El tab¨² de la fiscalidad
Rubalcaba ha tenido el m¨¦rito de incorporar a la campa?a electoral el debate sobre los ingresos. Hasta que el candidato socialista habl¨® de la recuperaci¨®n del impuesto sobre el patrimonio, todas las propuestas para cuadrar las cuentas del Estado pasaban por la reducci¨®n del gasto, nadie contemplaba la posibilidad de mejorar la recaudaci¨®n. Los recortes como horizonte ideol¨®gico de nuestro tiempo. Incluso Dolores de Cospedal protagoniz¨® uno de los raros episodios en que el PP ha declarado sin eufemismos ni medias verdades sus intenciones para cuando gobierne. La presidenta de Castilla-La Mancha present¨® su hachazo al gasto de su regi¨®n como el modelo que seguir¨¢ su partido en toda Espa?a.
La iniciativa escogida por Rubalcaba -la recuperaci¨®n del impuesto de patrimonio- no ha sido la mejor, sobre todo despu¨¦s de que el Consejo de Ministros hiciera un apa?o que no ayuda en nada las intenciones del candidato. Como si la misi¨®n del candidato socialista no fuera ya de por s¨ª dif¨ªcil, hay momentos que parece que en La Moncloa est¨¢n empe?ados en convertirla en imposible. Debe de ser el s¨ªndrome del saliente que sufren la mayor¨ªa de los presidentes: en espacios ¨ªntimos m¨¢s o menos inconscientes flota el deseo de que no gane el candidato de su partido porque se demostrar¨ªa que no eran imprescindibles. Pero el hecho es que el tab¨² de la fiscalidad ha sido roto, con gran incomodidad de algunos sectores econ¨®micos, empezando por los banqueros. La airada reacci¨®n contra el impuesto de patrimonio de un personaje bajo sospecha como Emilio Bot¨ªn o del inefable David Taguas, fugado de Moncloa a la patronal de la construcci¨®n, en un viaje tan obsceno -salvadas las justas proporciones- como el de Schr?der a Gazprom, da cuenta de ello.
?En qu¨¦ quedar¨¢ el debate? Posiblemente en poco, porque el PP ya se ha manifestado en puro estilo Rajoy: ni subimos ni bajamos. Esta actitud esquiva del PP hace muy dif¨ªcil que se d¨¦ un verdadero proceso de formaci¨®n de opini¨®n y de deliberaci¨®n democr¨¢tica como deber¨ªa ser una campa?a electoral. El PP ha optado por ganar por desfondamiento del adversario, no por m¨¦ritos propios. Pero la cuesti¨®n est¨¢ en la calle. E incluso Artur Mas, nada amigo de los alardes ret¨®ricos, se ha visto impelido a aludir a un impuesto sobre las grandes fortunas, aunque lo haya dejado en una simple declaraci¨®n de intenciones. Adem¨¢s, la propuesta de la Uni¨®n Europea de imponer una tasa a las transacciones financieras abona la discusi¨®n.
Roto el tab¨² de la fiscalidad, es importante que la cuesti¨®n no quede en iniciativas m¨¢s o menos grandilocuentes para regalar los o¨ªdos de una ciudadan¨ªa asqueada por el modo injusto en que se reparten las cargas de la crisis. El hecho en s¨ª, que la fiscalidad de quienes ganan m¨¢s entre en la escena electoral, ya es bueno porque el miedo a afrontar esta cuesti¨®n es una de tantas demostraciones de la impotencia de la pol¨ªtica frente al dinero. Algunos dir¨¢n que Rubalcaba se atreve ahora porque sabe que no gobernar¨¢ y no se atrevi¨® nunca mientras gobernaba. Es verdad que la ligereza del presidente del Gobierno le ha llevado a asumir todo tipo de gadgets ideol¨®gicos, primero fue de izquierdas bajar impuestos y despu¨¦s lo fue recortar sueldos. Y que Rubalcaba formaba parte de este Gobierno. Pero ello no impide que un debate serio sobre la reestructuraci¨®n de la fiscalidad sea imprescindible si se quiere que el pa¨ªs progrese razonablemente en cohesi¨®n y equidad. Y, sobre todo, si se pretende rehacer la relaci¨®n de confianza entre la ciudadan¨ªa y la pol¨ªtica.
Para confiar en los gobernantes es necesario verlos con capacidad de tutear al poder econ¨®mico. En estos a?os hemos visto al poder pol¨ªtico tan disminuido, tan entregado a las exigencias ajenas, que uno se pregunta si realmente son conscientes de que tienen un poder nada despreciable: el Bolet¨ªn Oficial del Estado. A veces parece que les da p¨¢nico utilizarlo.
El debate de la fiscalidad, sin embargo, no puede hacerse con ocurrencias electorales, requiere un trabajo de calado en dos direcciones: revisar el sistema impositivo en su totalidad para hacerlo m¨¢s equitativo, y darle dimensi¨®n europea, porque solo a esta escala se puede alcanzar la capacidad coercitiva suficiente para hacerlo efectivo. Este es un objetivo al que los pa¨ªses europeos deber¨ªan ponerle fecha ya. Pero adem¨¢s, el debate sobre la fiscalidad tiene tambi¨¦n una virtud clarificadora sobre las intenciones de cada uno: preservar la fortaleza del Estado o disminuirlo siguiendo por la senda de la privatizaci¨®n masiva de servicios. Esta es la cuesti¨®n que el tab¨² de los impuestos amagaba.
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