?Qui¨¦n privatiza a los pol¨ªticos?
Hay que buscar las razones de la degeneraci¨®n intelectual de parte de la clase pol¨ªtica. Es un deber de la sociedad descubrir las razones ocultas de las privatizaciones. ?C¨®mo recuperaremos lo que hemos perdido?
La defensa de lo p¨²blico hace vivir la democracia. Hay, por supuesto, opiniones en contra que parecen apoyarse en ese latiguillo de la libertad individual para fomentar la riqueza; de la libertad de emprender, de crear, que se oculta bajo la oscurecida palabra de liberalismo. No se puede negar la importancia de los llamados bienes de consumo que, al parecer, la econom¨ªa y los economistas administran. Pero el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva tan importante como la vida de la naturaleza, es la educaci¨®n, la cultura, la ¨¦tica. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material.
La democracia, que naci¨® como lucha hacia la igualdad por medio de la reflexi¨®n sobre las palabras y por el establecimiento de unos ideales de justicia y verdad, no puede rendirse a las privatizaciones mentales de parad¨®jicos libertadores. Sin embargo, apenas se insiste en el hecho de que la crisis que padecemos es una crisis que tantos competentes expertos, siguiendo el principio de la libertad y la competitividad, no han sabido evitar, ni tampoco las diversas burbujas -sobre todo las propias burbujas mentales- que inflaban y aireaban. Burbujas que, parece ser, les han permitido construir sin que nadie les pida responsabilidades por sus liberadas y productivas ganancias.
?Qui¨¦n nos devolver¨¢, en el futuro, la vida p¨²blica, los bienes p¨²blicos, que nos est¨¢n robando?
No se entiende bien c¨®mo les votan a esos destructores de la idea de lo p¨²blico
No es, sin embargo, una discusi¨®n sobre problemas econ¨®micos, cuyos entresijos y burbujeos desconocemos, a lo que voy a referirme, aunque haya siempre un principio de honradez y verdad en el que, seguro, todos nos entender¨ªamos. Aludir¨¦ ¨²nicamente a una de esas frases vac¨ªas que hincha las palabras de ciertas oligarqu¨ªas. Desde hace a?os, de nuevo en estos d¨ªas, como manifestaci¨®n del menosprecio por la ense?anza p¨²blica y por sus profesores, se habla de la libertad de los padres para elegir el centro en el que educar a sus hijos. Esa defensa libertaria no tiene que ver con el deseo de que se practique en la educaci¨®n una verdadera libertad: la libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar, de sentir. Libertad que, por encima de todas las sectas, deber¨ªa fomentar la combatida Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa y la identidad democr¨¢tica. Una libertad que ense?ase algo m¨¢s que la obsesi¨®n por el dinero y por el solapado cultivo de la avaricia. A lo mejor, esa educaci¨®n les obligaba a dimitir a algunos personajes de la vida p¨²blica, por verg¨¹enza del enga?o que arrastran y contaminan. Mejor dicho: har¨ªa imposible que se dieran semejantes individuos.
