Oslo sigue bajo el impacto de la masacre
Noruega sigue en vilo. Acaban de cumplirse dos meses desde la masacre en la isla de Utoya (69 j¨®venes laboristas asesinados), precedida por el atentado junto al complejo de edificios del Gobierno, en Oslo (8 muertos), y sus ciudadanos todav¨ªa no se recuperan. No en vano fue el mayor desastre humano ocurrido en este pl¨¢cido, rico y ordenado pa¨ªs, desde la II Guerra Mundial. "La masacre sigue estando aqu¨ª, viva, todo el tiempo", describe el alcalde de Oslo, el din¨¢mico conservador Fabian Stang, "?y es que perdimos a tantos j¨®venes!". "Es dif¨ªcil decir cu¨¢nto tiempo tardar¨¢ en cicatrizarse la herida, murieron demasiados", musita lentamente la ministra de Cultos y Administraci¨®n, Rigmor Aaserud. A los m¨¢s pr¨®ximos todav¨ªa les cuesta contenerse, como a la joven socialdem¨®crata Silje Crytten, cuando se?ala, frente a la isla, el barco con el que el asesino se traslad¨® a ella, cuando indica con el dedo, pero mirando al infinito, d¨®nde cay¨® abatida su amiga Monica Bosei, llamada la madre de Utoya porque encarnaba su esp¨ªritu y organizaba todos los campamentos.
El ultraderechista Partido del Progreso ha perdido la mitad de los votos tras la matanza de Utoya
El lamento por las j¨®venes vidas perdidas se entrelaza con otro impacto emocional todav¨ªa no digerido, el provocado porque el autor no fuera un elemento extra?o del paisaje nacional, sino un noruego por los cuatro costados. Cuando el rubicundo rubio Behrin Breivik hizo estallar la bomba en el centro de Oslo, como maniobra de diversi¨®n de la masacre que perpetrar¨ªa despu¨¦s en la isla, "casi todo el mundo pens¨® que era obra del islamismo fan¨¢tico", recuerda Harald Stanghelle, responsable de pol¨ªtica en el Aftenposten, el primer diario noruego. "No hemos de culpar a ning¨²n grupo", coincidieron en reaccionar enseguida el primer ministro y el alcalde. Pero quiz¨¢ el m¨¢s preciso result¨® ser el obispo luterano y jefe de la Iglesia nacional noruega (que es de estructura similar a la anglicana), Oce Kristian Kuarme: "Les dije a todos que no nos precipit¨¢semos en atribuir el atentado a ning¨²n color de piel y a ninguna religi¨®n, que hab¨ªa que esperar". Buena falta que hizo, porque bastantes inmigrantes ¨¢rabes empezaron a ser molestados desde que se conoci¨® la noticia.
En lo m¨¢s aparente, algunas cosas han cambiado en el ¨¢mbito de la seguridad. Ya no se ve al primer ministro como sol¨ªa, entrando solo, a pie, en una cafeter¨ªa. Al complejo de edificios del Gobierno, vaciado -los ministros se han trasladado a otros locales-, all¨¢ donde Picasso esculpi¨® en 1957 unos murales gigantes salpicados de pescadores y redes, que prefiguraron los que miran a la catedral de Barcelona, solo se entra bajo estricta identificaci¨®n. Pero tampoco se detecta una excesiva obsesi¨®n por la seguridad, al menos entre los funcionarios de tropa. Quiz¨¢ muchos esperan el resultado de la investigaci¨®n oficial sobre las responsabilidades laterales de los da?os, es decir, sobre las causas de que el cogollo del poder pol¨ªtico fuese tan vulnerable y estuviese tan poco vigilado que la bomba, de 950 kilos, estall¨® en el patio adjunto al despacho del primer ministro, por fortuna, a la hora del almuerzo. Tan fuerte fue el golpe psicol¨®gico que el Gobierno todav¨ªa no ha decidido si las oficinas de los ministros van a seguir en su actual dispersi¨®n, o las volver¨¢n a reagrupar, porque "estar juntos tiene muchas ventajas para la comunicaci¨®n", alega la ministra Aaserud.
En la esfera pol¨ªtica, las elecciones locales del pasado d¨ªa 12 confirmaron la ventaja del laborismo gobernante, un muy suave descenso de los conservadores moderados y el hundimiento del xen¨®fobo y ultraderechista Partido del Progreso (del que Breivik hab¨ªa sido militante), que perdi¨® la mitad de sus votos, hasta el 11,5%. Y es que "qued¨® descolocado, porque tanto se?alar a los inmigrantes como problema, y resulta que el problema estaba en otro sitio, hab¨ªa salido de sus propias filas", describe Silje Crytten. "Se quebr¨® la din¨¢mica de discusi¨®n desencadenada por ese partido, que criminalizaba a los inmigrantes", asegura el alcalde desde su despacho frente al puerto, decorado con media docena de obras del primer artista noruego, Edvard Munch. Casi todos comparten esa conclusi¨®n. El debate sobre el otro parece cerrado.
Tambi¨¦n han cambiado los modos. Se ha moderado "el tono de dureza de los discursos, la acritud de los ataques personales en la esfera pol¨ªtica, y los l¨ªderes se han humanizado", concluye el obispo Kuarme, "por ejemplo, he descubierto, y creo que ¨¦l mismo tambi¨¦n lo ha hecho, que el primer ministro era capaz de pronunciar un discurso con emoci¨®n y no con la frialdad del tecn¨®crata". Pero las maneras suaves no inhiben determinaciones de fondo. "Por supuesto que el pr¨®ximo verano volveremos a la isla, como todos los a?os desde despu¨¦s de la guerra, es nuestra casa, ah¨ª hemos nacido a la vida madura", casi sonr¨ªe la joven laborista. Todos aseguran, de derecha a izquierda, de cristianos a laicos, haber aprendido a "estar de nuevo juntos" y haber redescubierto el esp¨ªritu de cohesi¨®n.
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