A la vez topo y ¨¢guila
Los buenos poetas son todos zurdos. Escriban con la mano que escriban, lo hacen desde el lado imprevisto del mundo y del lenguaje. A veces desde el lado inexplicable tambi¨¦n. En 1990 un ictus paraliz¨® la mitad derecha del cuerpo de Tomas Transtr?mer, afectado de afasia desde entonces. La paradoja es que en 1974 hab¨ªa escrito estos versos: "Entonces llega el derrame cerebral: par¨¢lisis en el lado derecho / con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras / inadecuadas". Forman parte de B¨¢lticos, un largo poema en el que la geolog¨ªa se mezcla con la genealog¨ªa.
La suerte editorial de Trans-tr?mer en Espa?a ha cambiado radicalmente en dos a?os. Si en 1991 el sello Hiperi¨®n public¨® la antolog¨ªa Para vivos y muertos, traducida por Francisco Uriz y Roberto Mascar¨®, el a?o pasado este ¨²ltimo ampli¨® su obra en la imprescindible selecci¨®n El cielo a medio hacer, con pr¨®logo de Carlos Pardo y publicada por N¨®rdica. La misma editorial acaba de presentar, en edici¨®n biling¨¹e del propio Mascar¨®, Deshielo a mediod¨ªa. Con ambas antolog¨ªas se completa la traducci¨®n de la docena de libros que Transtr?mer ha publicado entre 1954 y 2004, un panorama que incluye Visi¨®n de la memoria, las breves pero intensas p¨¢ginas autobiogr¨¢ficas publicadas en 1996 y recogidas en El cielo a medio hacer.
Su gran capacidad metaf¨®rica viene de la contemplaci¨®n, no del surrealismo
As¨ª, el lector espa?ol tiene acceso a la obra de un autor cuyo papel en la literatura mundial est¨¢, seg¨²n Kjell Espmark -poeta y acad¨¦mico sueco-, a un pelda?o del que jugaron paisanos suyos como Swedenborg para el romanticismo y el simbolismo o Strindberg para mundos tan dispares como el intimismo dram¨¢tico, el expresionismo alem¨¢n o el teatro del absurdo. Transtr?mer comenz¨® a publicar en los a?os cincuenta y en los sesenta pas¨® por el purgatorio de no ser un escritor escol¨¢sticamente comprometido, pese a la carga cr¨ªtica de poemas como En los suburbios del trabajo o Zona de arrabal. En los setenta las consignas volv¨ªan a dejar sitio a alguien al que se hab¨ªa tratado de coleccionista de im¨¢genes y al que alguna vez se quiso descalificar con un elogio: esp¨ªritu contemplativo.
Traducido universalmente por grandes poetas como Robert Bly (al ingl¨¦s) o Bei Dao (al chino) y santo de la devoci¨®n del fallecido Nobel ruso Joseph Brodsky, la poes¨ªa de Transtr?mer ha sido vertida a m¨¢s de medio centenar de lenguas. El propio Brodsky reconoci¨® haberle "robado" m¨¢s de una met¨¢fora, y la met¨¢fora es una de las piedras angulares de una obra que, por buscarle vecinos, est¨¢ m¨¢s cerca del laconismo cercano a la narratividad de los imaginistas anglosajones que de la exuberancia de los surrealistas franceses pese a que no ha faltado quien lo llamase surrealista descarriado. Su enorme capacidad metaf¨®rica y de asociaci¨®n de im¨¢genes no viene de la escritura autom¨¢tica, sino de la contemplaci¨®n, ese insulto, del sue?o pasado por el matiz de la vigilia.
Tomas Transtr?mer ha escrito un buen pu?ado de haikus y toda su obra parece atravesada por el esp¨ªritu de observaci¨®n, precisi¨®n y sugerencia de la estrofa japonesa. Sin necesidad, eso s¨ª, de limitarse a los famosos tres versos. Para el autor de t¨ªtulos como Visi¨®n nocturna, La barrera de la verdad o El gran enigma, la inspiraci¨®n es muchas veces un simple abrir los ojos y un poeta, alguien que intuye antes que nadie que "la semilla golpea bajo la tierra", alguien que est¨¢ ah¨ª pero que tambi¨¦n, dice ¨¦l mismo, sabe desaparecer, "a la vez topo y ¨¢guila".
Para el autor sueco, adem¨¢s, la m¨²sica es un refugio personal y una ¨¦tica p¨²blica: "Izo la bandera Haydn -significa: / 'No nos rendimos. Pero queremos paz'. / La m¨²sica es una casa de cristal en la ladera / donde vuelan las piedras, donde las piedras ruedan. / Y ruedan las piedras y la atraviesan / pero cada ventana queda intacta", dice en Allegro. Lo salvaje no tiene palabras, advierte, pero la m¨²sica llega adonde el lenguaje no podr¨¢ llegar nunca. "Lo ¨²nico que quiero decir / reluce fuera de alcance / como la plata / en la casa de empe?os", reza el primer poema del primer libro que public¨® tras el ictus. Basta con cerrar los ojos, tambi¨¦n el aviso es suyo, para o¨ªr claramente.
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