Violencia nueva sobre fondo cl¨¢sico
Narrativa. En su anterior novela, Balas de plata, que gan¨® el Premio Tusquets 2008, ?lmer Mendoza puso en escena a un personaje de nombre sospechosamente parecido al suyo -Edgar Mendieta-, detective que se recorta sobre la silueta de Philip Marlowe y esa ancha estirpe de hombres taciturnos, solitarios e incorruptibles que anima el g¨¦nero de la novela negra desde Hammett y Chandler en adelante. Como es de rigor, Mendieta tiene rasgos que lo distinguen de sus colegas m¨¢s all¨¢ de la nacionalidad y la ¨¦poca; un pasado de ni?o abusado sexualmente y su relaci¨®n con un psic¨®logo bastante particular, el doctor Parra, le dan un perfil torturado que establece la diferencia. A su vez, esa marca biogr¨¢fica se incorpora a la trama de La prueba del ¨¢cido de manera oblicua, puesto que tiene que ver m¨¢s bien con la pol¨ªtica de alianzas que con la investigaci¨®n criminal en que se embarca Mendieta desde las primeras p¨¢ginas. Pol¨ªtica de alianzas que resulta clave en una ciudad del norte de M¨¦xico, Culiac¨¢n, en el Estado de Sinaloa, uno de los territorios clave para el tr¨¢fico de drogas y, por lo tanto, para la guerra desatada entre el gobierno federal y el narco.
La prueba del ¨¢cido
?lmer Mendoza
Tusquets. Barcelona, 2011
248 p¨¢ginas. 17 euros
Quiz¨¢ el ¨ªndice de la violencia psic¨®tica de los c¨¢rteles de la droga se refleja mejor en el momento en que los jefes, mientras comen exquisiteces antes de hablar de negocios, abren paso a la nostalgia por el tiempo pasado: "?Se acuerdan cuando me dio por matar j¨®venes de camisa blanca? En qu¨¦ bronca nos metiste". Sobre ese tel¨®n de fondo se construye una novela de trama cl¨¢sica que aparentemente aspira a nada m¨¢s que contar la historia de un crimen y su resoluci¨®n. El asesinato de una bailarina parece uno de aquellos hechos de la cr¨®nica roja que apenas dar¨¢ para una investigaci¨®n rutinaria y un r¨¢pido paso a la carpeta de casos sin resolver; pero ocurre que Mendieta la conoc¨ªa -e incluso algo m¨¢s- y pronto se sabe tambi¨¦n que los principales sospechosos son gente importante. Y ah¨ª radica uno de los problemas de la novela: hay mucha gente importante -aparece incluso el padre del presidente de Estados Unidos, que va a cazar patos a una hacienda cerca de Culiac¨¢n- y por lo tanto proliferan demasiado las tramas y subtramas que deben desenredar Mendieta y su compa?era detective, que responde al improbable nombre de Gris Toledo. Entonces el hilo se pierde por largos tramos y, cuando al fin se recupera, la soluci¨®n parece salida de la proverbial chistera del mago. En el medio -y eso s¨ª puede reputarse como un m¨¦rito- queda el vivo retrato de una sociedad que comienza a vivir en estado de guerra. El espacio no permite citar extensamente el listado de armas que McGiver, el traficante del rubro, vende a distintos c¨¢rteles por una suma fija, siete millones de d¨®lares y tres millones de euros. Ni tampoco hacer la lista exhaustiva de todas las muertes que Mendoza acumula en las casi 250 p¨¢ginas, muertes que poco tienen que ver con la de Mayra Cabral de Melo, la bailarina -de acuerdo, es un eufemismo: la prostituta- de cuerpo espectacular y ojos de diferentes colores que ten¨ªa cautivados a los poderosos de Culiac¨¢n y de la vecina Mazatl¨¢n.
Con personajes que se repiten y una cierta ¨¦pica del desencanto que de todos modos remata a la manera cl¨¢sica de la novela negra, Mendoza aporta otro grueso bloque a la construcci¨®n de un mundo narrativo que pone en escena a los demonios de la violencia desatada por el tr¨¢fico de drogas y su capacidad de corromper a pol¨ªticos y polic¨ªas. No tiene el poder perturbador de Roberto Bola?o en 2666 ni el lirismo tr¨¢gico de Yuri Herrera en Trabajos del reino, pero, con recursos menos vistosos y algo de torpeza en el delicado trabajo de hacer calzar las piezas de un puzle que ¨¦l mismo complica en exceso, logra tambi¨¦n ofrecer un poderoso atisbo del sombr¨ªo panorama abierto en M¨¦xico luego de que el poder pol¨ªtico le declarara la guerra al narco.
El azar tambi¨¦n desempe?a un papel en la novela. Estamos lejos de esos argumentos que calzan de manera perfecta y que progresan de manera arm¨®nica, con las debidas y previsibles vueltas de tuerca (para ocupar tambi¨¦n un t¨®pico sumamente desgastado). Mendoza se las arregla para introducir, como en la realidad, el azar, ese componente fortuito, ese rayo que cae donde quiere y cambia el destino de una vida. O de una novela.

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