Ese sermoneo se funda sobre todo en el fomento de la privatizaci¨®n de la ense?anza que alimenta el dinero y la desigualdad. ?Pueden gozar de esa libertad todos los padres? ?Tambi¨¦n los de los barrios m¨¢s modestos de las grandes ciudades? ?Pueden ser libres para mandar a sus hijos a esos colegios privados? Centros que proliferan por nuestro pa¨ªs y que apenas pueden compararse, a pesar de sus supuestas y publicitadas excelencias, con cualquier colegio o instituto p¨²blico de Francia o Alemania. Por lo visto los padres franceses o alemanes ni siquiera se han planteado esa posible libertad que, l¨®gicamente, no necesitan. En ese mismo derrotero andan algunas universidades, que anuncian sus excelencias pregonando que "los alumnos encontrar¨¢n las profesiones que les permitir¨¢n colocarse r¨¢pidamente en la empresa". ?Magn¨ªfico ideario para fomentar la vida universitaria, la pasi¨®n por el saber, el crear, el innovar! En el fondo, toda esa propaganda libertaria es fruto de planteamientos pol¨ªticos, de dominio ideol¨®gico, de sustanciosos prejuicios clasistas, que con doble o triple moral predican libertad, cuando lo que realmente les importa, aunque quieran enga?arse y enga?arnos, es el dinero. Solo por medio de una ideolog¨ªa de la decencia, de la justicia, de la lucha por la igualdad, tan problem¨¢tica siempre, puede alzarse el sistema educativo de nuestro pa¨ªs, de todos los pa¨ªses. No puedo por menos de citar un texto de Giner de los R¨ªos, entre muchos de los que podr¨ªan citarse del olvidado precursor: "El dogmatismo, el dominio sectario sobre los esp¨ªritus, el af¨¢n de proselitismo doctrinal, tantas otras formas de opresi¨®n y de coacci¨®n muestran c¨®mo esa tutela se corrompe, y en vez de disponer gradualmente al hombre para su emancipaci¨®n procura disponerlo para perpetuar su servidumbre".
En este punto tendr¨ªamos que preguntarnos: ?Qui¨¦n privatiza a los pol¨ªticos? ?Qu¨¦ palabras huecas, convertidas en grumos pegajosos aplastan los cerebros de los que van a administrar lo p¨²blico, o sea lo de todos, si la corrupci¨®n mental ha comenzado por deteriorar esas neuronas que fluyen siempre hacia la ganancia privada? No se entiende bien c¨®mo a esos destructores de la idea de lo p¨²blico les votan aquellos que perder¨ªan lo poco que tienen en manos de tales personajes. A no ser que la mente de esos s¨²bditos haya sido manipulada y, en la miserable sordidez de la propia ignorancia, esperen alguna migaja, alg¨²n bot¨®n del traje que viste el supuesto partido pol¨ªtico que les arrastra.
Habr¨¢, como digo, que ir estudiando las razones que mueven el comportamiento de esos padres de la patria que tienen el deber de organizar, no para su provecho y el de sus amigoides o amigantes, eso que se suele llamar, m¨¢s o menos acertadamente, el bien com¨²n. Un pueblo "maravillosamente dotado para la sabidur¨ªa", como dec¨ªa Machado, y al que hay que dar ejemplo para que no pierda el sentido de la justicia, de la honradez. Es importante conocer en los defensores de la libre empresa, en los ap¨®stoles de la privatizaci¨®n, qu¨¦ empresa, ideolog¨ªa, fanatismo, les ha privatizado a ellos. Porque se trata de evitar que la patolog¨ªa individual de esos sujetos se convierta en patolog¨ªa, donde se hunde la vida colectiva.
Es un deber de la sociedad investigar y descubrir las razones ocultas de las privatizaciones. Parece que la ra¨ªz de todas ellas, con independencia de determinadas claves gen¨¦ticas, brota tambi¨¦n de la educaci¨®n, de los ideales que, al abrirnos al mundo del saber y la cultura, hayan acertado a ense?arnos aquellos en cuyas manos est¨¢ alumbrar la inteligencia y la sensibilidad. Las opiniones que se clavan en las neuronas y que determinan la forma de actuar sobre las palabras y sobre aquello a que esas palabras nos empujan, proviene de esos reflejos condicionados que, desde la infancia, han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo.
Podemos intuir que la degeneraci¨®n intelectual de buena parte de la clase pol¨ªtica, y de los llamados emprendedores -los que, por ejemplo, emprendieron la destrucci¨®n de nuestras costas-, procede de esos conglomerados ideol¨®gicos en los que se mezclan, con la indecencia, alguno de los males a que se ha aludido. ?Qui¨¦n privatiza a los pol¨ªticos? ?Qui¨¦n nos devolver¨¢, en el futuro, la vida p¨²blica, los bienes p¨²blicos, que nos est¨¢n robando?
Emilio Lled¨® es fil¨®sofo.
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