Salir del euro, liquidar la Uni¨®n
A los dirigentes de la UE les falta el coraje para defender con firmeza los valores superiores de la gobernabilidad, la estabilidad y la convivencia en el continente
La hip¨®tesis de que Grecia sea expulsada de la zona euro se extiende desde hace unas semanas con una soltura rayana en la frivolidad. UBS, Saxo Bank o Goldman Sachs han calculado incluso los costes econ¨®micos de tal posibilidad: el PIB griego se desplomar¨ªa entre un 40% y un 50% en medio de bancarrotas de sus bancos, su preocupante deuda se duplicar¨ªa de inmediato, habr¨ªa que invertir entre dos y tres billones de euros en recapitalizaciones de entidades de cr¨¦dito y seguros por toda Europa, cada ciudadano griego perder¨ªa al menos 10.000 euros en el primer a?o... Adem¨¢s, la resurrecci¨®n del dracma no facilitar¨ªa el pago de la deuda de Atenas y provocar¨ªa el contagio a todo el club de la moneda ¨²nica europea por su demostrada incapacidad de auxiliar a uno de sus socios m¨¢s peque?os (no llega al 3% del PIB de la eurozona).
Pese al abismo al que se asoma Europa, ni siquiera suenan las alarmas
Y, sin embargo, estas tremendas consecuencias econ¨®micas son solo eso, consecuencias econ¨®micas. Por eso, son economistas, como el profesor Nouriel Roubini, los que mantienen que el da?o puede ser "limitado y contenido". En t¨¦rminos economicistas puede ser, pero el riesgo real para los ciudadanos europeos tiene un alcance infinitamente mayor y apenas se menciona en estos d¨ªas. Dig¨¢moslo enseguida: la salida del euro de un pa¨ªs provocar¨ªa el fin de la uni¨®n monetaria y, muy probablemente, la inevitable liquidaci¨®n de la propia UE. Preocupados en exclusiva por los mercados, la deuda soberana o la ortodoxa disciplina presupuestaria, a nuestros dirigentes europeos les est¨¢ faltando el coraje de reaccionar con determinaci¨®n para defender los valores superiores de la gobernabilidad, la estabilidad y la convivencia en el continente.
No es extra?o, por tanto, que ya no escuchemos jam¨¢s el t¨¦rmino "familia" para hablar de la Uni¨®n, y s¨ª oigamos que los espa?oles son "vagos", los griegos "mentirosos y despilfarradores", los alemanes "ego¨ªstas"... Intentemos vislumbrar qu¨¦ ocurrir¨ªa si Grecia fuera expulsada del euro como recomienda, entre otros, el primer ministro holand¨¦s, el liberal Mark Rutte, que gobierna gracias al apoyo del ultraderechista Geert Wilders. ?Acaso no se plantear¨ªa de inmediato la expulsi¨®n de Portugal? ?Y por qu¨¦ no Irlanda? ?Qui¨¦n ser¨ªa el siguiente? ?Espa?a o Italia? Seguramente porque el reguero de salidas forzosas ser¨ªa imparable, el alem¨¢n Hans-Olaf Henkel, exjefe de la patronal industrial, ha propuesto lo opuesto: la huida hacia adelante del pr¨®spero bloque del Norte, la salida conjunta del euro de Alemania, Finlandia, Austria y Holanda. O sea, que la destrucci¨®n de la moneda europea estar¨ªa garantizada con independencia de que el primer zarandeo fuera un movimiento defensivo de los socios ricos o un ataque contra los pobres. ?Qu¨¦ har¨ªa Francia en cualquiera de los dos casos? Es impensable creer que Par¨ªs rompiera sus lazos con el Sur. Conviene recordar que la construcci¨®n europea, tras dos guerras mundiales, est¨¢ basada en el entendimiento de Francia y Alemania.
Y una vez dinamitada la uni¨®n monetaria, ?qu¨¦ posibilidades de subsistencia tendr¨ªa la UE? ?Pocas o ninguna? El euro no se cre¨® como un proyecto econ¨®mico-financiero. Por el contrario, es el mayor avance pol¨ªtico de la Uni¨®n. Y como tal fue concebido. Con imperfecciones, sin duda. Y las estamos pagando. Pero parece m¨¢s l¨®gico exigir a los mandatarios europeos que se centren en superar esas imperfecciones -y ya han perdido tres a?os- que no asistir al drama de una muerte por inanici¨®n de un pilar b¨¢sico del armaz¨®n europeo.
Pese al abismo al que nos asomamos los europeos, ni siquiera se ponen en marcha las alarmas. Podr¨ªa sospecharse que una generaci¨®n de desmemoriados nos preocupamos en exclusiva de nuestros bolsillos en lugar de seguir construyendo un futuro en paz y estabilidad. El exvicecanciller alem¨¢n Joschka Fischer es una sensata excepci¨®n. "La crisis", afirmaba el mes pasado en estas p¨¢ginas, "comienza a socavar los mism¨ªsimos cimientos en los que se bas¨® el orden europeo de posguerra: la alianza franco-alemana, por un lado, y la transatl¨¢ntica, por el otro, que hicieron posible un periodo de paz y prosperidad sin precedentes en la historia del continente".
Volvamos al caso griego. Si Atenas es expulsada del euro, ?qu¨¦ posibilidades tendr¨ªa de seguir en la UE? ?Pocas o ninguna? Y si abandona la UE, ?qu¨¦ repercusiones tendr¨ªa en sus relaciones con Turqu¨ªa? ?C¨®mo afectar¨ªa eso al resto de Europa? ?Y a las relaciones Europa-Estados Unidos? No ser¨ªa el ¨²nico foco de tensi¨®n que pondr¨ªa en riesgo la estabilidad y la seguridad del continente. Hasta Citigroup, en un vaticinio que muchos preferir¨¢n desechar por considerarlo alarmista, augura "gobiernos autoritarios o militares, incluso guerras civiles".
Con llamadas alarmistas o no, lo cierto es que son escasas las advertencias de que una crisis econ¨®mica amenaza la moneda ¨²nica y la UE. Por el contrario, nuestros dirigentes pol¨ªticos no hacen nada por ahuyentar un axioma que se instala con m¨¢s y m¨¢s fuerza entre los ciudadanos europeos: euro es igual a sacrificios, ajustes y recortes del Estado de bienestar.
Y, sin embargo, el camino est¨¢ m¨¢s claro que nunca y nos lo est¨¢n diciendo incluso desde fuera de Europa: act¨²en juntos, ¨²nanse m¨¢s, lancen soluciones colectivas... Se pueden llamar eurobonos, o ministerio europeo de finanzas, o avances en la uni¨®n pol¨ªtica o Gobierno econ¨®mico europeo... Ah, perd¨®n, es que tropezamos con los intereses nacionales. S¨ª, lo hemos escuchado tantas veces... Bueno, pues elijan, se?ores gobernantes: retrocedamos o avancemos.
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