El Estado palestino
El reconocimiento por la ONU es un acto de justicia con un pueblo cautivo. Se precisa una presi¨®n internacional para que los dirigentes israel¨ªes salgan de su encastillamiento prepotente.
Cu¨¢l deber¨ªa ser la posici¨®n de un amigo de Israel ante al pedido del presidente Mahmud Abbas de que la ONU reconozca a Palestina como un Estado de pleno derecho? Convendr¨ªa antes definir qu¨¦ entiendo por "amigo de Israel", ya que en esta definici¨®n caben actitudes distintas y contradictorias. A mi juicio, es amigo de Israel quien, reconociendo el derecho a la existencia de ese pa¨ªs -admirable por tantas razones- obra, en la medida de sus posibilidades, para que ese derecho sea reconocido por sus vecinos ¨¢rabes e Israel, garantizado su presente y su futuro y pueda vivir en paz y armon¨ªa dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas.
En la actualidad, Israel se halla lejos de alcanzar semejante estabilidad y seguridad. Es verdad que vive un notable progreso econ¨®mico, gracias a su desarrollo tecnol¨®gico y cient¨ªfico tan bien aprovechado por la industria, y que su poder¨ªo militar supera con creces el de sus vecinos. Pero tanto en el interior como en el exterior la sociedad israel¨ª experimenta una crisis profunda, como se vio hace poco en sus principales ciudades con las formidables demostraciones de sus indignados, que manifestaban su hartazgo con los sacrificios y limitaciones de todo orden que impone a la sociedad civil el estado cr¨®nico de guerra larvada en que se eterniza su existencia y el deterioro de su imagen internacional que, probablemente, nunca se ha visto tan da?ada como en nuestros d¨ªas.
Lo mejor que ten¨ªa Israel -su sistema democr¨¢tico- ha perdido su car¨¢cter mod¨¦lico
El belicismo y los asentamientos de Netanyahu tendr¨¢n consecuencias catastr¨®ficas
El antisemitismo no explica este desprestigio como quisieran algunos extremistas, que divisan detr¨¢s de toda cr¨ªtica a la pol¨ªtica del Gobierno de Benjam¨ªn Netanyahu el prejuicio racista. Este no ha desaparecido, por supuesto, porque forma parte de la estupidez humana -el odio hacia el otro que se encarniza contra el negro, el ¨¢rabe, el amarillo, el gitano, el indio, el cholo, el homosexual, etc¨¦tera-, pero la realidad es que, en nuestros d¨ªas, Israel ha perdido aquella superioridad moral que la opini¨®n p¨²blica del mundo entero le reconoc¨ªa, cuando la imposibilidad de un acuerdo de paz entre palestinos e israel¨ªes parec¨ªa sobre todo culpa de aquellos, por su intolerancia a reconocer el derecho de Israel a la existencia y su justificaci¨®n del terrorismo. Ahora, la impresi¨®n reinante y justificada es que aquella intolerancia ha cambiado de campo y el obst¨¢culo mayor para que se reanuden las negociaciones de paz con los palestinos es el propio Gobierno de Netanyahu y su descarado apoyo pol¨ªtico, militar y econ¨®mico al movimiento de los colonos que sigue extendi¨¦ndose por Cisjordania y Jerusal¨¦n oriental y encogiendo como una piel de zapa el que ser¨ªa territorio del futuro Estado palestino.
El avance y multiplicaci¨®n de los asentamientos de colonos en territorio palestino, tanto en Cisjordania como en Jerusal¨¦n Oriental, que no ha cesado en momento alguno -ni siquiera durante el per¨ªodo de cuarentena que dijo imponer el Gobierno-, hace que sean muy poco convincentes las declaraciones de los actuales dirigentes israel¨ªes de que est¨¢n dispuestos a aceptar una soluci¨®n negociada del conflicto. ?C¨®mo puede haber una negociaci¨®n seria y equitativa al mismo tiempo que los colonos, armados hasta los dientes y protegidos por el Ej¨¦rcito, prosiguen imperturbables su conquista del Gran Israel?
En el ¨²ltimo viaje del primer ministro israel¨ª a Washington, Netanyahu se permiti¨® desairar al presidente Obama, mandatario del pa¨ªs que ha sido el mejor aliado y defensor de Israel, al que subsidia anualmente con m¨¢s de tres billones de d¨®lares, porque Obama propuso que se reabrieran las negociaciones de paz bajo el principio de los dos Estados, en el que el palestino tendr¨ªa las fronteras anteriores a la guerra de 1967, propuesta sensata, convalidada por la ONU y la opini¨®n internacional, a la que en principio ambas partes se hab¨ªan declarado dispuestas a aceptar como punto de partida de una negociaci¨®n. El desaire de Netanyahu cont¨® con el apoyo de un sector del Congreso estadounidense y de las corrientes m¨¢s extremistas del lobby jud¨ªo norteamericano, pero las encuestas mostraron de manera inequ¨ªvoca que aquella actitud prepotente debilit¨® a¨²n m¨¢s la solidaridad con Israel de una parte importante de la opini¨®n p¨²blica de los Estados Unidos, donde la primavera ¨¢rabe ha sido recibida con simpat¨ªa, como un proceso democratizador en la regi¨®n que deber¨ªa, a la corta o a la larga, traer a Israel m¨¢s beneficios que perjuicios.
