Muelas, belleza e inteligencia
"Hay odont¨®logos que sedan al paciente y, sin interrumpir la endodoncia, comparten la somnolencia", coment¨¦ a mi dentista preventivamente mientras me tumbaba resignado en el potro de tortura. Capt¨® la advertencia. "Eso le pasa al Bar?a de Guardiola cuando, adormecido el contrincante, se permite el minuto de siesta", replic¨® esgrimiendo amenazador un escalpelo.
Por un prolongado instante, y todo instante se prolonga en el sill¨®n de un dentista, tem¨ª que la emprendiera con mi cuero cabelludo. Pero no. Presion¨¢ndome la quijada, me abri¨® las fauces de par en par: "Esa es la flagrante diferencia del Bar?a de Guardiola con un Real Mourinho, cuyos jugadores espumarajean con rabia hasta dar por extra¨ªda la ¨²ltima muela", prosigui¨® orgulloso de vestir de blanco y arremetiendo contra mi boca abierta. "?Cuesti¨®n de temperamento!", diagnostic¨® triunfal.
En un mundo donde la estulticia es virtud, resultar¨ªa redundantemente tonta la torpeza de declararse listo
Con la mand¨ªbula desvencijada por los embates y para preservar mi lengua de las punzantes arremetidas, me abstuve de opinar. Un ronquido de taladradora me ensordec¨ªa y un foco cenital me cegaba de tal manera que la silueta a contra luz de mi dentista se transfigur¨® en la de Cristiano Ronaldo lloriqueando a moco tendido sobre mi faz: "?Me tienen envidia!", clamaba desconsolado, "?Soy guapo! ?Soy rico! ?Soy famoso!". Desde luego, estas esplendorosas cualidades reunidas en un solo ser colmaban toda enso?aci¨®n habida y por haber, y hubiera sido improcedente a?adir otro ep¨ªteto: "?Soy inteligente!".
En un mundo donde la estulticia es virtud, resultar¨ªa redundantemente tonto cometer la torpeza de declararse listo. Hubo, sin embargo, dos que as¨ª lo hicieron. El primero es el que suponen. Y del segundo dir¨¦ que sus siglas coinciden con las del primero. Me refiero a John Moody, creador de la agencia funeraria Moody's, cuya p¨®stuma presunci¨®n de inteligencia ponemos cada d¨ªa en evidencia al contribuir con nuestro dinero a que nos hunda en la mayor de las miserias, mientras la multinacional farmac¨¦utica Roche nos amenaza con no proporcionar medicinas contra el c¨¢ncer a nuestros hospitales p¨²blicos, como ya ha hecho en Grecia, y el ¨ªnclito Berlusconi se jacta de haberse tirado, en una sola noche, a ocho de las 11 chicas que esperaban por turno a la puerta de su dormitorio. "?A?oro los tiempos en que Europa era Baudelaire!", exclam¨¦ para mis adentros.
Cuando, perpetrada la endodoncia, pude incorporarme, enjuagarme y salir corriendo, me top¨¦ en la calle con Guardiola que, sin berlusconianas concomitancias, acababa de meterle ocho goles a Osasuna. "?Nos hemos pasado!", se lamentaba contrito. "Ellos no ten¨ªan la culpa, pero no pude evitarlo, ?es nuestro temperamento!", concluy¨® mordaz, y se alej¨® melanc¨®lico. Me hubiera gustado decirle que, incluso cuando se deja empatar en un descuido, su Bar?a es el mejor equipo del mundo y que, m¨¢s all¨¢ de goles o temperamentos, la cuesti¨®n reside en el estilo: un engranaje sutil que supera la ausencia de jugadores clave con una pericia t¨¦cnica y una flexibilidad t¨¢ctica inimitable. Me hubiera gustado dec¨ªrselo pero no me habr¨ªa atrevido a hacerlo por ese miserable pudor que tenemos los espa?oles a la hora de elogiar. Prurito solo equiparable a la sinceridad de que hacemos gala cuando se trata de impartir mezquinas verdades.
En cualquier caso, mal que a algunos pese, el juego del Bar?a es una conjunci¨®n ejemplar de belleza e inteligencia. Aunque, como su m¨¢s directo adversario, tropiece dos veces en la misma piedra. Ser¨ªa prematuro rasgarse las vestiduras por lo acontecido al Real Mourinho en el campo del Levante, tanto como echar las campanas al vuelo en Zaragoza. Esto no ha hecho m¨¢s que empezar y, por aquello del bipartidismo e inevitable alternancia, ya toca que Florentino se lleve otra copa a la boca.
Cabe, sin embargo, recordar que no solo de f¨²tbol vive el hombre y que hubo tiempos, por ejemplo, en los que nos apasionaba tambi¨¦n un enfrentamiento Spassky-Fischer en Reikiavik o flotar como mariposas y picar como abejas con Muhammad Al¨ª o revivir aquellas finales de balonmano con Juan de Dios Rom¨¢n. No eran tiempos mejores. Pero los acontecimientos y los d¨ªas todav¨ªa no hab¨ªan acelerado el diapas¨®n y lo degust¨¢bamos todo con mayor disponibilidad emocional. Como cuando me enter¨¦ de que mi nieto Mart¨ªn Padr¨®n hab¨ªa marcado siete goles en el patio del colegio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.