El tanto por ciento
Me sorprendi¨® hace algunos a?os, en una de las frecuentes cumbres iberoamericanas que se organizan ahora, observar que jefes de Estado moderados, progresistas, honestos, de cuello y corbata, recib¨ªan un aplauso tibio, educado, mientras Fidel Castro, con su barba, a veces con su legendario uniforme verde oliva, era ovacionado en las calles, en las entradas de los encuentros y hasta en las salas de reuniones. Le coment¨¦ el asunto a mi amigo Julio Mar¨ªa Sanguinetti, que en ese momento hab¨ªa dejado por segunda vez la presidencia de Uruguay, y nunca he olvidado su respuesta. "Es que nosotros, me dijo, somos presidentes del tanto por ciento, del 3%, del 5%, y Fidel Castro no sabe ni quiere saber lo que es eso. ?l es el gobernante del todo o la nada, de los comienzos fundacionales, de la tabla rasa, de la revoluci¨®n".
?Por qu¨¦ en Chile existe tanto descontento interno, tanta manifestaci¨®n contra el Gobierno?
Los estudiantes hablan de 30 a?os de retroceso y piden un cambio similar a una revoluci¨®n
En esos a?os, Lula da Silva acababa de asumir la presidencia de Brasil y muchos pensaban que tambi¨¦n tratar¨ªa de hacer un experimento al estilo de Castro. Pero Lula, como buen obrero metal¨²rgico, sab¨ªa muy bien lo que significa un 5%, y hasta un 2% o un 2,5%, e hizo desde el Gobierno una pol¨ªtica de reformas prudente, una pol¨ªtica de lo posible, sin proponerse borrar todo lo que se hab¨ªa hecho antes de ¨¦l. En otras palabras, fue pol¨ªtico en lugar de revolucionario, y a los pocos a?os los buenos resultados quedaron a la vista. Pero hubo que esperar a?os, y eso demostr¨® que adem¨¢s de lucidez ten¨ªa paciencia.
Uso este pre¨¢mbulo porque ahora trato de contestar a una pregunta que me hacen en todas partes, desde todos lados, con singular insistencia. ?Por qu¨¦, me preguntan, si Chile ha hecho tantos progresos en su desarrollo, como lo demuestran las cifras nacionales y las internacionales, existe tanto descontento interno, tanta manifestaci¨®n apasionada, multitudinaria, en contra del Gobierno y hasta de lo que llaman "el sistema"?
No s¨¦ si tengo una respuesta adecuada. Desconf¨ªo, por principio, de las afirmaciones doctorales, tajantes, de los personajes que algunos definen como polit¨®logos. Solo conozco una especie humana, la de los economistas, que se equivoca tanto como estos due?os de la ciencia pol¨ªtica.
Sin embargo, en el comentario de mi amigo Sanguinetti, hecho a prop¨®sito de otras cosas, en otra circunstancia, vislumbro la posibilidad de acercarse a una respuesta. Los estudiantes chilenos hablan de 30 a?os de retroceso en el pa¨ªs y proponen, en algunas declaraciones, una tabla rasa completa, un cambio equivalente a una revoluci¨®n. Tienen motivos serios, v¨¢lidos, para estar descontentos, desde luego, pero usan ese lenguaje del todo o la nada que parece nuevo, que parece inventado por ellos, y que sin embargo se repite de generaci¨®n en generaci¨®n. El Gobierno, en cambio,habla de ayudar a pagar sus estudios al 40% de los estudiantes m¨¢s pobres, de bajar los intereses de los cr¨¦ditos universitarios del 5,6% al 2%, de mejorar la calidad de la educaci¨®n, de controlar mejor a las universidades privadas, y un largo etc¨¦tera.
Es decir, recurre al incomprendido, al gris¨¢ceo lenguaje de Lula, de Sanguinetti, de gente de esa orientaci¨®n, de esa visi¨®n equilibrada de las cosas: no al de Pasionaria, resucitada de su tumba, no al del Comandante en Jefe. Esta pol¨ªtica del tanto por ciento es la de la raz¨®n razonante, de la posibilidad, enfrentada a lo que Pablo Neruda, en uno de sus versos cr¨ªticos de los a?os finales, llam¨® "la revoluci¨®n idolatrada". Daba la impresi¨®n de que los id¨®latras hab¨ªan desaparecido junto con el siglo XX. Ahora hemos entrado al siglo XXI, y la historia, con todos sus estribillos, con sus ret¨®ricas fogosas, con el lenguaje del todo o nada, tiende a repetirse.
He le¨ªdo por ah¨ª, en la prensa europea, que est¨¢ muy lejos de ser infalible, que los cabecillas de los estudiantes chilenos exigen nada menos que educaci¨®n p¨²blica, laica, gratuita, para todos. Es una propuesta bastante semejante a la de los a?os de Salvador Allende y la Unidad Popular: la escuela nacional unificada. Pues bien, me he pasado una vida observando estos asuntos y ahora, con la mayor candidez, declaro lo siguiente: soy partidario de la libertad de ense?anza, de la diversidad, de los colegios de excelencia, que producen un efecto de contagio, pero a la vez de una intensa ayuda a los sectores m¨¢s postergados.
En los tiempos de Salvador Allende, un sacerdote norteamericano, el padre Weiland, que dirig¨ªa un colegio para ricos, el Saint Georges, decidi¨® repartir becas de estudios a ni?os de poblaciones marginales. Era una soluci¨®n parcial, claro est¨¢, pero ten¨ªa un valor de ejemplo extraordinario. Uno de sus alumnos, Andr¨¦s Wood, se dedic¨® m¨¢s tarde al cine e hizo una pel¨ªcula notable, Machuca, la historia de un ni?o burgu¨¦s que se hace amigo de uno de los becados m¨¢s pobres, Machuca de apellido, y se enamora de su bella hermana.
El golpe de Estado termin¨® con la experiencia del padre Weiland y con los becarios marginales del Saint Georges, pero ahora no hay ning¨²n peligro de que un golpe as¨ª pueda ocurrir de nuevo.
Aunque algunos j¨®venes digan lo contrario, los 30 a?os que siguieron no han sido en absoluto de retroceso. Han sido a?os de impresionante consolidaci¨®n democr¨¢tica y fuerte desarrollo econ¨®mico. ?Democracia imperfecta, desarrollo insuficiente, injusto? Puede que s¨ª, pero las libertades democr¨¢ticas actuales nos permiten mejorar estas cosas. El problema consiste en que las mejoras s¨®lidas, duraderas, que est¨¢n a nuestro alcance, se construyen con paciencia, con razones en lugar de ret¨®rica (algo que a los hispanoamericanos nos cuesta mucho entender), ?con pol¨ªticas del tanto por ciento!
En resumen, sin borrarlo todo y partir de cero, sin creer en los para¨ªsos en la tierra, que suelen desembocar en infiernos. ?Con pol¨ªticas del tanto por ciento! Y si un pa¨ªs casi entero pierde la paciencia, como dicen que le ha ocurrido a Chile, no tiene m¨¢s remedio que respirar hondo, hacer una pausa y recuperarla. Desde todos los extremos, y para encontrar soluciones humanas y aceptables.
Jorge Edwards es escritor.
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