Los retos de Rubalcaba
La ausencia de debates sobre la democratizaci¨®n del sistema productivo ha sido un rasgo com¨²n a la izquierda socialdem¨®crata de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Lo parad¨®jico es que esa carencia ha coincidido con el asalto de los lobbies financieros a las m¨¢s diversas instituciones, nacionales e internacionales. El Estado de bienestar parec¨ªa ser la estaci¨®n Termini, el programa m¨¢ximo de la izquierda, mientras sus ideas econ¨®micas quedaban congeladas en el keynesianismo.
La reclamaci¨®n de "democracia real ya" desde el Movimiento 15-M bebe en esa carencia, en lo poco que se ha pensado y combatido el desarrollo de un capitalismo impaciente que, simult¨¢neamente, inhabilita la democracia y fagocita la econom¨ªa productiva.
La izquierda debe definir con claridad su propio perfil y distanciarse del discurso dominante
Las concesiones de Obama a la derecha lo alejan de sus votantes
La ausencia de alternativas a la crisis facilita el auge del populismo ultraderechista. Pero esa conexi¨®n tambi¨¦n funciona al rev¨¦s: el apoyo financiero y medi¨¢tico con el que cuenta el Tea Party en Estados Unidos muestra que es el ariete elegido por lobbies muy poderosos para frenar cualquier intento regulador de las finanzas globales. Sus ataques al Estado "confiscador", la defensa de la libertad personal, el rechazo de lo p¨²blico y de cualquier l¨®gica distributiva o los discursos xen¨®fobos, se convierten en la mejor l¨ªnea de defensa del poder corporativo conseguido en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esos recursos dial¨¦cticos, mezcla de primitivismo rural e integrismo moral, que refuerzan los perfiles m¨¢s duros y extremos, encajan a la perfecci¨®n con la voluntad de derechizar el centro de gravedad social.
En Europa, el clima pol¨ªtico y el ascenso de la extrema derecha, todav¨ªa en pa¨ªses no centrales, empieza a recordar a los a?os treinta, claramente prefascistas. Con una diferencia: al contrario que en aquella d¨¦cada, no es el miedo a la izquierda, sino su ausencia la que facilita su avance. En todos los sitios, ese avance tiene una doble consecuencia: impedir que las fuerzas progresistas tomen ox¨ªgeno y empujar a la derecha moderada hacia posiciones intransigentes. Son fuerzas convencidas de que pueden asestar un golpe definitivo a la izquierda debilitada y al mundo del trabajo y, por ello, no colaboran en la recuperaci¨®n de los consensos tradicionales que identifican con una capitulaci¨®n. Su postura y la de los lobbies e institutos que les apoyan no es, en absoluto, irracional, cuenta con las ventajas que les ense?a la teor¨ªa de los juegos en la lucha pol¨ªtica: los grupos irracionalmente dispuestos a coquetear con el abismo, si no logran sus objetivos, suelen prevalecer sobre los m¨¢s racionales, predispuestos al consenso.
Esa situaci¨®n y la complejidad de la crisis econ¨®mico-financiera plantea una disyuntivaestrat¨¦gica a la izquierda: de un lado, es imprescindible diferenciarse en cada pa¨ªs de las pol¨ªticas tibias para construir alternativas fiscales, sociales y democr¨¢ticas diferenciadas que no tengan miedo en denunciar, con un lenguaje claro y directo, c¨®mo operan los grandes intereses especulativos y corporativos. De otro, precisa converger con amplias fuerzas reformistas de muchos pa¨ªses y variadas ideolog¨ªas, para construir una gobernanza global que impulse el sistema productivo contra las tendencias disolventes del capital financiero.
La tensi¨®n entre lo uno y lo otro, definir los perfiles propios y articular nuevos y amplios consensos, es hoy la contradicci¨®n principal en la lucha pol¨ªtica y un asunto de plena actualidad en el mundo.
En primer lugar, en Estados Unidos, donde la pol¨ªtica de unidad nacional que defiende Obama est¨¢ siendo criticada por los liberales de izquierda americanos (90 congresistas dem¨®cratas votaron contra el acuerdo sobre la deuda) porque diluye su perfil y sus soluciones en beneficio de una permanente ilusi¨®n de consenso con los conservadores fagocitados por el Tea Party. Las continuas concesiones a que conduce esa pol¨ªtica desafecta a sus seguidores, mientras fracasa en su intento in¨²til de atraer a parte de las fuerzas conservadoras a un nuevo consenso nacional.
La batalla pol¨ªtica se est¨¢ jugando en el terreno de las clases medias occidentales, asfixiadas y angustiadas por la l¨®gica implacable de esta globalizaci¨®n que no parece ofrecer otra cosa que la precarizaci¨®n de la vida de sus hijos. All¨ª surge el movimiento reformador del 15-M y a ellas se dirige tanto el s¨¢lvese quien pueda neoliberal como el populismo de la extrema derecha. Son las capas medias urbanas de este mundo, profesionales sobrecualificados sin posibilidad de empleo, los que sufren y se movilizan en uno u otro sentido. Son esos ciudadanos los que sienten su futuro comprometido por la dualidad del capitalismo financiero en el que cada vez m¨¢s recursos aspiran a plusval¨ªas del 20 % en una sola operaci¨®n, mientras faltan recursos para las empresas que generan empleo, que necesitan todo un a?o de duro trabajo para aspirar siquiera a una cuarta parte de esa rentabilidad.
Para la izquierda es el momento de definir con claridad los perfiles propios, de armarse con todos los argumentos posibles, para, desde ellos, abordar los nuevos consensos. En ausencia de alternativas, debe atreverse a explicar con honradez algunos s¨ªes, pero, sobre todo, debe aprender a decir no, a alejarse de aquellos consensos que validen un capitalismo regresivo incapaz de impulsar ni la gobernanza global ni el buen gobierno empresarial. Lo que el mundo necesita para sobrevivir es un verdadero programa de democratizaci¨®n del aparato productivo y financiero.
En esa pinza, entre s¨ªes prematuros y noes sin estrenar, entre los restos del funcionalismo reformista del ensoberbecido Felipe Gonz¨¢lez y los del reformismo laico de los derechos civiles del malogrado Zapatero, ambos demasiado sometidos al discurso econ¨®mico dominante, es donde se mueve hoy Rubalcaba.Los que confiaban exclusivamente en su habilidad pol¨ªtica como factor de recuperaci¨®n electoral, sufr¨ªan de iluminismo.
Hace bien el candidato en perfilar sus pol¨ªticas mientras anticipa algunas l¨ªneas rojas que no traspasar¨¢ ante peticiones de consenso sobre sanidad, fiscalidad o ense?anza; har¨ªa mejor si acelerara su distanciamiento de sus etapas de gobernante y reconociera con sencillez errores y faltas. La ciudadan¨ªa est¨¢ ¨¢vida de sinceridad y cansada de palabrer¨ªa. Desde la sobriedad y la recuperaci¨®n del ser consecuente, la traves¨ªa del desierto puede ser m¨¢s corta de lo que algunos piensan. Ojal¨¢ sea as¨ª por el bien de todos.
Ignacio Muro Benayas es economista y profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III. Es autor de Esta no es mi empresa.
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