Sarah Palin, el triunfo de la banalidad
?chenle la culpa a Sarah Palin. Y a los barones del Partido Republicano que decidieron que, llegado el caso, ser¨ªa una digna presidenta de Estados Unidos. Nunca el espect¨¢culo que presenta la pol¨ªtica norteamericana ha sido m¨¢s banal; y nunca -o al menos desde la Segunda Guerra Mundial- el pa¨ªs m¨¢s potente del mundo ha estado m¨¢s necesitado de un liderazgo serio y eficaz. Los debates televisados en los ¨²ltimos dos meses entre los candidatos republicanos a la Presidencia han sido, todos, ejercicios en comedia negra, competiciones para ver cu¨¢l de ellos puede frivolizar a¨²n m¨¢s la relaci¨®n de Estados Unidos con el resto del mundo o la desesperante situaci¨®n econ¨®mica en la que se encuentra un creciente porcentaje de ciudadanos. Jam¨¢s el nivel fue tan bajo. Comparado con Rick Perry, Herman Cain, Michelle Bachmann o Mitt Romney, el ridiculizado George W. Bush es un Kennedy, Churchill, un Franklin Delano Roosevelt.
Palin, que sac¨® el primer pasaporte de su vida meses antes de las elecciones, cre¨ªa que ?frica es un pa¨ªs
Como gobernadora de Alaska se obsesion¨® en despedir al polic¨ªa que se hab¨ªa divorciado de su hermana
Cuanto m¨¢s poder acumulaba, m¨¢s vengativa se volv¨ªa. Se peleaba con un colaborador tras otro
Si el nivel de aspirantes republicanos sigue a la baja, podr¨ªa llegar el d¨ªa en que Palin fuera tomada en serio
No hubiera sido posible sin Palin. Su candidatura a la vicepresidencia en las elecciones estadounidenses de 2008 -y tan lejos de ganarlas no estuvo- dio fuerza literal a aquella trillada frase de que "cualquiera" puede llegar a la Casa Blanca. Ser ignorante, ser incapaz de decir cuatro palabras sin caer en un error gramatical, sucumbir al reductio ad absurdum como respuesta reflexiva a los grandes dilemas de nuestros tiempos: estos eran los atributos que defin¨ªan a la candidata Palin y que hoy se han convertido en virtudes necesarias para aquellos que pretenden presentar una alternativa al desprestigiado mandato de Barack Obama (una encuesta de The New York Times el mes pasado indic¨® que el 89% de los estadounidenses no tiene fe en el Gobierno) en las elecciones presidenciales de 2012.
Palin marca un hito en la historia de Estados Unidos; quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa su irrupci¨®n e instant¨¢nea celebridad sea visto como "el momento en que el declive y ca¨ªda del imperio se volvi¨® inevitable". Quiz¨¢ tambi¨¦n se la llegue a ver como emblema de la visi¨®n que m¨¢s y m¨¢s gente en el mundo occidental -no solo en Estados Unidos y no solo los indignados- tiene de los pol¨ªticos, como gente cuyo supuesto altruismo patri¨®tico es un disfraz detr¨¢s del cual se esconde el objetivo real de nutrir sus egos e inflar sus cuentas bancarias.
Abundan los libros y los art¨ªculos de prensa sobre el fen¨®meno Palin, pero nada m¨¢s revelador o ameno que un documental reci¨¦n estrenado en Londres para aquellas futuras generaciones que quieran comprobar la locura en la que la especie cay¨® a principios del siglo XXI. El director es un galardonado brit¨¢nico llamado Nick Broomfield, inventor de un estilo descaradamente intrusivo con sus personajes (anteriores a Palin: Margaret Thatcher, Kurt Cobain, Eug¨¨ne Terreblanche) que ha sido imitado, entre otros, por Michael Moore. La respuesta inmediata al documental, filmado casi todo en Alaska, la tierra natal de Palin, es la risa; pero, al final, con lo que uno se queda al digerir lo que hubiera significado su aterrizaje en la Casa Blanca (donde podr¨ªa a¨²n, alg¨²n d¨ªa, llegar) son escalofr¨ªos de terror.
