El ladrillo espa?ol se refugia en China
La crisis inmobiliaria provoca una estampida de arquitectos a la caza de un sue?o
Javier Castrillo (Madrid, 1976) no puede evitar llevarse las manos a la cabeza cada vez que visita una obra. La desesperaci¨®n se refleja en su mirada un segundo, pero este arquitecto sabe que tiene que mantener la calma. Lleva cinco a?os en Shangh¨¢i con un estudio propio, y ha aprendido que la nueva tierra de las oportunidades solo se exprime con paciencia. "Adem¨¢s, el rol del arquitecto en China es diferente del de Espa?a, donde tiene toda la responsabilidad en la construcci¨®n de un edificio. Aqu¨ª solo puede participar en la fase de concepto y de dise?o, luego la construcci¨®n queda en manos de un instituto o una empresa local que desarrollan el proyecto. Por eso, a pie de obra poco podemos hacer. Nos cambian los detalles constructivos y hay que pelear para lograr una calidad decente", explica.
La envergadura de las obras en el pa¨ªs asi¨¢tico es uno de los alicientes
De hecho, hasta un maestro de feng shui puede tener m¨¢s influencia que el arquitecto. "Condiciona mucho. Hay cosas de esta filosof¨ªa que resultan l¨®gicas e interesantes, pero otras est¨¢n ligadas a la superstici¨®n. Eso s¨ª, cuando el maestro dice algo, hay que hacerlo". As¨ª que, toma aire, y, con pausa, le explica a su asistente china las cosas que le sacan de quicio.
Castrillo inspecciona las placas de granito que recubren las columnas del club que ha dise?ado para el Gobierno local de Jiading, y se muestra complacido. "El grosor est¨¢ bien. Aqu¨ª se tira a lo bajo en la calidad de los materiales, porque no se puede olvidar que solo el Estado es propietario del suelo, y las concesiones son a 70 a?os", dice el arquitecto, encargado tambi¨¦n del interiorismo de las franquicias con las que Telepizza desembarcar¨¢ en China.
Su proyecto estrella son tres torres de hasta 160 metros de altura para GCL, una empresa de energ¨ªas renovables. Pero el ¨¦xito no le lleg¨® f¨¢cil. Vino a China contratado por el estudio Lamela para presentarse a concursos "que son una cortina de humo porque los proyectos ya est¨¢n dados", se?ala Castrillo. El trabajo no prosper¨®, pero ¨¦l vio la oportunidad del creciente mercado mientras vaticinaba el ladrillazo espa?ol.
Decidi¨® quedarse y montar "una empresa de renders (im¨¢genes por ordenador que muestran el aspecto final de un proyecto), y fui labrando las relaciones personales que son indispensables aqu¨ª". Hoy emplea a una treintena de personas y ya ha concluido un conjunto de seis bloques de oficinas en las afueras de Shangh¨¢i. "Los buenos proyectos son los que concede el Gobierno", asegura. "Aqu¨ª la escala apabulla. Nunca podr¨ªa haber so?ado con proyectos de esta envergadura en Espa?a".
Muchos piensan como ¨¦l. El crash inmobiliario nacional ha provocado que miles de arquitectos pongan pies en polvorosa. Y el imparable desarrollo chino, que sigue alimentando una burbuja blindada, ha convertido al gigante asi¨¢tico en el im¨¢n m¨¢s potente. No hay cifras oficiales, pero los que han llegado a China se cuentan por decenas, si no por centenares. Buscan una salida digna, y persiguen un sue?o que Pedro Pablo Arroyo (Madrid, 1969) ya ha alcanzado.
