Turistas a miles de metros bajo el mar
El lugar inconcebiblemente m¨¢s hostil para el ser humano se encuentra en el punto m¨¢s profundo del oc¨¦ano, el abismo Challenger, a casi 11.000 metros bajo la superficie del Pac¨ªfico occidental, en la fosa de las islas Marianas. Es oscuro, fr¨ªo y brutalmente opresivo. Y, sin embargo, conforma un paisaje submarino on¨ªrico que parece extra¨ªdo de los ca?ones de Marte, con monta?as que se alzan kil¨®metros desde el suelo oce¨¢nico, hechas de un fango misterioso, y los consiguientes valles abisales sumidos en la negrura m¨¢s absoluta. La fosa es el resultado de una herida gigantesca hecha en la corteza terrestre por el choque tect¨®nico de gigantes. La inmensa placa del Pac¨ªfico rinde tributo a la placa m¨¢s peque?a sobre las que se alzan las islas Marianas, hundi¨¦ndose debajo de ella, y como consecuencia de las enormes fuerzas involucradas se forma un cintur¨®n de fuego submarino, una l¨ªnea de fricci¨®n que genera terremotos, y una frontera a lo largo de la cual nacen extra?os volcanes fr¨ªos; el fondo del mar se hunde m¨¢s y m¨¢s en la intersecci¨®n de ambas placas en el extremo m¨¢s suroccidental de la fosa. "Es una enorme estructura, con una anchura de unos 60 kil¨®metros, y es tan larga como la costa oeste de Estados Unidos, tanto que en su mayor¨ªa sigue siendo completamente inexplorada", asegura el ocean¨®grafo Samuel Hume a El Pa¨ªs Semanal. Este oc¨¦ano particularmente profundo ha cerrado sistem¨¢ticamente sus puertas a las expediciones tripuladas, precisamente por sus condiciones extremas, m¨¢s hostiles incluso que las del espacio interplanetario. En el abismo Challenger, las presiones son m¨¢s de mil veces superiores a las que soportan las personas en tierra firme, presiones equivalentes a repartir por cada cent¨ªmetro de nuestra piel un peso de 50 aviones jumbo.
"Tenemos m¨¢s de 360 kilos de rocas tra¨ªdas de la Luna, pero ni una sola gota de agua de lo m¨¢s profundo del oc¨¦ano"
En el abismo Challenger, las presiones son m¨¢s de mil veces superiores a las de tierra firme
El entusiasmo del creador de la nave le llevaa la obsesi¨®n del ser humano por volar. Ahora es lo mismo, volar, pero volar bajo el agua
Branson ha anunciado m¨¢s rutas en 2012 y 2013, que abrir¨¢n asombrosos paisajes hasta ahora vedados a la humanidad
Pero esta historia puede dar un vuelco inesperado en la primavera de 2012. La compa?¨ªa Virgin Oceanic Expeditions, del multimillonario Richard Branson, tiene planificada una expedici¨®n en la que el piloto de submarinos Crish Welsh descender¨¢ hasta el abismo Challenger. Lo har¨¢ a los mandos de una nave con alas absolutamente revolucionaria, el Deep Flight Challenger (DFC), hecha de fibra de carbono reforzada. "En el mundo solo hay un sumergible, el Shinkai, que puede alcanzar los 6.500 metros de profundidad", nos explica Hume, investigador del prestigioso Laboratorio Marino Moss Landing de California y asesor cient¨ªfico de la aventura oce¨¢nica de Branson. "Ese es el l¨ªmite que tenemos los cient¨ªficos: 6.500". La expedici¨®n pilotada por Welsh supondr¨¢ doblar la profundidad de lo que cualquiera haya logrado hasta ahora. Aunque lo m¨¢s fascinante es que el DFC no llevar¨¢ ning¨²n tipo de cables que lo anclen a un barco en superficie, se?ala Hume. "Ser¨¢ como si estuviera realmente volando a trav¨¦s del agua". Branson ha anunciado m¨¢s inmersiones en otros tantos lugares profundos en 2012 y 2013, las cuales abrir¨¢n una parte del oc¨¦ano que se ha mostrado inexpugnable a la incursi¨®n humana.