El comienzo de la pel¨ªcula nos recuerda aquella entrevista de la NBC durante la campa?a presidencial en la que le preguntaron a la posible futura comandante en jefe de unas Fuerzas Armadas que operan en los seis oc¨¦anos, y un arsenal nuclear capaz de acabar con la vida humana en el planeta Tierra, sobre sus conocimientos del resto del mundo, espec¨ªficamente sobre aquel otro pa¨ªs cuyos misiles tambi¨¦n podr¨ªan destruirnos a todos.
"Son nuestros vecinos de al lado", explic¨® Palin. "Podemos ver Rusia desde la Tierra aqu¨ª en Alaska". Cu¨¦nteme, prosigui¨® la entrevistadora, c¨®mo demuestra esto que usted est¨¢ capacitada para tratar asuntos de pol¨ªtica exterior. "Mientras Putin alza la cabeza y entra en el espacio a¨¦reo de los Estados Unidos de Am¨¦rica, ?ad¨®nde van? A Alaska".
La incompetencia verbal en la respuesta no logr¨® convencer a 59.934.814 estadounidenses (o 45,7% de los votantes) de que ser¨ªa un dudoso plan votar por Palin y por John McCain, el anteriormente serio y espectacularmente irresponsable candidato presidencial que opt¨® por ella como su n¨²mero dos. Lo importante era que Palin (que sac¨® el primer pasaporte de su vida unos meses antes de las elecciones) era ignorante sobre el mundo (pensaba que ?frica era un pa¨ªs, no un continente), creyente en el m¨¢s all¨¢, decididamente antiintelectual, patriota fervorosa, lo suficientemente atractiva como para ser digno ejemplo de emulaci¨®n por las mujeres u objeto de secreta fantas¨ªa sexual para los hombres ("el adulterio del coraz¨®n", al que se confes¨® proclive una vez Jimmy Carter) y -ante todo- una madre de familia estadounidense con la que el pueblo se quiere identificar; es decir, una mujer amable, risue?a, buena gente.
Lo que demuestra el documental de Broomfield de manera contundente es que ni esto es verdad; que m¨¢s all¨¢ de sus carencias intelectuales, Palin, desde cualquier punto de vista, es una mala persona. Por recurrir a una frase frecuente en las series de televisi¨®n estadounidenses, es la vecina del infierno, la mezquina que se pelea con todo el mundo, la mujer obsesionada por las peque?eces, envenenada y rencorosa, cuyo ¨¢nimo de venganza es insaciable.
Broomfield descubri¨® en Wasilla, el pueblo natal de Palin (poblaci¨®n de 8.000 habitantes), del que acab¨® siendo alcaldesa, que los ciudadanos se divid¨ªan entre aquellos que la adoraban (en muchos de los casos miembros de su Iglesia, la Asamblea de Dios) y aquellos que la ve¨ªan como el 54,3% de los americanos que votaron en su contra en 2008. Solo que para hablar en su contra, ante la C¨¢mara, requer¨ªa el valor casi de un habitante de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en tiempos de Stalin. Tras dos meses en Wasilla, Broomfield encontr¨® a media docena de valientes (uno de ellos un homosexual, grupo especialmente repudiado por los palinistas) dispuestos a discrepar p¨²blicamente de Palin, pese a que todos ellos contaron que hacerlo hab¨ªa provocado siempre un aluvi¨®n de amenazas telef¨®nicas de muerte. La ¨²nica compa?era suya de colegio dispuesta a abrir la boca vive -Broomfield la fue a buscar- en Alejandr¨ªa, Egipto.
Cuanto m¨¢s poder acumulaba, m¨¢s vengativa se volvi¨®. Nada m¨¢s llegar a la Alcald¨ªa de Wasilla, despidi¨® a una antigua rival, la mujer encargada de la biblioteca municipal; al ganar el cargo de gobernadora de Alaska su obsesiva y principal misi¨®n consisti¨® en intentar despedir a un polic¨ªa que se hab¨ªa divorciado de su hermana, y despu¨¦s a despedir al jefe de polic¨ªa del Estado por negarse a hacerlo. Se pele¨® con un colaborador tras otro, incluso algunos que hab¨ªan sido especialmente fieles a ella como su vecino, antiguo amigo y jefe de su campa?a electoral, John Bitney, al que describe en su autobiograf¨ªa como "un tipo incapaz de evitar que se le caiga la comida en la corbata".
