El embudo democr¨¢tico
Con la acampada en Wall Street, la indignaci¨®n popular con la crisis termina de cubrir todo el arco pol¨ªtico y geogr¨¢fico que va desde Estados Unidos a Grecia. A primera vista, hay pocas semejanzas entre ambos casos. Mientras que la Grecia de Papandreu est¨¢ en crisis debido a un Estado clientelista sumamente ineficiente que se ha endeudado hasta lo insostenible, el Estados Unidos de Obama es v¨ªctima de unos mercados financieros que han implosionado y llevado la econom¨ªa al colapso. Fallo de Estado a un lado, fallo de mercado al otro, podr¨ªamos decir simplificando.
Sin embargo, Grecia y Estados Unidos se parecen mucho m¨¢s de lo que sospechamos estos d¨ªas. La arquitectura nos da una buena pista: que los edificios p¨²blicos de Washington y Nueva York reproduzcan tan fehacientemente el ideal griego no es una casualidad. Atenas y Washington son la cuna de la democracia: la primera de la democracia directa, la segunda de la democracia representativa. Ese ideal, tan magistralmente explicitado en dos textos con una impresionante similitud, la Oraci¨®n f¨²nebre de Pericles y el discurso de Lincoln en Gettysburg, es el que hoy est¨¢ cuestionado. Primero le toc¨® el turno a la democracia directa, que degener¨® en populismo, demagogia e ingobernabilidad. Viendo el tr¨¢gico final de S¨®crates, forzado a tomar la cicuta, no es de extra?ar que los padres fundadores de Estados Unidos rechazaran hablar de democracia y prefirieran describir su sistema pol¨ªtico como de "gobierno representativo", es decir, un sistema en el que m¨¢s que permitir al pueblo gobernarse a s¨ª mismo, se le conced¨ªa el poder de elegir y deponer a sus gobernantes regularmente como forma de preservar sus libertades (m¨¢s exactamente, la vida, la libertad y la b¨²squeda de la felicidad, como dir¨ªa la Declaraci¨®n de Independencia de Estados Unidos)
Cuando la crisis ha irrumpido con fuerza, los sistemas pol¨ªticos han quedado al desnudo
Con todas sus limitaciones, este sistema de gobierno ha sido sumamente exitoso: all¨¢ donde se ha instaurado, raramente ha retrocedido, y cuando lo ha hecho, ha terminado por volver a imponerse. Al menos en nuestro contexto pol¨ªtico y geogr¨¢fico, la democracia representativa se ha impuesto tanto al fascismo como al comunismo y, aunque siempre penden sobre ¨¦l amenazas populistas y nacionalistas, la conjunci¨®n de gobiernos representativos y econom¨ªas de mercado ha solido desembocar en sociedades abiertas, respetuosas con la libertad, el bienestar y la diversidad. El problema es que la democracia representativa no s¨®lo se ha hecho insustituible hacia fuera, sino tambi¨¦n hacia dentro porque la democracia directa no es una alternativa v¨¢lida para gobernar sociedades tan complejas como las nuestras. Y en ese camino, la democracia se ha anquilosado precisamente en su punto central, en el que se refiere a la representatividad de los gobiernos ante las demandas de los gobernados.
Con el tiempo, estos gobiernos han sido capturados por dos agentes: los partidos pol¨ªticos, que han convertido nuestros sistemas pol¨ªticos en partitocracias gobernadas por una clase pol¨ªtica que no rinde cuentas ni es transparente, y los mercados, que han sometido el poder pol¨ªtico a sus intereses particulares convirti¨¦ndose en una esfera de poder aut¨®noma. La consecuencia es que el inter¨¦s general ha quedado relegado a un segundo plano como principio inspirador de las pol¨ªticas p¨²blicas y la rendici¨®n sistem¨¢tica de cuentas anulada como mecanismo de control en manos de la ciudadan¨ªa. Por tanto, a la vez que la cantidad de democracias en el mundo se ha extendido consistentemente, la calidad de las democracias se ha deteriorado considerablemente. La mayor¨ªa de nuestros pa¨ªses son hoy democracias en todas las dimensiones que nos hacen definirlas como tales, pero est¨¢n lejos de ser democracias de calidad como las que sus ciudadanos merecen y aspiran. En tiempos de bonanza econ¨®mica, cuando los recursos eran crecientes y los problemas distributivos m¨¢s f¨¢cilmente resolubles, la tensi¨®n inherente entre eficacia y representatividad se resolv¨ªa f¨¢cilmente a favor de la eficacia y en detrimento de la representatividad. Pero cuando la crisis econ¨®mica ha irrumpido con toda su fuerza nuestros sistemas pol¨ªticos han quedado al desnudo pues a su incapacidad de gestionar la econom¨ªa (bien por incompetencia o porque las soluciones no est¨¢n en el ¨¢mbito nacional) han a?adido la exposici¨®n tanto de sus miserias representativas como su sometimiento al poder de los mercados, cuyos desmanes se muestran incapaces de regular. El ideal de democracia ateniense fracas¨® y tard¨® cientos de a?os en volver a reinventarse; la democracia representativa, a pesar de no estar sometida a discusi¨®n desde fuera, entrar¨¢ en una important¨ªsima crisis interna si no consigue desengrasar los canales de representaci¨®n y gobernar eficientemente los mercados en pro del inter¨¦s general. Desde Atenas a Wall Street, el ideal de la democracia pugna por sobrevivir.
Twitter: @jitorreblanca
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