Creo que a mediano o largo plazo el numantismo -convertir a Israel en un fort¨ªn militar inexpugnable, capaz de pulverizar en caso de amenaza a todo su entorno- y la sistem¨¢tica destrucci¨®n de la sociedad palestina, desarticul¨¢ndola, cuadricul¨¢ndola con muros, barreras, inspecciones, expropiaciones y reduciendo cada vez m¨¢s su espacio vital mediante el avance de las colonias de extremistas fan¨¢ticos empe?ados en resucitar el Israel b¨ªblico, son pol¨ªticas suicidas, que ponen en peligro la supervivencia de Israel. Por lo pronto, esas pol¨ªticas solo han servido para multiplicar la tensi¨®n y crear un clima en el que en cualquier momento podr¨ªa estallar una nueva Intifada. Y, por supuesto, un nuevo conflicto b¨¦lico en una regi¨®n donde, dem¨¢s est¨¢ decirlo, la causa palestina tiene un respaldo un¨¢nime. Por otro lado, una de las consecuencias m¨¢s lamentables de estas pol¨ªticas es que lo mejor que ten¨ªa Israel para mostrar al mundo -su sistema democr¨¢tico- ha perdido su car¨¢cter mod¨¦lico, al ser poco menos que expropiado por coaliciones de ultranacionalistas que, como las que sostuvieron a Sharon y sostienen ahora a Netanyahu, han ido introduciendo reformas y exclusiones que limitan y discriminan cada vez m¨¢s la libertad y los derechos de los ¨¢rabes israel¨ªes (casi un mill¨®n de personas), convertidos hoy en d¨ªa en ciudadanos de segunda clase.
Creo que desde el gran fracaso de las negociaciones de Camp David y Taba del a?o 2000-2001, auspiciadas por el presidente Clinton, en las que Arafat cometi¨® la insensatez de negarse a aceptar una propuesta en la que Israel reconoc¨ªa el 95% de los territorios de la orilla occidental del Jord¨¢n y la franja de Gaza y que los palestinos participaran en la administraci¨®n y gobierno de Jerusal¨¦n Oriental, la sociedad israel¨ª ha tenido un proceso de radicalizaci¨®n derechista. El campo de los partidarios de la moderaci¨®n, la negociaci¨®n y la paz se ha reducido hasta la inoperancia pol¨ªtica. Ese campo fue muy fuerte e influyente y gracias a ¨¦l fueron posibles los acuerdos de Oslo, que tantas esperanzas despertaron. Eso, en nuestros d¨ªas, ha quedado tan atr¨¢s que, pese a haber pasado tan pocos a?os, parece la prehistoria.
Y, sin embargo, pese a todo, creo que hay que volver a ese camino, pues, si se persevera en el actual, no habr¨¢ soluci¨®n alguna sino m¨¢s guerra, violencia, sufrimiento, en Palestina, Israel y todo el Oriente Pr¨®ximo. Para ello, es indispensable una presi¨®n internacional que induzca a los dirigentes israel¨ªes a salir de su encastillamiento prepotente y los convenza de que la ¨²nica soluci¨®n real saldr¨¢ no de la fuerza militar sino de una negociaci¨®n seria, con concesiones rec¨ªprocas.
El reconocimiento del Estado palestino por las Naciones Unidas es un acto de justicia con un pueblo cautivo en su propio pa¨ªs que vive una servidumbre colonial intolerable en el siglo XXI. Reconocer este hecho no implica justificar a las organizaciones terroristas ni a los fan¨¢ticos de Ham¨¢s que se niegan a reconocer el derecho a la existencia de Israel, sino enviar un mensaje de aliento a la gran mayor¨ªa de los palestinos que rechazan la violencia y aspiran solo a trabajar y vivir en paz, como los indignados israel¨ªes. Aunque representan ahora solo una minor¨ªa, muchos ciudadanos de Israel est¨¢n lejos de solidarizarse con las pol¨ªticas extremistas de su Gobierno y luchan por la causa de la paz. Los verdaderos amigos de Israel debemos aliarnos con ellos, en su dif¨ªcil resistencia, porque son ellos quienes advierten con lucidez y realismo que las pol¨ªticas belicistas, intolerantes, represivas y de apoyo a la expansi¨®n de los asentamientos de Benjamin Netanyahu tendr¨¢n consecuencias catastr¨®ficas para el futuro de Israel.
La primavera ¨¢rabe crea un contexto hist¨®rico y social que deber¨ªa servir para facilitar una soluci¨®n negociada bajo el principio de los dos Estados que ambas partes, en principio, dicen aceptar. Pero hay que poner en marcha esa negociaci¨®n cuanto antes, para evitar que los extremistas de ambos bandos precipiten hechos de violencia que la posterguen una vez m¨¢s. Podr¨ªa no haber otra oportunidad.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2011. ? Mario Vargas Llosa, 2011.
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