Los anuncios y el sexo
La lectura de un peri¨®dico es ante todo un ejercicio muy selectivo. No solo eliges qu¨¦ peri¨®dico o peri¨®dicos quieres leer, sino tambi¨¦n lo que te interesa de ellos. Apenas si caemos en la cuenta de que hay secciones o apartados que unos consumen con avidez mientras que otros pasan de largo como si las hojas estuvieran en blanco. Soy consciente de que habr¨¢ lectores que obviar¨¢n esta columna como si estuviera en s¨¢nscrito y no me ofendo. Eso justamente es lo que me ocurre a m¨ª con los anuncios de contactos sexuales. Si no fuera por el jaleo que han montado con lo de la prohibici¨®n ni siquiera habr¨ªa sido capaz de responder qu¨¦ peri¨®dicos de tirada nacional los incluyen y cu¨¢les no, y conste que los leo todos. Quiz¨¢ en esto padezca un d¨¦ficit de curiosidad, lo que no es muy loable en un periodista. Ni por un momento piensen que voy de pureta, lo que ocurre es que, en lo personal, no concibo el sexo sin un juego de seducci¨®n mutuo y para m¨ª el dinero rompe esa condici¨®n. Tal vez por ello tenga mejor opini¨®n de las putas que de los puteros, lo que no obsta para que crea firmemente que lo que acuerden dos personas adultas sin mediar coacci¨®n alguna es cosa suya.
S¨¦ que habr¨¢ lectores que obviar¨¢n esta columna como si estuviera en s¨¢nscrito y no me ofendo
Ahora, y tras echar un vistazo a los anuncios en cuesti¨®n, pienso que resulta obvio que no son lo que m¨¢s prestigia a un rotativo. A pesar de lo cual, esos textos escuetos pretendidamente procaces se me antojan gazmo?os en comparaci¨®n con las burradas que te encuentras en la tele zapeando por las noches, o lo que salta a los ojos en Internet. Soportes de m¨¢s habitual y f¨¢cil acceso para los chavales que los peri¨®dicos, donde siempre se puede arrancar la hoja y tirarla a la basura. As¨ª que esto de ponerse moralmente estupendo con la prensa tiene toda la pinta de ser una ceremonia de la hipocres¨ªa oficiada por los pol¨ªticos para satisfacer a las fundamentalistas del feminismo rancio y a la derecha mojigata. Una maniobra m¨¢s de diversi¨®n para no hincar el diente al aut¨¦ntico debate pendiente, el de la regulaci¨®n legal de la prostituci¨®n. Carece de sentido que una pr¨¢ctica que realizan cientos de miles de mujeres y hombres en Espa?a permanezca en el limbo de la alegalidad. Un absurdo que han mantenido con similar cinismo gobiernos de izquierdas y de derechas por falta de coraje y exceso de moralina.
Esa situaci¨®n surrealista, y no los anuncios en prensa, es la que de verdad favorece a las redes mafiosas de proxenetas que imponen reg¨ªmenes de esclavitud a quienes atrapan. La misma que impide disponer de controles econ¨®micos, sanitarios y de seguridad. Alg¨²n que otro pol¨ªtico as¨ª lo ha entendido, aunque sus propuestas quedan siempre atenuadas y relegadas por la cobard¨ªa y el farise¨ªsmo imperante. Sin ir m¨¢s lejos, aqu¨ª en Madrid, la presidenta regional, Esperanza Aguirre, se declar¨® p¨²blicamente a favor de dotar de un marco legal a la prostituci¨®n, y el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, al principio de su primer mandato, lleg¨® a plantearse la ubicaci¨®n de un barrio rojo para ordenar esa actividad.
Al final, nada de nada; siempre termina imponi¨¦ndose ese discurso buenista, facil¨®n y recurrente que limita su apuesta a los programas de ayudas para que las putas dejen de serlo y dificultar su actividad hasta la erradicaci¨®n total. Un discurso pol¨ªticamente correcto que olvida los trances extremos que la prostituci¨®n ha superado a lo largo de su historia. No solo sobrevivi¨® a la Inquisici¨®n y a la Espa?a del nacionalcatolicismo que la satanizaba mientras los gerifaltes del franquismo llenaban los burdeles, tambi¨¦n sobrevive hoy a los talibanes que las matan a pedradas. Este mercado existir¨¢ siempre. Es verdad que detr¨¢s de la prostituci¨®n suele haber dramas personales, pero tambi¨¦n hay quienes la ejercen porque quieren. Comerciar con el cuerpo no est¨¢ claro que sea m¨¢s indigno que vender las ideas y los principios, y esto ¨²ltimo no parece que cause merma alguna en el prestigio social. Los hay que ponen a la venta hasta el alma. Nunca se anuncian en las p¨¢ginas de contactos pero se los ve mucho en los peri¨®dicos.
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