Tejas rotas al final del r¨ªo
Un arquitecto recupera la historia olvidada de las 44 tejeras del Baixo Ulla
Ya poca gente se acuerda en Pontecesures, Valga, Catoira y Boiro de que el lugar en el que muere el Ulla lleg¨® a concentrar una cantidad de f¨¢bricas de teja desmesurada. Lo saben Francisco Casta?o, de A Canle, y Jos¨¦ Pad¨ªn, de Vilar, los ¨²ltimos maestros tejeros de Valga, que dejaron el oficio hace ya 30 a?os. Y ellos aseguran que, bajo la maleza, cerca del r¨ªo todav¨ªa se encuentran las ruinas de muchas factor¨ªas, con los hornos, las p¨ªas en las que se quebraba el barro, y la eira en la que se tend¨ªan a secar las tejas entre mayo y septiembre, que eran los meses de producci¨®n, porque era imprescindible el sol. Se han publicado libros que recogen la tradici¨®n tejera de O Rosal y O Saln¨¦s, pero nada hab¨ªa escrito sobre las f¨¢bricas del Baixo Ulla. Quiz¨¢s porque era cierto eso que comentaba Pascual Madoz en su diccionario geogr¨¢fico, que eran "de mala calidad".
"En pleno auge inmobiliario, sin explicaci¨®n, cerraron todas"
Pascual Madoz criticaba en 1850 la calidad de esta mercanc¨ªa
La arcilla del final del Ulla no era tan fina como la de Vilalonga y Dena, pero se fue mejorando con caol¨ªn importado de Sanxenxo, el subproducto de las viejas salinas reales. Con el tiempo, el barro local, mezclado con otro que tra¨ªan de A Toxa, qued¨® para hacer ladrillos. A pesar de la fama (que plasm¨® por escrito el pol¨ªtico navarro un siglo despu¨¦s), deb¨ªa de haber demanda de aquellas tejas de desembocadura porque en torno a 1750 hab¨ªa abiertas en la zona 44 f¨¢bricas. Entre Pontecesures, Valga y Catoira, contaban 21 telleiras. En la orilla de enfrente, ya en la r¨ªa, Boiro sumaba a la cuenta otras 23, todas situadas a muy poca distancia: una en Quint¨¢ns, 14 en Abanqueiro y ocho m¨¢s en Pedrarrubia.
La tradici¨®n ven¨ªa de lejos, porque en el castro de Vilagarc¨ªa y en el puerto de Cesures se localizaron dos hornos para tejas de la ¨¦poca romana (en toda Galicia no llegan a media docena los que se conservan). El primero de ellos est¨¢ se?alizado y protegido, pero al segundo lo sepult¨® un relleno portuario el siglo pasado. Sus sucesoras, las tejeras del siglo XVIII, tambi¨¦n se han ido perdiendo. De las 44 que lleg¨® a haber, no llegan a 10 las que est¨¢n localizadas, aunque seg¨²n los viejos tejeros perduran m¨¢s vestigios enredados en las silvas.
Y "no tienen ning¨²n tipo de protecci¨®n patrimonial", recuerda Alejandro Fern¨¢ndez, arquitecto vigu¨¦s que decidi¨® tirar del hilo de las telleiras del Baixo Ulla despu¨¦s de encontrar una referencia a este oficio en un folleto sobre patrimonio industrial. Fern¨¢ndez Palicio present¨® el proyecto en el Ayuntamiento de Valga y consigui¨® una beca Ferro Couselo para investigar la historia perdida. Busc¨® a los supervivientes de aquella industria local; situ¨® sobre el mapa comarcal varios hornos; recogi¨® microtop¨®nimos que daban muchas pistas (A Telleira, O Telleiro, As Barreiras); dibuj¨® las rutas mar¨ªtimas del comercio del barro y las tejas; y se fij¨® en las otras tierras con tradici¨®n, como la de los cabaqueiros de O Rosal, incluso la de los tejeros del norte de Portugal, Salamanca y Arag¨®n. Lo cosechado le dio para un estudio de m¨¢s de 200 p¨¢ginas que todav¨ªa est¨¢ sin publicar.
A partir de los a?os veinte del siglo pasado, las viejas telleiras fundadas en el XVIII vieron c¨®mo a su lado fueron medrando f¨¢bricas modernas de tejas que no ven¨ªan a usurparles el negocio. Durante varias d¨¦cadas convivieron las peque?as con las grandes en el mismo territorio porque su clientela no era la misma. Alejandro Fern¨¢ndez explica que las tejeras industriales del tramo final del Ulla se dedicaban, exclusivamente, a la exportaci¨®n. Mientras las casas de la comarca segu¨ªan reclamando las piezas que fabricaban los artesanos, las grandes factor¨ªas ten¨ªan su raz¨®n de ser en el desarrollo que estaban experimentando Vigo y A Coru?a, y mandaban sus grandes partidas de teja y ladrillo a las ciudades por tren o por barco.
La industria del barro, enumera el arquitecto, fue evolucionando en los municipios del Baixo Ulla con la apertura de la f¨¢brica de Novo y Sierra y la calera de Pontecesures; Cedonosa y Productos del Ulla en Catoira; e incluso la planta de Cer¨¢mica Celta, un s¨ªmbolo cultural gallego "que cerr¨® en los a?os sesenta, aunque todav¨ªa se pueden comprar sus piezas" en una tienda de Pontecesures.
Muchos hornos artesanos todav¨ªa le sobrevivieron. Se fueron apagando despu¨¦s, "a medida que la generaci¨®n de veteranos mor¨ªa y sus hijos, seducidos por el nuevo trabajo en las f¨¢bricas, mejor pagado y con vacaciones, abandonaban el oficio". La ¨²ltima telleira artesanal se cerr¨® a principios de los 70.
Y las grandes f¨¢bricas continuaron hasta hace poco m¨¢s de un lustro. "Eran importantes centros de empleo para la comarca, y cerraron todas de golpe, sin explicaci¨®n aparente. Fue un cierre extra?o porque a¨²n nos encontr¨¢bamos en pleno boom inmobiliario", lamenta Alejandro Fern¨¢ndez. "y supuso el fin a dos milenios de tradici¨®n cer¨¢mica en la comarca".

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