Claro que, en justicia hist¨®rica, la compa?¨ªa de Branson no ser¨¢ la primera en penetrar en el lugar m¨¢s profundo de todos los mares. Hace ahora 51 a?os, dos exploradores, un suizo llamado Jacques Piccard y un teniente de la Marina norteamericana, Don Walsh, descendieron en un batiscafo, el Trieste, hasta tocar el suelo del abismo, en una inmersi¨®n lenta que dur¨® varias horas y que constituye una de las haza?as m¨¢s maravillosas y sorprendentemente ignoradas de la especie humana. Piccard y Walsh llegaron al abismo y golpearon con suavidad su suelo. Los dos exploradores permanecieron solo 40 minutos all¨ª y ascendieron de nuevo sin problemas. La expedici¨®n del Trieste dur¨® nueve horas en total y fue un hito que cambi¨® la oceanograf¨ªa. Hasta entonces, los expertos cre¨ªan que el fondo del oc¨¦ano era un mero dep¨®sito de cosas muertas y esqueletos de los animales que ca¨ªan por gravedad desde la superficie. Pero comprobaron que no, que la vida se abr¨ªa paso en lo m¨¢s profundo. Sin embargo, la gloria del Trieste tuvo un eco limitado y se apag¨®. Quiz¨¢ por culpa de otras dos proezas de la ¨¦poca: la coronaci¨®n del Everest por Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay, y la llegada del hombre a la Luna. Transcurrido m¨¢s de medio siglo, el tiempo ha engrandecido el hito de Piccard y Walsh y ha colocado las cosas en su sitio. El Everest se ha coronado repetidas veces y la Luna ha sido hollada en 12 ocasiones. Pero nadie ha vuelto all¨ª. Hasta ahora.
El 'Trieste' era en realidad un enorme zepel¨ªn submarino, relleno de gasolina para proporcionar la flotabilidad necesaria y cargado con 16 toneladas de hierro como lastre. As¨ª lo analiza el ingeniero norteamericano Graham Hawkes, creador del Deep Flight Challenger, que no duda en mostrar su admiraci¨®n por aquella aventura pionera. "Se trataba de una nave muy pesada, casi sin capacidad de maniobra. El Trieste b¨¢sicamente ca¨ªa como una piedra hasta el fondo del oc¨¦ano y, una vez abajo, casi no pod¨ªa maniobrar. Despu¨¦s se limitaba a ascender a la superficie. Cuando Jacques Piccard dise?¨® el batiscafo que fue al fondo del mar, lo que hizo fue crear un globo submarino. La gasolina es m¨¢s ligera que el agua y flota, por lo que este volumen crea la flotabilidad, la fuerza hacia arriba para levantar una nave muy pesada". Hawkes ha dise?ado una nueva generaci¨®n de sumergibles, entre ellos, los rovers submarinos que el director James Cameron utiliz¨® para su documental Alien¨ªgenas de lo profundo en Imax 3D. Y ahora la DFC, una nave que no se parece a ninguna otra; se trata de un dise?o elegante y sencillo, un poco retro, con un aspecto m¨¢s propio de una peque?a aeronave espacial, con su gran c¨²pula transparente. Adem¨¢s, el DFC tiene alas, mide algo m¨¢s de 5 metros de largo por 3,6 de ancho. "Esta dise?ado para una persona. Y puede volar al fondo del oc¨¦ano en 40 minutos", asegura Hawkes. La gran y sustancial diferencia es que, al contrario del Trieste, la nave y su piloto no se limitar¨¢n a llegar hasta abajo. Gracias a sus motores, sobrevolar¨¢ el incre¨ªble paisaje del abismo Challenger durante unos 10 o 20 kil¨®metros antes de emprender el ascenso. Ofrece soporte vital para un d¨ªa entero, aunque la misi¨®n probablemente no sobrepasar¨¢ las cinco horas una vez sumergida. La c¨¢mara de presi¨®n esta hecha de fibra de carbono y titanio.
