El falsificador libertario
Adolfo Kaminsky falsific¨® documentos para la Resistencia francesa, los jud¨ªos perseguidos por el nazismo, los anarquistas, los comunistas, en las guerras colonialistas africanas, contra las dictaduras de Salazar y Franco y contra el 'apartheid'. Ahora cuenta a EL PA?S su historia
Adolfo Kaminsky ha vivido una vida novelesca y larga. Naci¨® en 1925 en Buenos Aires, hijo de rusos exiliados, y aunque solo vivi¨® all¨ª cuatro a?os, asegura que todav¨ªa guarda de aquel tiempo un recuerdo muy preciso. Esa memoria fotogr¨¢fica y su pasi¨®n por las lenguas, la tinta y sus propiedades qu¨ªmicas, y m¨¢gicas, le iban a ser muy ¨²tiles en Francia, donde lleg¨® en 1932, "despu¨¦s de pasar tres a?os en Turqu¨ªa esperando los papeles", y donde vive todav¨ªa hoy, en un modesto piso del distrito 15 de Par¨ªs. Kaminsky se enamor¨® "de la fascinante alquimia de los colorantes" en un laboratorio improvisado que mont¨® en casa de su t¨ªo, en Vire, un pueblo de Normand¨ªa, cuando acababa de dejar la escuela y trabajaba en una tintorer¨ªa. "La tinta se quedaba en los trajes y el agua sal¨ªa limpia, pura; era maravilloso. Le¨ª muchos libros de qu¨ªmica y aprend¨ª a manipular bien las tintas", recuerda Kaminsky bebiendo un caf¨¦ turco que acaba de hacer su hija Sarah.
"En una hora fabricaba 30 documentos, as¨ª que si dorm¨ªa una hora, mor¨ªan 30 ni?os"
"A los espa?oles les citaba a horas separadas porque todav¨ªa estaban enfrentados entre ellos"
En 1968 hizo un documento falso para Daniel Cohn Bendit, 'Dani el Rojo'
"No tengo la nacionalidad israel¨ª. Dividir la poblaci¨®n entre jud¨ªos y no jud¨ªos es insoportable"
Pero Francia fue invadida por Alemania en 1940, y su madre fue asesinada. "M¨¢s tarde, en 1943, mi familia fue internada en el campo de Drancy, cerca de Par¨ªs, que fue para muchos ni?os jud¨ªos el preludio de los campos de exterminio. Al final fueron liberados gracias al consulado argentino. Yo ten¨ªa 17 a?os y entr¨¦ a trabajar en una lecher¨ªa con un ingeniero qu¨ªmico que era alumno de Frederic Curie. Y ah¨ª empec¨¦ a trabajar para la Resistencia".
Su trabajo iba a consistir en falsificar documentos para salvar a los ni?os jud¨ªos de la deportaci¨®n. Su habilidad y su facilidad para las lenguas ("hablaba ruso, alem¨¢n y un poco de espa?ol, adem¨¢s del franc¨¦s") salvaron la vida a miles de menores. Usando el ¨¢cido l¨¢ctico de la leche, Kaminsky borraba "el nombre, los apellidos y el tamp¨®n rojo de las cartillas de racionamiento que certificaba la religi¨®n jud¨ªa". Imposible calcular el n¨²mero exacto de personas que salv¨®. Pero tampoco le importa. "Jam¨¢s he querido ver a la gente que salv¨¦, me limit¨¦ a cumplir un deber. Yo era jud¨ªo y estaba condenado de todas maneras. No arriesgaba nada. El peligro era para los ni?os. Algunos dicen que fueron 14.000, pero quiz¨¢ fueron muchos menos, es imposible saberlo. Cada d¨ªa llegaban a Drancy los autobuses llenos, y cuando juntaban una lista de mil menores, los met¨ªan en los convoyes que iban a los campos de la muerte. Hac¨ªa falta trabajar deprisa y dormir lo menos posible. En una hora fabricaba 30 documentos limpios, as¨ª que si dorm¨ªa una hora, mor¨ªan 30 ni?os".
Kaminsky trabajaba para la 6? secci¨®n de la Resistencia, que tuvo dos laboratorios clandestinos: en una buhardilla de la Rue Jacob y en otra de la Rue Saint Peres, en el distrito 7. En esos pisos fue perfeccionando su m¨¦todo a medida que los alemanes "sofisticaban los documentos poni¨¦ndoles filigranas que hac¨ªan m¨¢s dif¨ªcil la copia. El problema es que la tinta borrada reaparec¨ªa con el ¨¢cido ¨²rico del sudor, pero gracias a un qu¨ªmico experto pudimos resolverlo. Entonces empezamos a trabajar para el Movimiento de Liberaci¨®n Nacional de De Gaulle. La organizaci¨®n creci¨® mucho y decidimos que era mejor imprimir los documentos nuevos que falsificar. Con material casero, invent¨¦ un sistema de impresi¨®n que se pod¨ªa esconder en la pared y que luego se extendi¨® por toda Europa. Fuimos ense?ando la t¨¦cnica a otros... Los alemanes sab¨ªan que pasaba algo, pero buscaban un gran laboratorio profesional, no peque?os nidos clandestinos".
