La revuelta contin¨²a
Las protestas han desatado transiciones y conflictos marcados por la incertidumbre
M¨¢s de diez meses han pasado desde que las protestas de miles de tunecinos provocaran la ca¨ªda del presidente Ben Ali, causando un efecto domin¨® que se extendi¨® por el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo. El egipcio Hosni Mubarak y el libio Muamar el Gadafi tambi¨¦n han ca¨ªdo, pero las revueltas se convirtieron en muchos casos en conflictos que a¨²n perduran y que, en ocasiones, han hecho resurgir las rivalidades religiosas y la entrada en escena de partidos islamistas. Aun as¨ª, los pueblos ¨¢rabes siguen luchando por acabar con reg¨ªmenes dictatoriales, perpetuados en el tiempo. El proceso de cambio est¨¢ lleno de incertidumbres. As¨ª est¨¢n las cosas:
- Egipto. Egipto ve peligrar su transici¨®n a un mes de celebrarse las primeras elecciones legislativas. Las listas independientes podr¨ªan permitir a los partidarios del depuesto expresidente Hosni Mubarak hacerse con una importante cuota en el Parlamento. Adem¨¢s, la crisis que gener¨® la muerte, la pasada semana, de 25 manifestantes coptos durante la represi¨®n policial de una protesta de esta minor¨ªa, ha abonado el terreno a los enfrentamientos sectarios. A eso se suma que la presencia y la voz de los salafistas se hace notar cada vez m¨¢s, se?al para muchos de que tratan, junto a elementos afines al r¨¦gimen, de desestabilizar el pa¨ªs y forzar a la opini¨®n p¨²blica a apoyar un nuevo hombre fuerte que gobierne al estilo de los pasados dictadores. Mientras, la Junta Militar que gobierna el pa¨ªs pierde adeptos. Desde el final de la revoluci¨®n se han celebrado m¨¢s de 11.000 juicios militares a civiles y muchos temen que pretendan perpetuar la posici¨®n privilegiada que tienen desde tiempos de Nasser.
- Siria. Las revueltas en Siria han dado paso a un conflicto que se desliza hacia la guerra civil. Varios grupos de la oposici¨®n al presidente Bachar el Asad se han armado y tratan de luchar contra el Ej¨¦rcito, sobre todo en la provincia central de Homs. Los seis meses de protesta han causado 3.000 muertes, seg¨²n la ONU, y han ocasionado la fragmentaci¨®n de algunas ciudades en diferentes grupos religiosos. La diversidad ideol¨®gica del Consejo Nacional -que combina fuerzas tan diversas como partidos prodemocr¨¢ticos y laicos con kurdos o el partido islamista ilegal de los Hermanos Musulmanes- hace muy dif¨ªcil que se establezca un liderazgo unificado contra El Asad. Mientras, la econom¨ªa del pa¨ªs se hunde. Las sanciones impuestas por la Uni¨®n Europea al comercio de petr¨®leo han dejado al Gobierno bajo m¨ªnimos, con un presupuesto destinado a la seguridad y a los aumentos de salarios p¨²blicos para intentar ganarse al pueblo.
- Bahr¨¦in. Los aires de cambio adquirieron un tinte sectario en esta isla-Estado, donde una dinast¨ªa sun¨ª gobierna sobre una poblaci¨®n mayoritariamente chi¨ª. Aunque las manifestaciones iniciales no aspiraban al cambio de r¨¦gimen, la falta de concesiones de la familia real contribuy¨® a radicalizar las protestas. Los sectores m¨¢s extremistas se hicieron con la voz de ambas comunidades. La dimisi¨®n en bloque del Wefaq, la oposici¨®n chi¨ª moderada, oblig¨® a unas elecciones parciales el pasado septiembre. El boicoteo de los grupos chi¨ªes resta relevancia al resultado, eclipsado tambi¨¦n por los juicios contra los activistas.
- Yemen. El movimiento por el cambio lanzado a finales de enero por los universitarios adquiri¨® peso cuando se sumaron los partidos de oposici¨®n, hartos de esperar el prometido di¨¢logo del presidente, Al¨ª Abdal¨¢ Saleh. Nerviosas, sus fuerzas dispararon contra una manifestaci¨®n pac¨ªfica el 18 de marzo. Desde aquel viernes negro, no hay vuelta atr¨¢s. Con esa excusa, los dos principales rivales pol¨ªticos de Saleh se pasaron a la oposici¨®n. Aunque las credenciales democr¨¢ticas del general Al¨ª Mohsen y de los hijos del jeque Al Ahmar son dudosas, su apoyo ha protegido hasta ahora a los revolucionarios. Pero ni uno ni otros son una alternativa al actual r¨¦gimen. El astuto Saleh, que se dice dispuesto a dejar el poder, propone adelantar las elecciones bajo su mandato, a sabiendas de que quien controla el aparato del Estado, controla el resultado.
- Arabia Saud¨ª. En el reino del desierto no ha habido primavera. Medios de comunicaci¨®n y analistas obnubilados por los sucesos de T¨²nez quisieron ver un efecto contagio en las protestas que familiares de presos pol¨ªticos llevaron a cabo en la Provincia Oriental y en Riad. Pero aunque los saud¨ªes siguieron con gran inter¨¦s los acontecimientos en los pa¨ªses vecinos, una mezcla de represi¨®n y cooptaci¨®n parece bloquear cualquier amago reivindicativo.
- Om¨¢n. Si hab¨ªa un rinc¨®n del mundo ¨¢rabe donde nadie esperaba una revuelta era Om¨¢n, un pa¨ªs donde el absolutismo benevolente del sult¨¢n Qab¨²s parec¨ªa haber logrado la paz social. Sin embargo, las revueltas de Sohar, y en menor medida Salalah y Mascat, pusieron de relieve que la tierra del incienso no es el para¨ªso. A diferencia de otros gobernantes, Qab¨²s se apresur¨® a adoptar medidas, econ¨®micas y pol¨ªticas, y logr¨® que las protestas no fueran a m¨¢s. Aunque su promesa de ampliar el poder legislativo y de control del Consejo Consultivo no se ha concretado, el entusiasmo de los oman¨ªes en las elecciones del pasado s¨¢bado indica que el sult¨¢n a¨²n tiene margen de maniobra.
- Marruecos. La primavera marroqu¨ª se agota. El Movimiento 20 de Febrero, la fecha de la primera gran protesta, ha seguido convocando manifestaciones, pero menos concurridas y en menos ciudades. La clase pol¨ªtica, los sindicatos y parte de la sociedad civil piensan m¨¢s bien en las elecciones legislativas del 25 de noviembre, las primeras con la nueva Constituci¨®n, que transfiere parte de los poderes del monarca a su primer ministro. Los peque?os partidos de izquierdas, que simpatizan con el Movimiento 20 de Febrero, han decidido boicotearlas. Tambi¨¦n lo har¨¢ el gran movimiento islamista no legal Justicia y Espiritualidad, que form¨® el grueso de las protestas.
Con informaci¨®n de Nuria Tes¨®n, J. Miguel Mu?oz y ?ngeles Espinosa.
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