"Todo el mundo tiene un lado oscuro y otro luminoso"
Abogado criminalista, escritor y nieto de uno de los grandes l¨ªderes del III Reich condenados en N¨²remberg, Ferdinand von Schirach es de esos personajes que uno se pirra por conocer. Y no decepciona. Acaba de publicar en Espa?a Cr¨ªmenes (Salamandra; en catal¨¢n, en Emp¨²ries), una selecci¨®n de un pu?ado de los m¨¢s de setecientos casos en los que ha trabajado como abogado defensor y cuya brevedad contrasta con la incre¨ªble emoci¨®n que provoca su lectura. "En realidad, hablo del ser humano, de sus fracasos, de su culpa y su grandeza", dice el autor de sus escuetos relatos, convertidos en best seller en Alemania durante casi un a?o, traducidos a m¨¢s de treinta idiomas y alabados por la cr¨ªtica internacional. Von Schirach narra con asombroso y conmovedor conocimiento del alma humana historias reales de asesinatos y delincuentes, algunas terribles, espantosas, pero lo hace con sobriedad e inteligencia y sin convertir a sus protagonistas en monstruos. Sostiene que los criminales, incluso los peores, no son muy distintos de nosotros y describe sus acciones con una mirada que se esfuerza por comprender, te?ida de piedad y en alg¨²n caso incluso de ternura.
"No hay que darse demasiada importancia a uno mismo. Es muy aburrido"
"La culpa es algo que solo se atribuye a una persona, no pasa de padres a hijos"
Le otorga una dimensi¨®n muy especial a la figura de Ferdinand von Schirach y a su impl¨ªcita meditaci¨®n sobre la maldad y la culpa el hecho de que sea nieto de Baldur von Schirach (1907-1974), l¨ªder de la juventud nazi, diputado del Reichstag, gauleiter y gobernador de Viena durante la II Guerra Mundial, uno de los favoritos de Hitler -en un caso muy similar al de Albert Speer, y, como este, juzgado en N¨²remberg y condenado a la misma pena de 20 a?os de prisi¨®n, que cumpli¨® en Spandau-. La relaci¨®n del abogado y escritor con su siniestramente famoso abuelo es compleja: no pone en absoluto en tela de juicio su culpabilidad, pero tampoco ha convertido la circunstancia del parentesco en algo que le obsesione o abrume y no digamos ya que merezca expiaci¨®n alguna. En realidad, no habla del tema. Hace unas semanas public¨® en Der Spiegel un texto en el que pretend¨ªa zanjar el asunto de una vez por todas y expresar excepcionalmente sus ideas y sentimientos al respecto. En esta entrevista con EL PA?S, sin embargo, accedi¨® de manera ins¨®lita, en el calor de la conversaci¨®n -y gracias a la menci¨®n de conocidos comunes-, a contestar preguntas sobre su antepasado.
Ferdinand von Schirach (M¨²nich, 1964) llega a la cafeter¨ªa berlinesa en que nos hemos citado, en Charlottenburg, con unos minutos de retraso y pone patas arriba el escenario sugiriendo que hagamos la entrevista fuera, en la terraza -llueve, pero hay un toldo-. Es un hombre juvenil y simp¨¢tico, de sonrisa agradable y rostro franco (aunque con unos inquisitivos ojos azul oscuro), que inmediatamente saca un cigarrillo de una pitillera y lo fuma con deleite. Viste traje, pero con un polo negro. Los primeros minutos se van en cortes¨ªas y datos biogr¨¢ficos, tiempo que aprovecha para juzgar a su interlocutor. Con la gente que ha tratado, incluso can¨ªbales, le parecer¨¦ de buena pasta.
Le imaginaba mayor. S¨ª, es que lo soy.
No, quiero decir por los relatos de sus casos, su libro, da la impresi¨®n de una persona muy vivida, con un gran conocimiento de la gente. Si haces muchos a?os derecho criminal, acumulas m¨¢s experiencias que una persona corriente. No hay otra profesi¨®n en la que te metas tanto en la vida de los otros, a excepci¨®n, quiz¨¢, de la de m¨¦dico.
O polic¨ªa. S¨ª, tambi¨¦n. Pero su conocimiento de las personas est¨¢ m¨¢s mediatizado. Si un polic¨ªa oye un grito, entra en una habitaci¨®n y ve a un hombre con un cuchillo en la mano inclinado sobre una mujer cubierta de sangre, tiene que tener claro que el hombre es el asesino. El abogado debe decirse que parece el asesino.