Su hija Sarah, escritora y actriz, que tiene unos impresionantes ojos color esmeralda heredados de su padre y el color caf¨¦ con leche de su madre argelina, asiste al relato muy atenta y de vez en cuando matiza un nombre, un detalle. Conoce bien la historia, porque la reconstruy¨® en 2009 en un libro, titulado Adolfo Kaminsky, una vida de falsificador, que ahora publica en espa?ol la editorial Clave Intelectual.
"Los ni?os que lograban escapar con vida eran enviados a Grecia, a Portugal o al sur de Francia", cuenta Sarah, "por ejemplo, a Chambon sur Lignon, un pueblo protestante, donde todas las familias acogieron a varios menores".
Quiz¨¢ por la culpabilidad de la supervivencia, "que nunca se quita", quiz¨¢ por su modestia natural y genuina, Kaminsky tard¨® d¨¦cadas en contar su historia a sus propios hijos. "Supimos muy tarde la historia de los papeles falsos", explica Sarah. "Siempre le pregunt¨¢bamos, y ¨¦l dec¨ªa: 'No os preocup¨¦is, estoy escribiendo un libro'. Pero no lo hizo en 20 a?os. Cuando yo tuve a mi hijo pens¨¦ que era hora de que empezara a responder a las preguntas, porque un d¨ªa yo iba a tener que respond¨¦rselas a su nieto. Vine a verle y nos pusimos de acuerdo en que yo escribir¨ªa el libro y ¨¦l contestar¨ªa a todo. No fue f¨¢cil, porque muchos testigos y compa?eros de lucha hab¨ªan muerto ya. Fui a Portugal, a Grecia, localic¨¦ a otros en Francia y habl¨¦ incluso con su vieja novia en Estados Unidos, a la que dej¨® cuando se iban a casar. Ella todav¨ªa no entend¨ªa por qu¨¦ mi padre no fue a Nueva York a reunirse con ella, y yo le expliqu¨¦ que en aquel momento se encontr¨® con la red que apoyaba al FLN argelino y no pudo irse. Ella se llamaba Sarah, as¨ª que, si se hubieran casado, se habr¨ªa llamado como yo, Sarah Kaminsky".
El falsificador sonr¨ªe desde la atalaya de su barba blanca. Se parece a los retratos de Karl Marx, aunque afirma que ¨¦l solo tuvo una ideolog¨ªa, la libertad. Por eso se alist¨® en el Ej¨¦rcito franc¨¦s, aunque no era franc¨¦s, y fue herido en el frente. Y por eso, cuando Par¨ªs fue liberada, se puso a hacer papeles falsos para los paracaidistas que enviaban a Alemania. Pero su carrera militar dur¨® poco. "Empezaron a volver a Par¨ªs los deportados de los campos y, como es l¨®gico, quer¨ªan recuperar sus casas. Pero empez¨® a haber manifestaciones antisemitas, y el Ej¨¦rcito no quiso intervenir. Un d¨ªa discut¨ª con mi coronel, y ah¨ª termin¨® todo. Como era argentino, no pod¨ªan acusarme de deserci¨®n".
Sus superiores le pidieron un ¨²ltimo favor, una cartograf¨ªa de Indochina. Hab¨ªa empezado la guerra colonial: Kaminsky se neg¨® a hacer el trabajo. Un poco despu¨¦s entr¨® en contacto con algunos exiliados espa?oles y empez¨® a luchar contra la dictadura de Franco. "Estuve con tres de tres bandos distintos. Un comunista, un anarquista y un trotskista. Ten¨ªa gracia porque nunca pod¨ªan coincidir en casa, siempre les citaba a horas separadas porque todav¨ªa estaban enfrentados entre ellos... Por esa raz¨®n no quise darles papeles, pero les ayud¨¦ a aprender c¨®mo se hac¨ªan. Eran tipos muy valientes, y encantadores, nos hicimos muy amigos".
En 1946, muchos jud¨ªos empezaron a emigrar hacia la Palestina bajo mandato brit¨¢nico, y Kaminsky prepar¨® los documentos "del capit¨¢n de un crucero que quer¨ªa saltarse los controles fingiendo que iba a Brasil". En 1948, con la creaci¨®n del Estado de Israel, se apag¨® del todo su entusiasmo sionista. "Me deprimi¨® much¨ªsimo que dieran un car¨¢cter religioso al Estado. Siempre fui laico y pens¨¦ y pienso que la religi¨®n es un asunto meramente personal. Yo no la tengo porque no quiero ser incluido en una determinada caja. Dividir a la poblaci¨®n entre jud¨ªos y no jud¨ªos supone, para m¨ª, pensar con categor¨ªas insoportables. No hay racismos buenos y malos".
