Feminicidio silenciado
M¨¢s de 100.000 mujeres fueron violadas durante 36 a?os de conflicto en Guatemala. Aquellas agresiones han marcado un presente en el que la violencia de g¨¦nero se ha hecho habitual
Guatemala sigue siendo territorio hostil para una mujer: 685 asesinadas en 2010, 120 en lo que va de a?o. Las cifras de violaciones y torturas superan la de cualquier otro rinc¨®n de Sudam¨¦rica. Incluso a Ciudad Ju¨¢rez. Esta estad¨ªstica es una secuela del periodo m¨¢s negro del conflicto vivido en este pa¨ªs durante 36 a?os (1960-1996) cuando m¨¢s de 100.000 mujeres fueron violadas y torturadas siguiendo un programa de exterminio de la etnia maya. Todo ello ha configurado una cultura de violencia sin castigo contra la mujer, para quien solo existe un 1% de posibilidades de que su caso llegue a la justicia. En ese contexto, una causa instruida por la Audiencia Nacional espa?ola se ha convertido en la ¨²nica posibilidad de cambiar el destino de las mujeres guatemaltecas.
"Me acuerdo que eran tres los que me violaron pero no s¨¦ cu¨¢ntos m¨¢s lo hicieron porque perd¨ª el conocimiento".
La guerra interna entre el Gobierno y la guerrilla se sald¨® con m¨¢s de 200.000 muertos en su mayor¨ªa ind¨ªgenas de origen maya. La violaci¨®n, la mutilaci¨®n, la esclavitud sexual y el feticidio (asesinato de fetos) fueron utilizados como medio para exterminar a los mayas: destrozar a la mujer era la herramienta para destruir al pueblo. Un perfecto plan organizado para el cual el ej¨¦rcito fue cuidadosamente entrenado, seg¨²n detallan los informes de la Comisi¨®n del Esclarecimiento Hist¨®rico de Guatemala.
Una de esas v¨ªctimas fue Teresa Sic: "Al encontrarme, los soldados me agarraron a la fuerza, me llevaron cerca del r¨ªo y me violaron. Eran m¨¢s de ciento cincuenta. Ese d¨ªa estaban tambi¨¦n violando a m¨¢s mujeres de la aldea. Quemaron todo. Me amarraron y me logr¨¦ soltar con la ayuda de mi hija de cinco a?os. Busqu¨¦ ayuda. Ten¨ªa hambre y miedo, pero nadie nos alojaba".
Es en 1999 cuando la Audiencia Nacional espa?ola admite a tr¨¢mite la querella presentada por la Fundaci¨®n Rigoberta Mench¨² Tum, en la que se acusa por primera vez al antiguo jefe de Estado, R¨ªos Montt, y a otros siete oficiales, de terrorismo, genocidio y tortura sistem¨¢tica. Cinco a?os despu¨¦s, la Audiencia dicta un auto de procesamiento contra los ocho generales, pero las autoridades guatemaltecas se niegan a extraditarlos. Para ellas, las violaciones en masa ocurridas durante el conflicto fueron consideradas "simples da?os colaterales".
"D¨ªas despu¨¦s me llevaron forzosamente al destacamento militar de El Chol", contin¨²a la narraci¨®n de Teresa Sic, "donde fui violada por muchos soldados durante 15 d¨ªas seguidos, donde solo me dejaban descansar brevemente para dormir. (...) Nos dieron sangre de toro, para que la bebi¨¦ramos, y carne cruda para comer".
En el departamento del Quich¨¦, al norte de la capital de Guatemala, los verdes campos de siembra y sus coloridos mercados esconden uno de los macabros secretos de la historia del pa¨ªs. Esta es la zona donde la violencia durante el conflicto fue extrema sobre todo en los a?os ochenta. Las mujeres sobrevivientes del genocidio han decidido romper su silencio y plantar cara al Gobierno acusando a los culpables. "Tenemos que esclarecer los hechos y que el Estado reconozca de verdad, ese es mi mayor deseo", dice Feliciana, "estamos sin voz, la violaci¨®n durante el conflicto armado parece que no existi¨®".