D¨¦jeme decirle que inicialmente era esc¨¦ptico con su libro. ?Un abogado que escribe de sus casos! Y, sin embargo, el primer relato ya me dej¨® casi con l¨¢grimas en los ojos. Esa historia del anciano que mata a su mujer despu¨¦s de tantos a?os, esa mezcla de desolaci¨®n y bondad que impregna la historia... Gracias. Lo curioso es que casos como ese no son raros. Todo el mundo intenta vivir honestamente y hacer las cosas bien. Pero algunos llegan a una situaci¨®n l¨ªmite y no pueden reaccionar de otra manera. No siempre se acaba en asesinato, pero ?cu¨¢ntas personas conoces a tu alrededor que sufren en su matrimonio y que no se separan por motivos que vistos desde fuera parecen absurdos? Solo tenemos esta vida, tan corta, y, sin embargo, la gente est¨¢ dispuesta a ser infeliz.
Cuenta usted historias muy tristes. ?C¨®mo sobrevive a ellas? ?Se ha vuelto duro, c¨ªnico? Jam¨¢s, un c¨ªnico es alguien que ya no tiene vida, un pobre individuo. Entre los abogados penales hay algunos que se han vuelto c¨ªnicos, pero no es la soluci¨®n. Hay que querer al ser humano si ejerces una profesi¨®n as¨ª. Al final, todo el mundo tiene un lado oscuro y otro luminoso. Y t¨² tienes que ver el conjunto. Cuando somos j¨®venes tendemos a hacer juicios muy rotundos, pero la vida no es as¨ª. Al hacerte mayor ves m¨¢s facetas.
Con tanto matiz, ?c¨®mo puede haber justicia?, ?c¨®mo practicar el derecho? Es dif¨ªcil de contestar. Sabemos que el cerebro de un suicida es igual que el del que mata por amor. Uno puede elegir matarse o matar a su amante. A veces lo que pasa al final es simplemente casualidad. Precisamente porque las cosas no son blanco o negro es por lo que para los delitos no hay un castigo fijo. El juez tiene que encontrar la medida de la culpabilidad. Establecer el grado de culpa. Averiguar si alguien ha sido o no el asesino... eso se resuelve r¨¢pido. Lo otro cuesta m¨¢s. El abogado tiene entonces que poner en la balanza todos los elementos de responsabilidad. En realidad, si hace bien su trabajo, el abogado es un buen contador de historias.
?Cree que existe el mal, el mal en estado puro? No sabr¨ªa decir. El mal es un territorio muy oscuro, est¨¢ detr¨¢s de una cortina, es algo que no podemos ver ni definir, misterioso. Los juicios existen para dar nombre a esa cosa oscura. El hecho horrible, si se traduce al lenguaje se hace comprensible y soportable. As¨ª se puede conjurar el horror.
Hay cr¨ªmenes que no admiten relativismo alguno. El nazismo... Hay cr¨ªmenes que siguen siendo horribles por mucho que los traduzcas en palabras, como los de los nazis. Los cr¨ªmenes pol¨ªticos son injustificables e imperdonables. Son cr¨ªmenes planificados en un escritorio, fr¨ªos y organizados. Para m¨ª, carecen de inter¨¦s. Tampoco me interesan los de los psic¨®patas, los enfermos, gente que tiene l¨ªmites mucho m¨¢s bajos para la reacci¨®n afectiva que nosotros. Nosotros vemos a una mujer desnuda y si es guapa nos alegramos, el psic¨®pata necesita arrancarle la piel para sentir la misma felicidad. Mucho relato policiaco trata solo de eso, de un desorden mental: no me interesa. En una tercera categor¨ªa est¨¢n las personas normales que en alg¨²n momento salen de la sociedad, toman un camino equivocado, un camino que les lleva a un lugar en el que el hielo se resquebraja bajo sus pies. No se diferencian de nosotros, pero les pasa algo y reaccionan as¨ª. Es dif¨ªcil explicar lo que les pasa por la cabeza. Lo que los lleva a asesinar. Pero muchas veces es una cuesti¨®n de grado. Si en una discusi¨®n con tu pareja gritas, eso no est¨¢ lejos de insultar, y de ah¨ª a la primera bofetada hay un recorrido no muy largo y no cuesta tanto pasar al pu?etazo.
Bueno, no ser¨¢n tan normales. Deseng¨¢?ate, lo llevamos dentro todos.
En sus casos, no s¨¦, el del chaval que siente deseos de comerse a su novia y empieza por un cacho... Dialoga usted con ¨¦l con tanta ecuanimidad... Es la ¨²nica manera de sobrevivir, mantener la distancia. Los abogados temperamentales, pasionales, los de las pel¨ªculas, en realidad no sirven. Hay que ser fr¨ªos porque si no te perjudicas a ti y al cliente.
