Batalla laboral: es la jungla
En La jungla, Upton Sinclair escribi¨® sobre las disputas laborales entre los envasadores de carne lituanos y sus jefes en Chicago a principios del siglo XX. Los objetivos de los dos bandos en la batalla descrita en el libro de Sinclair se adivinan f¨¢cilmente: los trabajadores quieren unos salarios justos y la posibilidad de realizar sus trabajos sin temor a morir o a quedar lisiados en cualquier momento; sus jefes, que esos trabajadores dejen de quejarse de sus salarios y de las muertes y/o de los desmembramientos ocasionales.
Pero no es tan f¨¢cil definir los bandos en el sempiterno conflicto laboral de la NBA. Es verdad que por una parte se encuentran los jugadores y por otra los propietarios, pero las motivaciones dentro de estos dos grupos son lo bastante diversas para hacer que La jungla parezca m¨¢s bien El campo ligeramente descuidado.
El bando dirigido por los propietarios de la NBA est¨¢ dividido en dos grupos. El de los hombres como Jerry Buss (Lakers) y James Dolan (Knicks) (son propietarios de sus equipos desde que val¨ªan decenas de millones en vez de cientos de millones), que ocupan las grandes tiendas de campa?a en una elevaci¨®n del terreno. A estos hombres les importa poco que no haya una temporada de la NBA, ya que, a menos que lleguen los cuatro jinetes del apocalipsis, los equipos importantes de la NBA con grandes mercados siempre sobrevivir¨¢n.
Luego est¨¢ el de los hombres que viven en cobertizos de lona andrajosos cerca del r¨ªo infestado de mosquitos como Dan Gilbert (Cavaliers) y Robert Sarver (Suns), que compraron tarde y esperan sacar beneficios cada a?o de equipos con mercados m¨¢s peque?os.
Los jugadores est¨¢n incluso m¨¢s divididos. Kevin Durant (Thunder) tiene 23 a?os. Podr¨ªa firmar tres contratos cuantiosos m¨¢s y permitirse ser paciente y considerar que una temporada perdida es un da?o colateral por el bien de una carrera m¨¢s larga. Kobe Bryant (Lakers) tiene 33 a?os. Le duelen las rodillas, los codos y los tobillos. Podr¨ªa firmar solo un contrato m¨¢s en la NBA y no puede permitirse ser paciente (esa es probablemente la raz¨®n -sus ra¨ªces italianas no tienen nada que ver- por la que Bryant est¨¢ barajando la idea de jugar en Italia con el Virtus de Bolonia).
Pero Durant y Bryant tienen m¨¢s parecidos que diferencias. Son las estrellas que hacen funcionar el motor de la NBA. La NBA necesita m¨¢s a Durant y Bryant que a Derek Fisher (Lakers) y Maurice Evans (Wizards), que resulta que son dos de los hombres m¨¢s implicados en el proceso de negociaci¨®n. Las estrellas, como Durant y Bryant, saben que, pase lo que pase, nunca tendr¨¢n que vender coches usados para vivir. Los que no son estrellas, como Fisher y Evans, no pueden estar tan seguros de que un d¨ªa no se vestir¨¢n con un traje barato y vender¨¢n Chevrolets. Saben que al p¨²blico le preocupa si volver¨¢ a ver jugar a Bryant otra vez, pero no est¨¢n seguros de que la gente sepa qui¨¦nes son ellos. Por eso desean llegar r¨¢pidamente a un acuerdo que respete su voluntad de que los derek fisher y los maurice evans del mundo de la NBA no queden reducidos al polvo de hueso que cubr¨ªa el suelo de las f¨¢bricas envasadoras de Sinclair.
Estas negociaciones son, por tanto, complejas. Y a veces, peligrosas. Confusas. Oscuras. Inquietantes.
Algunos podr¨ªan incluso decir que ah¨ª fuera hay una jungla.
Ah¨ª fuera no est¨¢ solo La jungla.
Es mucho m¨¢s complicado que eso.
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