Aprender a ser flexible
Mi amiga Angelines empieza el d¨ªa ya cansada. Nada m¨¢s sonar el despertador, su cabeza repasa todas y cada una de las obligaciones del d¨ªa: horarios que cumplir, tareas profesionales y dom¨¦sticas, viajes de los hijos de aqu¨ª para all¨¢, encargos que le pidieron su marido y su madre, las llamadas de rigor a algunos familiares y las felicitaciones de cumplea?os de sus amigos (no ha fallado ni una vez en 25 a?os)... Su vida se convierte cada d¨ªa en una prueba de obst¨¢culos a superar. Al acostarse, resopla un poco como el que por fin llega a la meta, aunque le invade la duda de si lo hizo todo bien. Quisiera ser de otra manera, pero su mente r¨ªgida no lo permite.
Muchas personas como Angelines han crecido con un sentido obediente de la existencia. Al contrario de los rebeldes, con o sin causa, han aprendido a acarrear con las expectativas de los dem¨¢s que tan buenos dividendos afectivos les dieron en la infancia. Ahora, de mayores, un ej¨¦rcito de hombres y mujeres no saben c¨®mo salir de esa condenada visi¨®n de la existencia en la que no pueden, o no se atreven, a transgredir sus propias obligaciones. Nacidas en el crisol de una cultura judeocristiana, muy dada a la exhortaci¨®n del sacrificio, se convierten en cumplidoras y, para colmo, perfeccionistas. Nada les sabe tan mal como defraudar a los dem¨¢s, tenerles que decir que no pueden, desobedecer a la autoridad, equivocarse en un examen o ser pilladas en un renuncio cuando son el ejemplo perfecto de la virtud y el control.
"A muchas personas les cuestan horrores los cambios, no les gustan las sorpresas y prefieren una vida ordenada y repetitiva"
ESFUERZO Y OBEDIENCIA
Haz lo que dices y no digas lo que haces (Giovanni Boccaccio)
Convertirse en un buen ni?o o una ni?a buena tiene su precio al cabo del tiempo. Sin apenas darse cuenta, esas personas que demostraron en su infancia disponer de una impecable capacidad de adaptarse a todo se encuentran atrapadas en una curiosa paradoja: convierten la virtud en defecto, es decir, su mayor esfuerzo diario consiste en seguir obedeciendo a las expectativas de los dem¨¢s, a las normas sociales, a las obligaciones que ellas mismas se imponen, aunque no haga falta alguna. Siguen adapt¨¢ndose, solo que ahora el verbo ha cambiado. Ahora "acarrean" con todo. ?Menudo esfuerzo!
Donde m¨¢s acarrean los sufridos "buenistas" es ante los deseos, expectativas y normas de aquellos con los que se encuentran vinculados afectivamente. Por un supuesto amor a la pareja, a los hijos o a los amigos, asumen todos los esfuerzos que a los otros les cuestan o, en seg¨²n qu¨¦ casos, no les apetecen. Ese mal entendido amor carga con las pesadeces de los dem¨¢s por mucho que se quejen de ello. Sienten que su destino no es otro que hacerse cargo del sufrimiento ajeno, aunque en el fondo presienten que es el mismo diablo el que les toma el pelo.
Encerradas en el c¨ªrculo del deber autoimpuesto, se hacen cargo de sus propios lamentos porque, seg¨²n dicen, "lo que ellas no hagan no lo har¨¢n los dem¨¢s". Me temo que tambi¨¦n piensan que "nadie lo har¨¢ como ellas". Esa creencia, precisamente, es la que sostiene una falsa manera de entender las relaciones. De los actos generosos y altruistas en los que no se espera nada a cambio, esas personas lo viven al rev¨¦s: porque se esfuerzan en ser generosas y abnegadas, esperan ser amadas. Demasiadas expectativas, demasiados sobreesfuerzos para acabar, al final, agotadas e infelices. ?Malditos hombres buenos! Que dir¨ªa Nietzsche.