Bitney, uno de los que -teniendo ya poco que perder- se atrevi¨® a hablar en el documental, dice de ella: "Es una soci¨®pata. Nada de lealtad. Ning¨²n sentido de compasi¨®n. Un d¨ªa est¨¢s con ella; el siguiente, fuera. Y no fui solo yo. Lo he visto con muchos otros... Si te acercas a ella, ?ten cuidado!".
John McCain, con cuya esposa e hija mayor Palin se acab¨® enemistando a muerte, se dio cuenta demasiado tarde de c¨®mo era la mujer que eligi¨® como compa?era de armas. Steve Schmidt, uno de los asesores principales de McCain en la campa?a de 2008, confiesa en el documental el error que se cometi¨®. "Es una persona extraordinariamente proclive a crear divisiones entre las personas", dice Schmidt. "Es profundamente deshonesta... Se vuelca contra la gente que se compromete con ella y se pelea con ellos, les ataca, les convierte en sus cabezas de turco. Esta es una persona que en determinado momento se encuentra en el medio de 30, 40, 50, 60 vendettas diferentes. La idea de que esta es la personalidad de alguien que aspira a la Presidencia de Estados Unidos me da escalofr¨ªos".
Tras flirtear largo rato con sus devotos en el Tea Party con la idea de que se presentar¨ªa para las elecciones del a?o entrante, Palin anunci¨® en el verano que no lo har¨ªa. No esta vez. Todav¨ªa tiene mucho tiempo, ya que solo tiene 47 a?os, y adem¨¢s, como varios comentadores pol¨ªticos estadounidenses han observado, si el nivel de candidatos republicanos sigue a la baja -si surgen m¨¢s Perrys, Bachmanns y Cains- podr¨ªa llegar el d¨ªa en el que ella fuese considerada como una aspirante relativamente seria y experimentada.
Mientras tanto, el flirteo con la candidatura le ha generado mucho dinero, ayud¨¢ndole a vender su autobiograf¨ªa, publicada hace un a?o y por la que recibi¨® un adelanto de siete millones de d¨®lares. A eso se suma las cantidades estratosf¨¦ricas que recibe por dar conferencias y el sueldo anual de tres millones de d¨®lares que recibe de la Fox News, el canal de televisi¨®n de Rupert Murdoch, como "experta" opinadora pol¨ªtica. Se erige en defensora de las masas, se proyecta ante sus fieles como la Evita Per¨®n estadounidense, pero en realidad lo que hace -al menos cuando se entiende lo que est¨¢ diciendo- es defender a los ricos como ella. Estados Unidos es un pa¨ªs en el que las 400 personas m¨¢s ricas tienen m¨¢s dinero que los 150 millones de personas menos ricas (es un hecho comprobado), pero cuando se le pregunt¨® en Fox News hace un par de meses qu¨¦ opinaba de la propuesta de Obama de subir los impuestos a los ricos, Palin respondi¨® acusando al presidente de querer iniciar "una lucha de clases". Palin explic¨® lo que quer¨ªa decir utilizando frases tan incoherentes que daba verg¨¹enza ajena o¨ªrla y acab¨® su argumento con la alegre afirmaci¨®n de que Obama "subestimaba la sabidur¨ªa del pueblo americano".
Homer Simpson pasar¨ªa por un intelectual si participara en los debates de los actuales candidatos a la Presidencia republicana, los cuales presumen (porque eso es lo que la Tea Party admira) de su ignorancia en pol¨ªtica exterior. A diferencia de Palin, que al menos intentaba dar la impresi¨®n, a su torpe manera, de que algo sab¨ªa. Lo m¨¢s aterrador de todo es que no puede estar muy lejos el d¨ªa en que, del mismo modo que hoy George W. Bush parece un coloso al lado de los aspirantes republicanos a la Casa Blanca, Sarah Palin lo parezca tambi¨¦n. -
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