?Est¨¢ por encima de todo el cliente? De ninguna manera, no, no. Es deber del abogado defender al cliente y hacerlo de la mejor manera posible. Pero no es la misma relaci¨®n que tiene el pintor con su cliente, que si le dicen que pinte la habitaci¨®n de blanco lo hace.
Pero usted, si gana el caso y el acusado era culpable, deja libre a un criminal. Nunca. Si el tribunal sentencia que quede libre, ya no es culpable. El abogado no tiene que buscar si el acusado es culpable o no; si lo hace, lo hace mal, esa no es su funci¨®n. O, al menos, no lo es en un Estado de derecho.
?Eso no es ret¨®rica? Si se miran bien los casos de mi libro se ve que cuando un acusado queda libre no podemos estar seguros de que fuera en realidad culpable, aunque lo parezca. La justicia se representa con los ojos vendados y una balanza. El abogado tiene que poner todo lo que pueda en uno de los platos, porque el fiscal colocar¨¢ todo lo que sea capaz de poner en el otro. No ser¨ªa justo que el abogado no se empleara a fondo. Y como abogado estoy solo, mi ¨²nica arma es mi cabeza. El fiscal, en Berl¨ªn, tiene a 50.000 polic¨ªas que investigan contra el acusado.
No me resisto a que me explique lo del can¨ªbal japon¨¦s. Issei Sagawa se comi¨® a su novia en Par¨ªs en 1981. Lo deportaron, lo declararon demente y lo ingresaron en un psiqui¨¢trico, de donde sali¨® en unos meses porque se consider¨® que ya no le har¨ªa da?o a nadie m¨¢s. Dijo que la carne humana sabe a at¨²n. Hoy es cr¨ªtico gastron¨®mico en Tokio.
En uno de sus relatos habla de un comisario que recomendaba "sigan el dinero o el esperma", dec¨ªa que todos los asesinatos se explican por una cosa o la otra. Casi siempre, en un 90% de los casos.
Despu¨¦s de esos 700 casos criminales, ?qu¨¦ opina de la condici¨®n humana?
[Ferdinand von Schirach se toma mucho rato para contestar. Mientras piensa, ensimismado con el vaso de Perrier en la mano, tengo tiempo de mirar a la gente que pasa por la calle, a los ocupantes de las mesas vecinas. Imagino lo que hay detr¨¢s de sus fachadas de normalidad y me pregunto cu¨¢ntos ser¨¢n capaces de matar o incluso de comerse a alguien. Me digo que la conversaci¨®n me est¨¢ afectando demasiado].
Todav¨ªa amo al ser humano. Es parte de la condici¨®n humana convertirse en culpables de algo. No hace falta llegar al crimen. Todos decimos mentiras, enga?amos, somos crueles. La culpabilidad forma parte del ser humano. El ser humano lo puede todo: crear las Variaciones Goldberg, los jardines de Monet, llegar a la Luna... Pero eso es solo un lado de la moneda. Y tambi¨¦n est¨¢ el otro. Llega el momento en que dejas de juzgar al ser humano. Nadie puede escapar a la culpa, es como respirar. Sin ella ser¨ªamos santos, y los santos son muy aburridos. La culpa y lo que has vivido te vuelven interesante.
Bueno, o¨ªr eso es muy reconfortante. As¨ª es [r¨ªe].
?Le ha dado su oficio una actitud moral ante la vida? Probablemente. Todos extraemos una filosof¨ªa personal de nuestra vida y nuestro trabajo. Lo importante es aprender a mirar sin prejuicios. Recuerdo una vez que yendo en taxi, en un atasco, intim¨¦ con el conductor, que me parec¨ªa un tipo insignificante, sucio y grosero. Result¨® que era un m¨²sico reconocido que hab¨ªa dejado el piano y hab¨ªa decidido ser taxista. Pasamos una hora y media en aquel atasco hablando de Bach. ?Lo que me hubiera perdido de dejarme guiar por su aspecto! Otro axioma es que no debes darte demasiada importancia a ti mismo. Es muy aburrido entretenerse con uno mismo.
En todos los aspectos, si me permite el chiste. ?Ja, ja, ja!
?Cu¨¢nto hay de literatura en su libro? Todo es literatura, aunque solo sea por el hecho de que un caso de homicidio ocupa 15 carpetas, y mi relato, unas pocas hojas. Las carpetas son la realidad; lo otro, literatura. Lo interesante es que la literatura resulta m¨¢s verdad que la investigaci¨®n. He cambiado nombres, etc¨¦tera, por supuesto. Lo que queda es la esencia del caso.
