Feliz encuentro de dos genios

La amistad entre Goethe y Schiller fue tal vez una de las m¨¢s proverbiales y fecundas de la historia de la literatura. A Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), el c¨¦lebre autor de Las penas del joven Werther y genio reconocido de las letras alemanas desde su juventud, le cost¨® trabar conocimiento con otro genio incipiente: Johann Christoph Friedrich Schiller (1759-1805), diez a?os menor que ¨¦l, y asimismo famoso por su sorprendente tragedia primeriza Los bandidos. Tampoco a Schiller le agradaba la actitud prepotente del "ol¨ªmpico Goethe", pues le parec¨ªa orgulloso y distante. Sin embargo, sucedi¨® lo que parec¨ªa imposible: aquellos dos hombres se hicieron amigos. Dejaron atr¨¢s sus temores y, superando celos literarios y diferencias de car¨¢cter, decidieron cooperar en pro del arte y del mutuo enriquecimiento personal.

Schiller afirm¨® que "ante la excelencia no cabe m¨¢s que el amor", y as¨ª act¨²o con Goethe, que enseguida se sinti¨® agasajado y correspondi¨® como deb¨ªa. La amistad de ambos se ciment¨® sobre las firmes columnas de la paridad y la confianza rec¨ªproca. Si de ellos uno se hubiese cre¨ªdo superior y hubiera hecho gala de necia vanidad, sin atender a los consejos del otro por considerarlo inferior en inteligencia, nada habr¨ªa crecido entre ambos salvo espinas. Orgullosos de s¨ª mismos y de su arte, cada uno a su manera, idiosincr¨¢sicos y distintos, supieron ser colaboradores y complementarios. "Cada uno de nosotros pod¨ªa proporcionar al otro algo que le faltaba y recibir algo a cambio", dir¨ªa Goethe; y cuando muri¨® Schiller: "He perdido a un amigo y con ¨¦l, la mitad de mi existencia".

El famoso bi¨®grafo y fil¨®sofo alem¨¢n R¨¹diger Safranski (1945) dedica este su ¨²ltimo libro a detallar la historia de lo que Goethe calific¨® de "feliz acontecimiento", aquella amistad que comenz¨® en 1794 y que s¨®lo concluir¨ªa con la muerte de Schiller. La obra es tan intensa e informativa como todas las de Safranski. Desde su primera biograf¨ªa de E.T.A. Hoffmann (sin traducir al castellano) hasta sus libros sobre el Romanticismo y los que dedica a Schopenhauer, Heidegger, Nietzsche y Schiller (todos en Tusquets), Safranski ha desarrollado un estilo propio que podr¨¢ encantar al lector o saturarlo en ocasiones, ya que se basa en la acumulaci¨®n de testimonios que sostienen una narraci¨®n que avanza entre meandros; multiplica las citas literales, y lo mismo se explaya sobre un problema filos¨®fico universal que sobre una an¨¦cdota particular. La informaci¨®n es desbordante y los detalles a veces obvian aspectos de car¨¢cter m¨¢s general, por ejemplo, ?c¨®mo eran realmente las respectivas personalidades de Goethe y Schiller? El lector debe extraer esta informaci¨®n tan relevante a partir de los testimonios y las an¨¦cdotas, ensamblar un gran puzle con peque?as piezas doradas.

Cr¨ªticas aparte, lo cierto es que Safranski nos traslada con maestr¨ªa a los m¨ªticos escenarios de Jena y Weimar, cen¨¢culos por antonomasia de los "cl¨¢sicos alemanes" (Herder, Wieland, Goethe y Schiller), en una ¨¦poca ¨¢urea de las artes alemanas; Goethe oficia de sumo pont¨ªfice desde Weimar, Schiller vive en Jena pero termina traslad¨¢ndose tambi¨¦n a Weimar para estar m¨¢s cerca del amigo. De la colaboraci¨®n de ambos surgen obras magn¨ªficas: entre otras, Wallenstein y La doncella de Orleans de Schiller, o Wilhelm Meister y Hermann y Dorothea, de Goethe. Junto a los dos genios mayores aparecen otras tantas figuras tales como Fichte y H?lderlin, los hermanos Schlegel y los Humboldt, el duque Carlos Augusto o la se?ora Von Stein; sin olvidar a las esposas de los poetas protagonistas: la noble Karoline von Wolzogen, de Schiller, y la plebeya Christiane, amante de Goethe y m¨¢s tarde su esposa, aunque siempre se mantuvo en la sombra. Son multitud de personajes, profusi¨®n de hechos e ideas que nac¨ªan y se desarrollaban en tiempos f¨¦rtiles y salvajes para la literatura, la filosof¨ªa y la ciencia europeas. Y descollando sobre todo ello, las dos imponentes figuras de Goethe y Schiller: la naturaleza fogosa e incontinente, y la reflexi¨®n y el entusiasmo; ambos autores reviven de nuevo gracias a la innegable magia de Safranski.