UNA MORAL INFLEXIBLE
La palabra es libre; la acci¨®n, muda; la obediencia, ciega (Schiller)
Muchas personas no se permiten ser flexibles con ellas mismas, en cambio lo son mucho m¨¢s con los dem¨¢s, aunque les pese. Es decir, les consienten lo que no se permiten a s¨ª mismas, lo que revierte en su propia incapacidad de poner l¨ªmites. Suelen ser hiperresponsables, obedientes a las ¨®rdenes jer¨¢rquicas, disciplinadas y de una moral inflexible. Aunque aceptan que cada uno haga lo que quiera hacer, ellas no se lo permiten, no pueden ser "malas" con los dem¨¢s y, para colmo, se culpan de ello. Si un d¨ªa se pasan un pel¨ªn de la raya, se averg¨¹enzan tanto que la autoinculpaci¨®n los corroe por dentro.
Muchas personas "obedientes" suelen sufrir de "rigidez mental", es decir, les cuestan horrores los cambios, no les gustan demasiado las sorpresas y prefieren una vida ordenada e incluso repetitiva, antes que verse envueltas en la peligrosa ruleta del azar. Cada vez que llamo a mi amiga Angelines para quedar con ella, a sabiendas de que le encanta encontrarse conmigo, es incapaz de renunciar a sus programaciones previstas. La pobre se pasa la llamada recit¨¢ndome la agenda de actividades que tiene previstas o las limpiezas que todav¨ªa le quedan por hacer en la casa. No se da cuenta de que la mayor¨ªa de tareas son autoimpuestas, que no tiene que hacerlo todo, ni nadie le va a pedir explicaci¨®n alguna. Pero su mente y su moral son inflexibles, no hay espacio para la improvisaci¨®n.
Existe otra modalidad de esfuerzo autoimpuesto, que practican los que habitan en la insatisfacci¨®n permanente, forzando cambios en su vida innecesarios. El gran maestro Jiddu Krisnhamurti ejemplariza esta idea de forma muy entendedora: "Un r¨ªo pasa fluyendo, lleno, potente, caudaloso. Cruzar el r¨ªo se convierte en un problema cuando quiero alcanzar la otra orilla, donde creo que hay m¨¢s libertad, m¨¢s belleza, m¨¢s encanto, m¨¢s paz, etc¨¦tera. Pero veo que no puedo cruzar el r¨ªo: no tengo barca, no puedo nadar, no s¨¦ qu¨¦ hacer. Por tanto, ?qu¨¦ le pasa a mi mente? No est¨¢ satisfecha con permanecer en esta orilla. Pero no tiene ning¨²n problema. Mi herida no es un problema. Es tan simple que nos negamos a verlo".
NO ES NECESARIO COMPLICARSE
La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se traza (Rousseau)
Creamos problemas all¨ª donde no los hay. Construimos estados de duda por tener que tomar decisiones que nadie nos pide. Confundimos la insatisfacci¨®n con un problema angustioso que se debe resolver. No obstante, la insatisfacci¨®n, las heridas, la impotencia, son situaciones, estados que sentimos y que no necesitan resolverse, sino aceptarse. ?Qu¨¦ ganas de vivir con problemas!
Volvamos a Nietzsche. En boca de Zaratustra nos previene que el gran drag¨®n se llama "t¨² debes", mientras que el esp¨ªritu del le¨®n dice "yo quiero". Si uno pretende que todos los valores reluzcan en ¨¦l, renunciar¨¢ a lo que quiere, a crearse su libertad, para convertirse en lo que debe o en lo que deber¨ªa, un obediente esp¨ªritu de la pesadez. Hubo un tiempo en el que no hab¨ªa mayor consagraci¨®n que la de cumplir con lo debido. Hoy, faltar a nuestra fuerza transformadora, a nuestra creatividad, a vivir en lo que amamos, es renunciar al poder de nuestra voluntad. Conquistar nuestra libertad pasa por librarse tambi¨¦n del apego a una obediencia excesiva. Nos pueden ser ¨²tiles tres posibles instrucciones: ocuparse sin exigir, amar sin imponer condiciones y avanzar hacia los objetivos sin apego por los resultados. No son ninguna obligaci¨®n, aunque pueden proporcionar una vida con menos complicaciones.
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