Un baile para el pueblo
Cayetana se creci¨® a ritmo de una rumba ante los cientos de admiradores que abarrotaron la puerta de las Due?as
Lo primero que hizo la duquesa de Alba, minutos despu¨¦s de convertirse en se?ora de D¨ªez, fue ponerse a bailar una rumba con todo el arte que le inculcaron grandes como Antonio y Farruco. Cayetana Fitz-James Stuart, a sus 85 a?os, sorprendi¨® ayer a las cerca de 700 personas que siguieron su boda con Alfonso D¨ªez a las puertas del sevillano palacio de las Due?as. No en vano la arist¨®crata ya apuntaba maneras de indomable cuando Zuloaga la retrat¨® en 1930 a lomos de su poni, rodeada de perros y mu?ecos, uno de los cuales era un primitivo Mickey Mouse que acababa de salir de la factor¨ªa Disney —en 1927— y ya hab¨ªa llegado a los brazos de Cayetana. Despu¨¦s de la experiencia, Zuloaga jur¨® que nunca m¨¢s pintar¨ªa a un ni?o.
Pasaban ayer las dos de la tarde y los 30 grados cuando los ya duques de Alba salieron a saludar al p¨²blico que, desde poco m¨¢s de las ocho de la ma?ana, se hab¨ªa ido congregando en la calle de las Due?as. La novia lanz¨® el ramo y salud¨® sol¨ªcita a los que aguantaban estoicamente en primera fila los envites de los que estaban detr¨¢s y, para sorpresa de todos, se arranc¨® a bailar una rumba acompa?ada por el grupo Siempre As¨ª.
Toda flamencura, hasta se quit¨® los zapatos —unas bailarinas a juego con el vestido de Victorio & Lucchino— y dej¨® perplejos a los presentes ante el poder¨ªo que la hizo crecer y aparcar, por unos minutos, su fragilidad. "As¨ª es la duquesa, es la m¨¢s grande", dec¨ªa una se?ora con un tocado rojo, a juego con el traje, que se hab¨ªa vestido de boda para la ocasi¨®n aunque no hab¨ªa sido invitada.
Otro que tampoco estuvo invitado, pero asisti¨® impert¨¦rrito al jolgorio que se form¨® en la puerta, fue Antonio Machado. Una placa recuerda que el poeta "conoci¨® la luz, el huerto claro, la fuente y el limonero" en una de las viviendas del palacio de las Due?as que el administrador del entonces duque de Alba alquilaba a familias "modestas, pero de confianza", seg¨²n Ian Gibson. De todas formas, la austeridad del poeta no habr¨ªa encajado con la feria que se mont¨® alrededor de la boda.
Y es que Cayetana de Alba, con sus 44 t¨ªtulos nobiliarios, siempre se ha puesto el mundo por montera y eso le ha granjeado un sinf¨ªn de admiradores, algunos de los cuales no quisieron perderse, aunque fuera desde la barrera, su tercera boda. Ocho se?oras, con sus pelucas blancas y labios rojos, llegaron desde M¨¢laga para compartir la alegr¨ªa de la arist¨®crata. Otro grupo de amigas viaj¨® desde Ciudad Real vistiendo camisetas con la foto de la novia y la leyenda: "La Cayetana se nos casa". Al jolgorio acudi¨® hasta un se?or disfrazado del rey Juan Carlos que deambulaba por la puerta de las Due?as rosa en mano. Hubo de todo, menos beso p¨²blico de los novios, y no fue por falta de peticiones del respetable.
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