Un lugar donde pensar lugares
La Fundaci¨®n Alejandro de la Sota lucha por conservar el archivo del arquitecto
Alejandro de la Sota cre¨ªa que la arquitectura se hace de dentro hacia fuera. "Solo le hac¨ªa falta un sitio donde pensar", cuentan sus hijos, Jos¨¦ y Alejandro, precisamente en ese lugar donde pensaba su padre: un despacho con un sill¨®n de cuero, una mesa vac¨ªa y un lucernario. Cuando le invitaron a Harvard y les ense?aron las salas de dibujo, de ordenadores o maquetas, ¨¦l solo preguntaba: "Pero ?y d¨®nde pens¨¢is?".
La habitaci¨®n de pensar es el coraz¨®n del que fue el estudio de Alejandro de la Sota durante cuatro d¨¦cadas. Sigue igual que cuando lo reform¨® en 1958. Ordenado, luminoso, con ese aire de sosiego y elegancia que gastaba este arquitecto menudo y socarr¨®n que dijo aquello de "la arquitectura hace sonre¨ªr, la vida, no". Aqu¨ª pari¨® sus pocas pero geniales obras, del Gimnasio Maravillas al Gobierno Civil de Tarragona. "El ambiente era totalmente relajado, te hac¨ªa sentir que ven¨ªas a disfrutar", recuerda Teresa Couceiro, que dirige la Fundaci¨®n Alejandro de la Sota.
El arquitecto pasaba las ma?anas tocando el piano en pijama, y bajaba al estudio por las tardes (viv¨ªa encima). Lo hizo hasta el d¨ªa que falleci¨®, en 1996, a los 82 a?os. "Para ¨¦l esto no era un trabajo sino una forma de explicar el mundo", dice Jos¨¦, "por eso hablaba tanto de arquitectura... ?sobre todo de la suya!". "Mi madre siempre dice que ella es arquitecta pasiva, de o¨ªrlo", apostilla su hermano. La esposa de Alejandro de la Sota fue su gran apoyo, insisten sus hijos. No debi¨® de ser f¨¢cil: a pesar de su prestigio, De la Sota nunca fue una estrella, en los ochenta cerr¨® el estudio por falta de trabajo y vivi¨® con un sueldo de funcionario y siete hijos. Todos com¨ªan en una mesa que ¨¦l mismo dise?¨® y que se puede ver en el estudio: un mueble ingenioso que se pliega hasta no ocupar nada. Tambi¨¦n hay unas sillas que hacen doblete como tumbonas. De la Sota las invent¨® plegando dos horquillas del mo?o de su esposa. "Mucho antes de IKEA, su idea era venderlas desmontadas en una caja", dicen sus hijos; "casi nos arruinamos...".
La conservaci¨®n del precioso estudio -que se puede visitar con cita previa, y es uno de los espacios abiertos durante la Semana de la Arquitectura, del 3 al 10 de octubre- es solo una an¨¦cdota del trabajo de la fundaci¨®n, que custodia uno de los archivos m¨¢s completos de un arquitecto contempor¨¢neo: 16.000 documentos. De la Sota lo guardaba y catalogaba todo, era un dibujante talentoso, un estupendo fot¨®grafo (en las paredes cuelgan sus acuarelas, caricaturas y fotos, y sobre una mesa reposan dos de sus Rolleiflex). "Todo el proceso est¨¢ registrado", explica Couceiro, "desde los primeros bocetos a mano alzada hasta las fotos del edificio reci¨¦n terminado". La fundaci¨®n ha digitalizado y puesto en l¨ªnea 3.000 documentos, pero para continuar conservando este tesoro de fr¨¢gil papel cebolla necesita patrocinios. "De momento sobrevivimos como la arquitectura de nuestro padre: peleando y manteniendo la escala", dicen los hijos del arquitecto, que tuvieron ofertas pero nunca se plantearon vender el archivo a una instituci¨®n extranjera, donde un legado as¨ª no tendr¨ªa problemas para encontrar mecenas. Los merece; acercarse al lugar donde pensaba Alejandro de la Sota supone acercarse a c¨®mo lo hac¨ªa y comprender mejor a un arquitecto tan libre que cuando le encargaron el proyecto de una c¨¢rcel se neg¨® a realizarlo. Era incapaz de imaginarse preso.
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