Qu¨¦ delicado el puzle de piedras

Afront¨¦moslo: Atenas no es precisamente una ciudad ejemplar. Es hostil, calurosa, no excesivamente limpia... y un tanto acomplejada por la Acr¨®polis, que parece vigilar con severidad a sus descendientes. La ciudad ha sido ocupada y reconstruida multitud de veces, no siempre con fortuna; y quiz¨¢ perdi¨® el hilo de la modernidad entre las guerras y crisis a las que Grecia parece haber estado condenada en el ¨²ltimo siglo. Tampoco pueden presumir de fortuna los herederos de Fidias: Takis Zenetos, quiz¨¢ el m¨¢s talentoso de los arquitectos griegos contempor¨¢neos, se suicid¨® en 1977 tras producir algunas obras notables; y Elia Zenghelis rompi¨® su asociaci¨®n con el holand¨¦s Rem Koolhaas justo cuando comenzaban a disfrutar del estrellato global. Hasta aqu¨ª las lamentaciones. Siendo todo esto cierto, hay que matizar este retrato catastrofista: existe buena arquitectura moderna en Atenas y, mejor a¨²n, no debemos evitar la Acr¨®polis para encontrarla.

01 M¨¢s que un camino

Aunque hemos nombrado a Zenetos, desde un punto de vista cronol¨®gico ser¨ªa m¨¢s riguroso comenzar por Dimitris Pikionis. Pese a ser contempor¨¢neo de Le Corbusier y Mies van der Rohe, no pudo producir una obra m¨¢s distante: en lugar de romper con la tradici¨®n, Pikionis la contin¨²a y tamiza con una sensibilidad extrema. Es, en su obstinaci¨®n por quedar fuera del tiempo, casi una met¨¢fora de la propia Grecia. Si bien no fue precisamente prol¨ªfico, en Atenas encontramos algunas de sus intervenciones m¨¢s deslumbrantes. Quiz¨¢ las m¨¢s hermosas y delicadas sean las sendas de acceso a la Acr¨®polis y al monte Filopapos, ambas realizadas en la d¨¦cada de los cincuenta. En el primer caso, lleg¨® a dedicar cuatro a?os a la construcci¨®n de un complejo tapiz p¨¦treo a partir de piezas encontradas, engarzadas con un cuidado artesanal. En esta labor casi arqueol¨®gica de suave decantado, el arquitecto juega con basas incrustadas en el pavimento, bifurcaciones, distintos tama?os, texturas y formas... incluso tiene la gentileza de interrumpir su trabajo para dejar pasar los ¨¢rboles. Aqu¨ª las piedras, en palabras del propio Pikionis, son el paisaje. Dif¨ªcilmente se puede preparar mejor al caminante para visitar a los dioses.

02 Un sal¨®n de t¨¦

Justo enfrente, la subida a Filopapos resulta un regalo inesperado: el de volver a descubrir la Acr¨®polis -una presencia tan repetida a la que corremos el riesgo de acostumbrarnos- y, adem¨¢s, hacerlo casi en solitario. Pr¨¢cticamente al inicio, en la orilla derecha del sendero principal, encontramos la iglesia de San Dimitris Loumbardiaris, que Pikionis remoz¨® con una nueva piel de piedra en un juego similar al ya probado en los pavimentos. A su lado, levant¨® un peque?o umbr¨¢culo (un sal¨®n de t¨¦) bajo el que se vislumbra el Parten¨®n entre la espesura.

Desde aqu¨ª, la subida hacia el monumento que corona el monte es toda una experiencia sensorial. Conviene ir sin prisa, deteni¨¦ndose en el camino para disfrutar del serpenteo intencionado por el relieve, la alternancia de luces y sombras, las visiones ocasionales de la ciudad y los dibujos del suelo. No se dejen enga?ar por las apariencias: la espontaneidad del camino es resultado de un proyecto cuidadosamente meditado y ejecutado. Casi al final del sendero se recomienda el asiento en el mirador del Anderon: un hemiciclo min¨²sculo de m¨¢rmol desde el que disfrutar, sentado en silencio a la sombra de un olivo, de la mejor vista posible de la Acr¨®polis.

Existen m¨¢s paisajes de Pikionis en Atenas: su ¨²ltimo trabajo, un parque infantil en el suburbio de Filothei, de 1964, tiene algo de premonitorio: el templete de madera tallada y los restos de una barca parecen anunciar una despedida melanc¨®lica del ayer, antes de que la capital helena se adentrase en las convulsiones que sacudir¨ªan el pa¨ªs a finales de los sesenta.

03 En el monte Licabeto

Si Pikionis so?aba con el pasado, Zenetos (casi cuarenta a?os m¨¢s joven) se aferr¨® con desesperaci¨®n al futuro. Pese a su enfoque ut¨®pico y al deterioro que han sufrido algunos de sus edificios -como la f¨¢brica de cerveza Fix, en la avenida de Syngrou, en obras desde hace a?os para reconvertirse en un centro de arte-, dej¨® trabajos de consideraci¨®n en Atenas. Buena muestra es el anfiteatro del monte Licabeto: a pesar de ser poco m¨¢s que unas gradas met¨¢licas en una hendidura p¨¦trea y de su mejorable estado de conservaci¨®n (el grader¨ªo de madera original ha sido sustituido con poca fortuna por unos tristes asientos de pl¨¢stico) es mod¨¦lico en la elecci¨®n del emplazamiento y en lo preciso de la actuaci¨®n, que podemos visitar en la obligada subida al alto desde Kolonaki, funicular mediante.

Ver m¨¢s de Zenetos implica un peque?o esfuerzo, pero merece la pena. Adem¨¢s de las viviendas en Irodou Atticou, junto al Palacio Presidencial, y el Estadio Panathinaikos, quiz¨¢ su obra m¨¢s interesante sea, aunque un tanto alejada (en la estaci¨®n de Agios Dimitrios, l¨ªnea 2), una escuela del a?o 1976 ubicada en el cruce de Alexandrou Papagou con Kallitheas. Con tres alturas y planta circular, unas gigantescas viseras de longitud variable protegen las aulas del soleamiento y confieren car¨¢cter e identidad al volumen. El lenguaje del edificio es seco, sin concesiones materiales; pero su heterodoxia formal expresa el compromiso innegociable de Zenetos con la arquitectura, al tiempo que denuncia el anodino paisaje circundante. Quiz¨¢ esa sea la ¨²ltima maldici¨®n de la Atenas moderna: la de una belleza dispersa y exquisita, oculta en las profundidades de una ciudad legendaria.

? Inmaculada E. Maluenda y Enrique Encabo Segu¨ª son arquitectos y comisarios de arquitectura.