Siempre del lado de los pueblos oprimidos, Kaminsky jam¨¢s cobr¨® por sus servicios. Se hizo profesor de artes gr¨¢ficas y fue encontrando nuevas batallas a las que prestar sus conocimientos. A finales de los a?os cincuenta contact¨® con la red Jeanson y Curiel, que apoyaba al Frente de Liberaci¨®n Nacional Argelino en Francia. Y se puso de su parte contra el pa¨ªs por el que hab¨ªa luchado unos a?os antes. "La guerra colonial era brutal, terrible".
Desde 1963 estuvo trabajando contra las dictaduras latinoamericanas: Brasil, Argentina, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Per¨², Uruguay, Chile, M¨¦xico, Santo Domingo, Hait¨ª. Por la descolonizaci¨®n africana: Guinea-Bissau, Angola, Sud¨¢frica... Y contra los golpes de Estado de Salazar, de los coroneles griegos y de Franco. Incluso para los desertores estadounidenses que se negaban a ir a la guerra de Vietnam...
En 1968 hizo un documento falso para Daniel Cohn Bendit, Dani el Rojo (hoy el Verde), para permitirle tomar la palabra en un mitin de la revuelta estudiantil francesa. Kaminsky dice en el libro que esos fueron los "papeles m¨¢s medi¨¢ticos y los menos ¨²tiles" que ha hecho en su vida. Pero que fue una buena ocasi¨®n de "hacerles una jugarreta a las autoridades".
En 1971 hizo la ¨²ltima falsificaci¨®n. Su compromiso idealista y el empuje libertario chocaron con el terrorismo y la violencia arbitraria. "Empec¨¦ a sentirme en peligro, ya no distingu¨ªa la frontera entre la lucha por la libertad y el asesinato. Ya no estaba seguro de que los papeles fueran a servir para una causa buena", explica.
"Los c¨®digos de honor del pasado hab¨ªan desaparecido", interviene Sarah, su hija. "El mundo hab¨ªa cambiado radicalmente y decidi¨® parar. Se vio atrapado en algo que no funcionaba bien. Alguien le propuso hacer unos falsos para la gente de Mandela, y de repente apareci¨® Pablo, aquel peligro p¨²blico de la 4? Internacional. Le pregunt¨® cu¨¢nto costaban los papeles y ¨¦l se dio cuenta de que aquello ya no ten¨ªa sentido". "?Yo jam¨¢s hab¨ªa cobrado!", exclama, todav¨ªa ofendido.
Kaminsky cambi¨® Francia por Argelia. Mont¨® un gran taller de impresi¨®n para el Ministerio de Industria, conoci¨® a su mujer, tuvo tres hijos y se qued¨® 10 a?os. Volvi¨® a Francia como turista y se puso a trabajar de fot¨®grafo. "Para mi familia fui fot¨®grafo toda la vida", cuenta con su sonrisa espl¨¦ndida. "Al volver ped¨ª los papeles de excombatiente, pero me los negaron. Fue un problema largo. Cada tres meses ten¨ªa que salir del pa¨ªs. Despu¨¦s me hice educador de calle en las banlieue (suburbios), pero los que me contrataron un d¨ªa me pidieron que les hiciera unas facturas falsas y me negu¨¦. Siempre he sido muy legalista; en el fondo, nunca he sido un fan¨¢tico de la falsificaci¨®n. Solo lo us¨¦ para ayudar a la gente a sobrevivir".
-Y usted que vivi¨® todas las revoluciones, tantas batallas, ?c¨®mo las ve ahora? ?Cree que fueron en balde?
-Ahora estoy inquieto por las nuevas generaciones, no les hemos dado un mundo bonito. Hoy manda solo el dinero en detrimento del honor. Pero no me arrepiento de nada. Tuve la suerte de poder combatir causas justas.
-Y salv¨® la vida a mucha gente. ?Ha conocido a muchos?
-Seguramente hay gente que piensa que me debe la vida, pero yo nunca he querido encontrarles. Era solo mi obligaci¨®n, ¨¦ramos una red, una organizaci¨®n, no hab¨ªa nada personal en esa actividad. Seguro que muchos no pensaban como yo, no compart¨ªan mis ideas, aunque a veces eso sirvi¨® para ayudar a otros. Durante la guerra de Argelia, le ped¨ª a un jud¨ªo franc¨¦s que ayudara a escapar a un argelino y no se pudo negar. Pero yo simplemente era uno m¨¢s, el que estaba en el laboratorio, y tampoco he querido buscar a los camaradas que se ocupaban de llevarse a los ni?os a otros pa¨ªses. Despu¨¦s me dediqu¨¦ a hacer fotos para ganarme la vida, fotos de arte, de pintura, un trabajo muy t¨¦cnico. Y eso es todo. -
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