Los relatos de 'Cr¨ªmenes' est¨¢n escritos en primera persona. ?Es usted el personaje? Cuando uno escribe, siempre escribe sobre s¨ª mismo. El abogado sirve de gu¨ªa al lector por las historias.
Sorprende percibir una nota de humor en algunas de ellas... No puedes estar siempre serio, la vida no es tan horrible, y hay que dar al lector alguna ocasi¨®n para que se relaje.
?Qu¨¦ opini¨®n le merece la moda de novela negra? Admiro a los grandes cl¨¢sicos del g¨¦nero, los Chandler, Hammett. Los autores n¨®rdicos tan le¨ªdos ahora me resultan aburridos. Esos asesinos en serie que matan a 20 personas...
Pues este verano escandinavo ha probado que eso no est¨¢ lejos de la realidad. Es cierto. De nuevo d¨¦jame decir que los psic¨®patas solo son enfermos y al final no resultan interesantes. La forma de exhibirlos en el g¨¦nero es como en los viejos circos con los monstruos. No digo en absoluto que autores como Mankell, que es muy le¨ªdo aqu¨ª en Alemania, no escriban muy bien, pero los casos...
Como abogado, ?qu¨¦ piensa de la justicia en el III Reich? Durante el nazismo, la corrupci¨®n de la justicia fue horrible y absurda. A los abogados jud¨ªos se les prohibi¨® ejercer, se crearon tribunales extraordinarios, se lleg¨® a condenar a muerte por el robo de un jab¨®n.
En la posguerra no se produjo una desnazificaci¨®n de la justicia. As¨ª es, no hab¨ªa c¨®mo sustituir a los jueces y a los abogados, ?de d¨®nde sacarlos? Mi primera novela, que acaba de aparecer en Alemania, aborda el tema del juicio durante la posguerra de los criminales nazis, a los que a menudo se impuso penas rid¨ªculas.
He conocido a varias personas descendientes de personajes del nazismo, la hija de Arthur Liebehenschel, que fue comandante de Auschwitz; Katrin Himmler, sobrina nieta de Heinrich Himmler... ?C¨®mo es Katrin?
Me parece una persona encantadora. Est¨¢ casada con un jud¨ªo. Ha escrito sobre su familia. Trata de entender. Est¨¢ en contacto con otros descendientes de nazis. ?Qu¨¦ horrible!
Y usted, ?c¨®mo lo lleva? No suelo decir nada de eso en las entrevistas.
Baldur von Schirach tuvo una hija, Angelika Benedikta, y tres hijos, Klaus, Robert y Richard. ?Cu¨¢l es su padre? Robert. Vaya, conoces a la familia.
?Qu¨¦ piensa de su abuelo? La culpa de mi abuelo es indiscutible. Es de la primera categor¨ªa criminal que habl¨¢bamos antes, la pol¨ªtica. Si me preguntas por mi relaci¨®n con ¨¦l... seg¨²n los tribunales, la culpa es algo que solo se atribuye a una persona, no pasa de padres a hijos. La culpa de mi abuelo es la culpa de mi abuelo. Yo tengo la responsabilidad del apellido y te aseguro que me la tomo muy en serio.
?Le influy¨® esa circunstancia para hacerse abogado? No lo s¨¦. Si lo hizo, fue inconscientemente. En 500 a?os ha habido muchos abogados en mi familia.
?Le atormenta la relaci¨®n? No. Es una responsabilidad como dec¨ªa. De joven reflexion¨¦ mucho sobre ello. Si tienes mi apellido, tienes que plantearte cuestiones muy fundamentales. Hab¨ªa dicho que no hablar¨ªamos sobre esto. Comprendo el inter¨¦s, de verdad, pero entiende: cuando mi abuelo sali¨® de la c¨¢rcel, yo ten¨ªa dos a?os, y cuando lo vi por ¨²ltima vez, seis. Tengo el recuerdo de un hombre muy delgado, con un ojo tapado, que caminaba despacio y ten¨ªa una colecci¨®n de bastones. No tengo ning¨²n contacto con otros familiares de nazis. Me resulta muy rid¨ªculo. La biograf¨ªa de mi abuelo no encaja en el grupo de los otros nazis, gente como Goebbels o Himmler ten¨ªan un origen social muy diferente. La familia Von Schirach siempre fue de clase alta, nada que ver.