Las mujeres hablan del rechazo que sufren en sus comunidades por decir la verdad. "Nos se?alan, nos insultan, hasta se r¨ªen de nosotras aquellos que nos violaron", afirma Mar¨ªa Castro, que no puede evitar desmoronarse al contar c¨®mo, despu¨¦s de declarar como testigo en la Audiencia Nacional, en 2008, su hijo fue asesinado.
Patricia Yoj, abogada de etnia maya que colabora con las denuncias, afirma que "incluso el representante del Programa Nacional de Resarcimiento (plan estatal que se ocupa de la reparaci¨®n de las v¨ªctimas del conflicto) dijo que no cre¨ªa en las violaciones y esto sali¨® publicado en los medios de comunicaci¨®n. Es denigrante".
El rechazo por parte de sus maridos es lo m¨¢s duro para estas mujeres que han sufrido las peores torturas. Mar¨ªa Castro no quiere recordar, pero sabe que hacerlo puede salvar muchas vidas: "Los soldados me emboscaron, llevaba mi ni?a conmigo, la ni?a se asust¨® mucho, lloraba, gritaba, pero los soldados tiraron mi carga, me tiraron al suelo. Me acuerdo que eran tres los que me violaron, pero no s¨¦ cu¨¢ntos m¨¢s lo hicieron porque hubo un momento en el que perd¨ª el conocimiento. Cuando despert¨¦ les vi recoger sus armas apresuradamente y marcharse hacia otro lugar. Mi hija me ayud¨® cargando a su hermanito, pero lloraba mucho, lo hab¨ªa visto todo". Su relato se detiene, sus ojos se llenan de l¨¢grimas cuando cuenta que, de regreso a casa y al contar lo ocurrido, su marido la rechaz¨® diciendo que si hab¨ªa vuelto viva era porque dej¨® que los soldados abusaran de ella.
Mar¨ªa Toj no se separa de su nieta, es su m¨¢s preciado tesoro, es la ¨²nica que la mantiene con vida. Su nieta y tambi¨¦n su lucha para que se reconozca lo ocurrido: "Me torturaron tanto a m¨ª como a mi hijo. Me lo quemaron todo, me dejaron sin nada, solo con mi marido muerto y mi dolor". Los criminales campan a sus anchas por las calles, incluso conviven en la misma aldea, y lo peor es que las situaciones de violencia se siguen produciendo cada d¨ªa. Mar¨ªa Toj afirma c¨®mo, hace una semana, "a una mujer la cortaron los pechos, la torturaron, la violaron y luego la quemaron viva justo aqu¨ª al lado".
Espa?a dar¨¢ voz a estas mujeres. El juez Pedraz acaba de admitir a tr¨¢mite una ampliaci¨®n de la querella de 1999 en la que se contempla como un crimen internacional la violencia de g¨¦nero en Guatemala durante el conflicto. La ampliaci¨®n, presentada por la ONG Women's Link de la mano de la abogada Almudena Bernabeu, la ¨²nica mujer espa?ola que trabaja casos de Justicia Universal en la Audiencia Nacional y en Estados Unidos (en el Center of Justice and Accountability), incluye por primera vez el horror al que fueron sometidas estas mujeres.
Como perito para la causa estar¨¢ Patricia Sellers, la primera mujer que consigui¨® que declararan la violaci¨®n como arma de guerra en los tribunales internacionales especiales de la ex-Yugoslavia y Ruanda. "Cuando violas a un ser humano lo conviertes en un muerto viviente, le robas su m¨¢s preciada intimidad y matas su futuro. Si quieres aniquilar a un pueblo esta es la mejor manera de hacerlo. La tortura sexual es la m¨¢s destructiva de las armas", se?ala Sellers. Y a?ade que "es la primera vez que la violaci¨®n como genocidio se juzga en un tribunal nacional y esto crea un precedente hist¨®rico. Les env¨ªa un claro mensaje a los culpables: no hay lugar para esconderse, los Estados no necesitan tribunales especiales".
"Este juicio abrir¨¢ un debate porque la falta de justicia es la que hace que la violencia de g¨¦nero aumente", dice Almudena Bernabeu. Paloma Soria, la abogada de Women's Link, afirma que "la sociedad guatemalteca equipara las violaciones y la tortura a las mujeres con el robo del ganado, con la quema de la milpa. Es necesario cambiar esto y que estas mujeres dejen de ser invisibles ante la sociedad". -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.