Polvo y silencio
Nuestra naturaleza es n¨®mada y sin embargo el cambio nos aterra. Arraigados en cada momento de nuestras vidas, luchamos en vano contra la corriente. Queremos negar el paso del tiempo, que es nuestra ¨²nica seguridad. Tratamos de aferrarnos al presente, quiz¨¢s porque sabemos que no existe, que ya es pasado, que nada vuelve a ser, al menos no de manera id¨¦ntica. El lac¨®nico h¨¦roe de la nueva novela de Tahar ben Jelloun es un solitario resistente, alguien que parad¨®jicamente acepta el avance de los a?os pero no las transformaciones que los a?os traen. Mohamed Limmigri se resigna a la vejez, incluso la celebra, pero no las correspondientes consignas, cargos, deberes. Mientras sus colegas se alegran de ver venir el momento de la jubilaci¨®n y abandonar el taller franc¨¦s donde trabajan, Mohamed no quiere pensar en esa ruptura esperada por los otros como una liberaci¨®n y por ¨¦l como un castigo. Cuando se fue, hace cuarenta a?os ya, de su aldea natal para trabajar en esa Fransa casi m¨ªtica de tan lejana, el cambio fue brusco, terrible, y s¨®lo con paciencia y concentrados esfuerzos logr¨® hacerse a la nueva vida. Esa vida es ahora la suya, la rutina a la cual est¨¢ habituado, y no quiere dejarla. La jubilaci¨®n que le espera es para Mohamed un adelanto de la muerte.
El retorno
Tahar ben Jelloun
Traducci¨®n de Malika Embarek L¨®pez
Alianza. Madrid, 2011
200 p¨¢ginas. 15,50 euros
Mohamed tiene, en la obra de Ben Jelloun, algo de universal, de aleg¨®rico; su apellido confirma, quiz¨¢s un tanto estrepitosamente, su calidad de eterno exiliado. "El exilio", Ben Jelloun escribi¨® en uno de sus anteriores libros, "es revelador de la complejidad del infortunio". Mohamed Limmigri, el inmigrante constante, el n¨¢ufrago de la historia, encarna plenamente esta dolorosa complejidad. Musulm¨¢n fiel a las ense?anzas de su religi¨®n, opuesto a los excesos del radicalismo, Mohamed vive en una sociedad de racismo embozado, de muchedumbres que ¨¦l teme y que lo ignoran. Hombre de pocos amigos, obrero que se pliega a las huelgas pero que no marcha en las manifestaciones, padre cuyos hijos se han alejado de ¨¦l y de las ense?anzas isl¨¢micas, Mohamed es un solitario perdido en los vaivenes de nuestro tiempo. Su ¨²nico compa?ero es un Cor¨¢n, tra¨ªdo con ¨¦l desde su aldea. "Lo envolv¨ªa en un pa?o blanco, un trocito del sudario con el que hab¨ªa enterrado a su padre. Ese libro era todo para ¨¦l: su cultura, su identidad, su pasaporte, su orgullo, su secreto. Lo abr¨ªa con delicadeza, lo estrechaba contra su coraz¨®n, se lo llevaba a los labios y lo besaba con pudor. Dec¨ªa que todo estaba all¨ª: los que saben leerlo hallan en ¨¦l la filosof¨ªa del mundo, la explicaci¨®n del universo". Pero Mohamed no sabe leerlo y el universo permanecer¨¢ cerrado para ¨¦l. Ansioso de cumplir con sus deberes religiosos, Mohamed sue?a con un peregrinaje en el que ¨¦l ser¨¢ el ¨²nico peregrino, como sue?a con un mundo mejor en el que ¨¦l podr¨¢ gozar de infinita y constante paz. De una manera terrible y cruel, su deseo se realizar¨¢.
El d¨ªa tan temido de la jubilaci¨®n, "el enemigo invisible", seg¨²n Mohamed, "el enemigo turbio", por supuesto, llega, y Mohamed se ve obligado a partir. Ya en su aldea, consciente de que el destino le ha impuesto este regreso, Mohamed transformar¨¢ este cambio en algo suyo, har¨¢ de esta imposici¨®n la realizaci¨®n de un viejo sue?o. En un terreno cercano a la aldea, Mohamed construye la casa de sus sue?os donde podr¨¢n venir a vivir sus hijos, donde todos ser¨¢n felices. Acabada la casa, prepara una fiesta, invita a sus hijos y espera.
La literatura nos ha ense?ado a descreer de felicidades anunciadas y el lector de El retorno sospecha que otros sufrimientos lo esperan. Los hijos nunca llegan, nadie viene a verlo, los d¨ªas pasan en absoluta soledad. En este lugar del mundo, dice Mohamed, "no sucede nada, absolutamente nada". Lentamente, Mohamed se hace uno con la tierra que alguna vez dej¨®, se vuelve, como la tierra misma, polvo y silencio. Despu¨¦s, en la memoria de la gente, Mohamed "el inmigrante" adquirir¨¢ una estatura m¨ªstica, sorprendente pero no inesperada. Como Bartleby, como Pen¨¦lope, como Vladimir y Estragon, como tantos otros mansos rebeldes, Mohamed forma parte ahora de la hermandad de esperanzados resistentes.
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