A su abuelo uno lo asocia m¨¢s con Speer. Speer era un mentiroso. Estuvo presente en el discurso de Himmler en Posen, donde este habl¨® abiertamente del Holocausto, y luego neg¨® haber asistido para justificar su aseveraci¨®n de que no sab¨ªa lo que pasaba con los jud¨ªos. Mi abuelo estuvo en Posen, sab¨ªa lo de los jud¨ªos, sin duda alguna.
Baldur von Schirach, hijo de un noble jefe del regimiento de coraceros de la Guardia Prusiana y director del Hoftheater de Weimar, que ya es mezcla, se cas¨® con Henriette Hoffmann, la hija del viejo camarada y fot¨®grafo personal de Hitler, Heinrich Hoffmann. Hitler adoraba a Henriette y ten¨ªa en gran estima a Baldur, el m¨¢s joven y pijo de su s¨¦quito, que le dedicaba encendidos poemas y al que nombr¨® l¨ªder de las Juventudes Hitlerianas. Hizo de testigo en la boda de ambos (el otro fue Ernst R?hm). Pero hubo un desencuentro. En el Berghoff, en 1943. ?Qu¨¦ pas¨® exactamente? La historia es cierta. Mi abuela hab¨ªa presenciado en Holanda una deportaci¨®n de mujeres y ni?os jud¨ªos y se lo reproch¨® c¨¢ndidamente a Hitler. Este mont¨® en c¨®lera. Lo peor para mi abuelo es que en ese momento, si no antes, debi¨® apuntarse a la resistencia y no lo hizo. Era su deber, era un arist¨®crata. De buena cuna por ambos lados. Su madre era estadounidense, descendiente directa de los peregrinos del Mayflower...
Otro antepasado suyo fue mayor en el Ej¨¦rcito de la Uni¨®n, perdi¨® una pierna en Bull Run y form¨® parte de la guardia de honor en torno al f¨¦retro de Lincoln. Nunca he entendido qu¨¦ le atra¨ªa a mi abuelo, un hombre de cultura, adinerado y con clase, de los nazis, de ese mundo de cervecer¨ªas y brutalidad. La ambici¨®n supongo.
En Viena, sus abuelos viv¨ªan una vida de gran lujo, como soberanos habsb¨²rguicos, rodeados de porcelana y gobelinos, y consagrados a reactivar la vida cultural de la ciudad. Me ha sorprendido saber que organizaban lecturas de versos de Stefan George, el poeta que form¨® a los hermanos Von Stauffenberg y tanto influy¨® en Claus, el autor del atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. Pero mi abuelo nunca form¨® parte del c¨ªrculo de George, que era como una secta.
?Qu¨¦ opina de Claus von Stauffenberg? Un nieto suyo se sentaba a mi lado en la escuela, somos amigos a¨²n. Su apellido suena mucho mejor. No todo era perfecto en Von Stauffenberg, pero, por or¨ªgenes y cultura, a mi abuelo le hubiera correspondido estar de su lado el 20 de julio.
Baldur von Schirach pronunciaba encendidos discursos contra los hebreos acus¨¢ndoles de fomentar la concupiscencia entre la juventud y tach¨¢ndolos de peligro para la cultura europea. En Viena, mientras dictaba la cultura de la ciudad, proporcionaba toda la ayuda a las SS para la deportaci¨®n de los jud¨ªos, hasta que en 1942 se manifest¨® orgulloso de haber dejado la capital 'judenrein', limpia de jud¨ªos. ?pera y deportaci¨®n. No se puede pensar peor de ¨¦l. Su culpa es tan grande que no puede serlo m¨¢s. Pero yo soy yo.
El defensor y su abuelo
Ferdinand von Schirach (M¨²nich, 1964) estudi¨® en los jesuitas, cumpli¨® el servicio militar de 18 meses, curs¨® los estudios de Derecho en Bonn e ingres¨® en un prestigioso bufete de abogados de Berl¨ªn del que luego se hizo socio. Est¨¢ especializado en derecho penal y ha llevado casos muy populares, como la demanda de la viuda de Klaus Kinski contra el archivo estatal de Berl¨ªn. A los 12 a?os dice que entendi¨® por primera vez qu¨¦ hab¨ªa hecho su abuelo. Baldur von Schirach fue, adem¨¢s de antisemita y nazi, bastante in¨²til. Durante su etapa en Viena cosech¨® cr¨ªticas de los l¨ªderes hitlerianos por su af¨¢n en rodearse de lujo. Al final de la guerra fue incapaz de organizar la defensa de Viena, se construy¨® un enorme b¨²nker y sali¨® por piernas cuando llegaron los rusos, con un rubens y un renoir en la maleta. Mientras cumpl¨ªa condena en Spandau, su mujer inici¨® una relaci¨®n con otro y pidi¨® el divorcio.
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