Europa es el mal y el remedio
El autor considera necesarias nuevas cesiones de soberan¨ªa: armonizaci¨®n de las reglas nacionales, convergencia de las pol¨ªticas fiscales y presupuestarias, un gobierno econ¨®mico com¨²n
La crisis de Europa es la causa o la consecuencia de la crisis financiera actual?
En un sentido, s¨ª, tal vez sea su causa. ?Acaso la crisis griega no fue, tras el asunto de las subprimes, en 2008, el segundo detonante, el segundo tiempo de ese motor de explosi¨®n, la segunda espira de la espiral, el segundo virus -pero europeo, esta vez- de lo que llamamos la crisis? Y, desgraciadamente, quien dice Grecia, ?no dice tambi¨¦n mala entrada en Europa, insuficiencia de los criterios de convergencia que hubieran debido presidirla, fallo de todos los radares, de todos los sistemas de alarma o, parafraseando a Walter Benjamin, de todos los avisadores de incendios de los que Europa se hab¨ªa dotado y que no funcionaron? No se trata, claro est¨¢, de llegar a los extremos a los que se aventuraron los se?ores Cameron y Obama. No se trata de ver en los defectos de gobernanza de la zona euro la principal amenaza que pesa sobre la econom¨ªa mundial. Pero es evidente que esos defectos de gobernanza han desempe?ado su papel y que, m¨¢s all¨¢ del problema griego, el proceso de ampliaci¨®n, que fue y sigue siendo una de las m¨¢s bellas utop¨ªas de nuestra generaci¨®n, ha sido mal conducido, produce efectos perversos y contribuye al actual malestar en la civilizaci¨®n.
Quien dice Grecia, ?no dice tambi¨¦n mala entrada en Europa, fallo de todos los radares y los sistemas de alarma?
Europa es a la vez uno de los or¨ªgenes de la crisis y el medio para superarla, el veneno y el contraveneno
En otro sentido, por supuesto, es su consecuencia. En efecto, como todos sabemos, la ca¨ªda de los mercados financieros, el desajuste del sistema bancario occidental, la p¨¦rdida total de riqueza que se deriva de ambos (216.000 millones de euros a fecha de 3 de octubre, contando solo los blue chips del CAC 40 franc¨¦s) y la especulaci¨®n no solo est¨¢n acelerando la degradaci¨®n de Grecia, sino tambi¨¦n la de Portugal, Irlanda, Espa?a e Italia. Y se empieza a percibir c¨®mo esas degradaciones en cadena podr¨ªan hacer que unos escenarios catastr¨®ficos que, ayer mismo, parec¨ªan cosa de pol¨ªtica ficci¨®n o de un capricho soberanista lleguen a ser, si no plausibles, al menos imaginables. ?Fragmentaci¨®n de la zona euro? ?Paso a un euro de dos velocidades? ?Retorno de los ego¨ªsmos patri¨®ticos? ?Repliegue sobre la parcela de los intereses nacionales a corto plazo, mal pensados? Por suerte, todav¨ªa no hemos llegado tan lejos. Hasta ahora, la pareja franco-alemana viene esforz¨¢ndose por conjurar la tentaci¨®n de lo peor. Pero que lo peor sea considerado, que figure, a t¨ªtulo de hip¨®tesis, en los cuadros de mando de la ¨¦poca, que cierto n¨²mero de personas bienintencionadas comiencen a acostumbrarse a ¨¦l y a disimularlo, todo esto demuestra que, hoy por hoy, nada es imposible -incluida la agon¨ªa de ese gran proyecto europeo que cre¨ªamos tan profundamente inscrito en un sentido de la historia abstracto y perezoso que, finalmente, olvidamos trabajar en su inscripci¨®n real, concreta, laboriosa, en la historicidad del siglo.
Pero la verdad es sobre todo que Europa, antes de ser causa o consecuencia, deber¨ªa ser soluci¨®n. La verdad es que mantener el rumbo de Europa, no retroceder en las conquistas e incluso reactivar la m¨¢quina de fabricar m¨¢s integraci¨®n y federalismo europeos -?y no menos!- es la ¨²nica oportunidad para romper este funesto engranaje, para no caer cada vez m¨¢s bajo en la desregulaci¨®n y para no llegar a ser, en todo caso, la zona de depresi¨®n de una econom¨ªa-mundo de cuyo crecimiento ya solo tiren las econom¨ªas emergentes de Asia y Am¨¦rica del Sur, as¨ª como, por supuesto, unos Estados Unidos recuperados. ?Concretamente? En los pa¨ªses m¨¢s ricos, un esfuerzo de solidaridad, no solo consentido, sino constante (la salida de Grecia de la zona euro ser¨ªa para todo el mundo, y no hay que cesar de repetirlo, una inmersi¨®n en lo desconocido con efectos sist¨¦micos literalmente incalculables). En los pa¨ªses m¨¢s afectados, un esfuerzo de rigor, no ya aceptado con desgana, por obligaci¨®n, sino asumido, explicado, secundado por el pensamiento que deber¨ªa acompa?arlo (?de qu¨¦ servir¨ªan unos planes de austeridad que no vinieran de la mano de un aut¨¦ntico programa de lucha contra la mala fe y la briboner¨ªa que nos condujeron al borde del abismo?). En todos ellos, para terminar, una armonizaci¨®n de las reglas nacionales, una convergencia de las pol¨ªticas fiscales y presupuestarias, una instituci¨®n de un gobierno econ¨®mico com¨²n, e incluso de un ministro de Finanzas europeo, una conversi¨®n tambi¨¦n, a trav¨¦s de los famosos eurobonos, de la deuda continental; en resumen, unas nuevas cesiones de soberan¨ªa sin las cuales el caos se sumar¨¢ a la debacle y la recesi¨®n al caos (hay quien sue?a con una Europa en la que la quiebra de un Estado miembro no tuviera ni m¨¢s ni menos consecuencias que la suspensi¨®n de pagos de California en Estados Unidos).
Que Europa sea a la vez el nombre del mal y el del remedio, que sea uno de los or¨ªgenes de la crisis y el medio para superarla no deber¨ªa sorprender a aquellos que recuerdan las lecciones de nuestros maestros. ?No fue la misma palabra, el mismo ph¨¢rmakon, lo que, precisamente en los or¨ªgenes de Europa, en esta Grecia que fue su cuna antes de ser su miembro enfermo, designaba el veneno y el contraveneno, la lesi¨®n y su tratamiento, la cicuta socr¨¢tica y el buen veh¨ªculo que permit¨ªa el acceso a la vida eterna y a la idea, la mala droga y el filtro ben¨¦fico? Pues, del mismo modo, hoy, Europa es el nombre de un fracaso provisional y, m¨¢s que nunca, el de una esperanza.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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