Argel¨¨s-sur-Mer, 1939
Argel¨¨s-sur-Mer es un pueblo costero del sur de Francia. En catal¨¢n se escribe Argelers o Argelers de la Marenda. En su extensa playa de siete kil¨®metros, si uno se sit¨²a de cara al horizonte y en un d¨ªa claro, a la derecha puede divisarse la l¨ªnea sinuosa de los Pirineos hundi¨¦ndose en el mar. Unos minutos antes uno ya los ha atravesado, si se viene de Espa?a, pero vistos desde las arenas de Argel¨¨s, se puede tener la sensaci¨®n de estar frente a un fen¨®meno geol¨®gico impenetrable. Las aguas de Argel¨¨s no llegan a la costa acarici¨¢ndola. Al borde del Mediterr¨¢neo, en ese lugar de veraneo, las aguas chocan contra las arenas que forman una peque?a pendiente. Estuve all¨ª un d¨ªa del ¨²ltimo agosto. Nada hace pensar que ese apacible lugar no hubiera sido siempre as¨ª. Impoluto de cualquier mancha hist¨®rica. Playa, arena, gente contenta, abuelos felices. En invierno, alguien podr¨ªa desafiar el cortante y fr¨ªo viento, sabiendo que una confortable casa espera para reponerse de la fugaz intemperie. Hace unos 60 a?os, digamos hacia 1939, la playa de este pueblo estival debi¨® ser bastante m¨¢s ancha. Lo suficientemente ancha como para albergar (por decirlo de alguna manera) a unas 100.000 personas. No como ahora, m¨¢s estrecha, empujada hacia el mar con calzadas y espacios ajardinados que hacen las delicias de los bronceados turistas.
Los gendarmes se acercaban "totalmente hostiles a la belleza de la noche", escribe Agust¨ª Bartra
En marzo de 1939, el Gobierno franc¨¦s de Deladier instal¨® all¨ª un campo de refugiados para los exiliados espa?oles: ni?os, ancianos, mujeres, soldados derrotados de la batalla del Ebro. La ubicaci¨®n exacta es 42? 34' 30'' N 3? 2' 43'' E. A juzgar por las tr¨¢gicas consecuencias por todos conocidas (?todos?), cuesta trabajo llamarle a eso un campo de refugiados. Se dir¨ªa con mayor precisi¨®n que esa trampa inhumana fue lo m¨¢s parecido a un campo de internamiento (como los que las autoridades francesas colaboracionistas instalar¨ªan unos pocos a?os m¨¢s tarde para los jud¨ªos, para luego derivarlos hacia los campos de exterminio). O un campo de concentraci¨®n, como los que Franco puso en funcionamiento acabada la Guerra Civil. Gendarmes, tropas coloniales (marroqu¨ªes y senegaleses) se encargaron de hacerles literalmente la vida imposible a esos exiliados. El legendario Robert Capa vio ese campo y dijo de ¨¦l que era "un infierno sobre la arena". El tifus cada d¨ªa mataba a los m¨¢s d¨¦biles y a los hambrientos.
Le¨ª estos d¨ªas que el dramaturgo ?lex Rigola presentar¨¢ en el Centre d'Arts Esc¨¨niques de Salt-Girona una obra experimental titulada LabCanal Havanera: Argel¨¨s-sur-Mer. Se trata de un espect¨¢culo donde se hace una representaci¨®n de la extrema violencia y humillaci¨®n que sufrieron aquella gente en el hoy bullicioso, alegre y colorido Argel¨¨s. Este evento art¨ªstico me record¨® el libro que escribi¨® Agust¨ª Bartra sobre su terrible experiencia en aquel campo de "internamiento". Bartra, al que tuve acceso por sus excelentes traducciones al castellano de Robert Frost y William Carlos William, entre otros grandes poetas norteamericanos del siglo XX, public¨® en 1943 y en catal¨¢n Crist de 200.000 bra?os, en M¨¦xico. En Proa se edit¨® en 1974, que es la edici¨®n que yo manejo ahora. La novela de Bartra, como dice acertadamente en su pr¨®logo Francesc Vallverd¨², es un libro inclasificable por mor de su escritura. Libro conmovedor, por sobre toda otra consideraci¨®n. Todav¨ªa puede poner la piel de gallina cuando escribe que mientras suena La marsellesa por los altavoces, la arena comienza a helar, o que un hombre prefiere morir en un rinc¨®n de su chabola. O cuando escribe que los gendarmes se acercaban "totalmente hostiles a la belleza de la noche". Tambi¨¦n recuerdo Los rojos de ultramar, de Jordi Soler, donde hay un cap¨ªtulo soberbio sobre esta dolorosa materia. No s¨¦ si volver¨¦ a Argel¨¨s-sur-Mer. Adonde s¨ª que volver¨¦ es a las palabras de Agust¨ª Bartra. "Entre cent mil puc ¨¦sser el monjo de la meva pr¨°pia soledat. Asc¨¨tica de l'esperit. Per¨° el cos sempre cerca companyia".
Traducci¨®n: "Entre cien mil puedo ser el monje de mi propia soledad. Asc¨¦tico de esp¨ªritu. Pero el cuerpo siempre busca compa?¨ªa".
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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