El decano de los arquitectos espa?oles establecidos en el pa¨ªs de Mao ha completado un viaje de ida y vuelta que comenz¨® con su doctorado en Jap¨®n. De all¨ª salt¨® a China, donde abri¨® CA Group con un socio local. Su primer ¨¦xito fue modesto, pero no pas¨® desapercibido. El coqueto puente de Qingpu le proporcion¨® reconocimiento internacional y el mejor de los clientes: la Administraci¨®n le encarg¨® r¨¢pidamente un proyecto mucho m¨¢s ambicioso, dos puentes gemelos en una autopista de Shangh¨¢i por valor de 20 millones de euros. Ahora est¨¢ inmerso en un nuevo encargo que alumbrar¨¢ 10 puentes m¨¢s.
Arroyo, no obstante, supervisa el proceso creativo desde Espa?a, desde la Universidad Europea de Madrid donde da clases, y desde donde sigue involucrado en el estudio CA, que ahora busca acometer proyectos en Europa desde China, el camino inverso al habitual. Con esa perspectiva, Arroyo dispara: "Los estudios espa?oles son demasiado peque?os para enfrentarse con ¨¦xito al reto que supone China. Es necesario construir una estructura empresarial mucho m¨¢s potente, y a?adir una visi¨®n internacional. La capacidad t¨¦cnica y la imaginaci¨®n no son problema, raz¨®n por la que somos bien valorados fuera, pero muchos no saben adaptarse a trabajar y gestionar equipos numerosos. Los que hemos conseguido algo en China somos microorganismos en un gran ecosistema".
Arroyo cree que el pa¨ªs asi¨¢tico todav¨ªa ofrece oportunidades a los arquitectos espa?oles, y augura un porvenir duro a la profesi¨®n en nuestro pa¨ªs. "Vamos de pulcros, pero luego no barremos la casa. En Espa?a a¨²n perduran el enchufismo y la cultura del pelotazo", asegura. Castrillo agrega que "muchos critican la calidad china, pero olvidan las chapuzas nacionales. Otros critican a los trabajadores chinos, pero son muy aplicados y van acortando distancias con los nuestros".
Lo mismo piensa ?lvaro Leonardo (X¨¤tiva, 1979). Tras trabajar en Europa y Am¨¦rica, decidi¨® probar suerte en China, y lo hizo en un estudio local. "Ha cambiado la escala de nuestro mundo. Ahora somos una provincia de Europa, y tenemos que hacerlo valer. Los chinos todav¨ªa tienen que desencorsetarse pero lo har¨¢n r¨¢pido, as¨ª que no podemos seguir esperando a que nos lluevan los proyectos". De esa idea surge el estudio Polifactory, creado por j¨®venes arquitectos, entre los que se encuentra Leonardo, y que tiene una rama en China, otra en Brasil, y el tronco en Espa?a. "Es imprescindible contar con valor a?adido, el nuestro es la experiencia internacional que los chinos todav¨ªa no han adquirido".
La experiencia es un grado. Lo saben bien Nieves Herayo (Le¨®n, 1978) y Julen Asua (Bilbao, 1978). Est¨¢n en el ¨²ltimo grupo de los arquitectos que han llegado a China, pero, a diferencia de la mayor¨ªa, no lo han hecho por necesidad. "Llev¨¢bamos trabajando siete a?os en Madrid y ve¨ªamos c¨®mo nuestros amigos se quedaban sin trabajo. Nosotros no ten¨ªamos ese problema, pero s¨ª que hab¨ªan ca¨ªdo nuestros ingresos", cuenta ¨¦l. "Entonces pensamos en la posibilidad de probar fuera. Elegimos China y descartarnos instalarnos por nuestra cuenta". Llegaron con un visado de estudios para aprender el idioma, pero Herayo tard¨® 15 d¨ªas en encontrar trabajo en un estudio franc¨¦s y Asua cerr¨® su acuerdo con uno chino en un mes. "Tenemos mucha suerte, pero tambi¨¦n es cierto que este no es un pa¨ªs para reci¨¦n licenciados. Antes te daban trabajo por tu cara bonita, pero ahora el Gobierno limita los permisos a mano de obra muy cualificada. Es una nueva fase de su desarrollo", comenta el bilba¨ªno.
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