz de las Mujeres Libias. Ambas son creyentes, llevan el velo en la cabeza, se criaron en Canad¨¢, pero viven en Libia desde hace 12 y 3 a?os. "Aqu¨ª a la mujer se la empieza a respetar cuando tiene un hijo, no una hija. Cuando vine de Canad¨¢ a los 16 a?os mi madre me dec¨ªa que saliera a la calle con mi hermano de cinco a?os. Y yo me re¨ªa, porque ¨¦l no iba a impedir que nadie me violase. Pero cuando la gente empez¨® a llamar a casa diciendo que me hab¨ªan visto en el coche por la ciudad, mis padres les callaban la boca dici¨¦ndoles: 'iba con el hermano".
Ahora, Sofia y Alaa pretenden darles un espacio a las mujeres para que cuenten sus casos de violencia machista. "En Libia, una de cada tres mujeres, seg¨²n la ONU, ha sido golpeada o violada o se ha abusado de ellas. Y muchas no saben siquiera que eso est¨¢ mal. Si vas a contarle a otra mujer que tu marido te ha pegado te dir¨¢ que es por tu culpa. Y en cuanto a las denuncias de violaciones... Esto no es como El Cairo, donde viven ocho millones de personas. Aqu¨ª somos seis millones en todo el pa¨ªs. Nos conocemos todos. Si denuncias una violaci¨®n est¨¢s marcando tambi¨¦n a tu hermana, que ya no podr¨¢ casarse nunca", indica Alaa.
-Tal vez Gadafi no era el culpable de todo esto, -sugiere Sofia-. La situaci¨®n de la mujer ya era mala antes de que llegase ¨¦l.
-?Claro que lo es!-, le contesta Alaa. -Gadafi puso a los hombres en una situaci¨®n degradante y ellos, para sentirse superiores, degradaban a¨²n m¨¢s a la mujer. Mi madre me ense?aba fotos de ella, cuando viv¨ªa el rey, en las que iba con falda por las rodillas en Tr¨ªpoli y en la calle nadie te dec¨ªa nada. Gadafi trajo la cultura del irrespeto.
Farida A. Kobar, de 67 a?os, esposa de un antiguo diplom¨¢tico, recuerda que Gadafi siempre hablaba en defensa de la integraci¨®n de la mujer en todos los puestos de trabajo. "Las pon¨ªa de guardaespaldas y hasta nombr¨® a cuatro o cinco ministras. Pero, en realidad, eran sus amantes. En la sociedad nunca se vieron esos cambios", comenta. "Ojal¨¢ ahora no ocurra lo mismo. Nosotras somos el 60% de la poblaci¨®n de este pa¨ªs. Pero me temo que el presidente Abdel Yalil tiene miedo de los radicales religiosos. Y ellos no quieren a las mujeres. Pretenden que sigamos haciendo las mismas labores de siempre: ense?ar en las escuelas y cuidar a los pobres, que es lo que hago yo".
En el mismo discurso p¨²blico donde el presidente prometi¨® un pa¨ªs con ministras y embajadoras, Mustaf¨¢ Abdel Yalil anunci¨® que la base jur¨ªdica del pa¨ªs iba a ser la shar¨ªa, o ley isl¨¢mica. En principio, la implantaci¨®n de este c¨®digo basado en el Cor¨¢n, implica para las mujeres la prohibici¨®n de actos como fumar o viajar sin la compa?¨ªa de un hombre en distancias largas. A excepci¨®n de Farida y Nahla, todas las mujeres consultadas en este art¨ªculo se mostraron a favor de la shar¨ªa.
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