Hawkes es el due?o de una empresa que ya ha construido varios sumergibles en forma de pez, alguno de los cuales pueden albergar a dos personas. Ofrecen una imagen radicalmente nueva frente a los submarinos convencionales, y el DFC es el perfecto punto de partida en el que apoya su visi¨®n acerca del futuro de la exploraci¨®n submarina. "Nuestro objetivo a largo plazo nunca ha sido simplemente llegar al fondo del oc¨¦ano, sino algo m¨¢s ambicioso", explica por tel¨¦fono. "Los sumergibles actuales son tan caros precisamente por su peso, que oscila entre 27 y 36 toneladas. Y si tienes que lanzar al agua y recoger una nave as¨ª en el mar, tan pesada, necesitas un barco enorme. Cuando examinas el coste real de un sumergible, no solo cuenta lo que ha supuesto construirlo, sino operar el barco que lo soporta".
As¨ª que el futuro pasa por naves mucho m¨¢s ligeras, que imitan la forma de los tiburones, los delfines o las ballenas para soportar las presiones. El DFC pesa poco m¨¢s de 3.600 kilos; sus descendientes no superar¨¢n las cinco toneladas. Habr¨¢ muchos m¨¢s barcos cient¨ªficos y de transporte capaces de manejarlos, y los costes se abaratar¨¢n significativamente. Ser¨¢ una parte importante de la democratizaci¨®n del oc¨¦ano profundo. El coste del DFC y su barco nodriza es de unos 12,5 millones de euros.
El entusiasmo de Hawkes por su creaci¨®n le lleva a construir un fascinante escenario retrospectivo: la historia de la aviaci¨®n y el sue?o del hombre por volar.
Chris Welsh, el piloto que bajar¨¢ a las profundidades, describe para El Pa¨ªs Semanal sus impresiones sobre lo que ocurrir¨¢ y cu¨¢les ser¨¢n sus sensaciones: "Espero una inmersi¨®n tensa, pero divertida, y tratar¨¦ de estar atento a cualquier se?al visual nueva. Estar¨¢ oscuro, y mi objetivo ser¨¢ confiar en la iluminaci¨®n natural, la bioluminiscencia, tanto como me sea posible, lo que me permitir¨¢ observar nuevas cosas, m¨¢s que asustarlas con mis luces".
El descenso al abismo Challenger ser¨¢ la primera de una serie de expediciones a los dem¨¢s puntos m¨¢s profundos. El propio Branson quiere explorar la fosa de Puerto Rico, en el Atl¨¢ntico, a 8.500 metros de profundidad. Y despu¨¦s, la fosa de las islas Sandwich del Sur (8.428 metros), la fosa diamantina del ?ndico (8.047) y la fosa Molloy, en el estrecho de Fram, en el ?rtico (5.600). Ser¨¢n haza?as individuales, puesto que all¨ª bajar¨¢ cada vez una sola persona, pero el multimillonario ha anunciado su intenci¨®n de abrir las puertas del oc¨¦ano profundo a los ciudadanos que puedan permit¨ªrselo: un nuevo tipo de turismo oce¨¢nico para visitar lugares considerados prohibidos, en futuros sumergibles que podr¨¢n albergar a varias personas y que ser¨¢n capaces de bajar cada vez a mayores profundidades.
Estos turistas experimentar¨¢n sensaciones y contemplar¨¢n cosas que no podr¨¢n encontrar en ninguna otra parte: se topar¨¢n con seres tan extra?os que parecen venidos de otro planeta: colonias bioluminiscentes o sifon¨®foros, que cuelgan como hilos de una bolsa de gelatina y que llegan a alcanzar una longitud de hasta 50 metros; calamares de un intenso color rojizo que extienden sus tent¨¢culos como vampiros del mar, medusas transparentes que vibran emitiendo luz y que se parecen a las naves de Encuentros en la tercera fase, o peces de ojos gigantes capaces de generar su propia luz. Por no mentar los paisajes submarinos compuestos de chimeneas gigantes y negras, gusanos tubulares de varios metros, cangrejos ciegos... y que solo las han visto con sus propios ojos ocean¨®grafos experimentados como Samuel Hume, quien ha participado en inmersiones con el sumergible Alvin. "Antes de mi primera expedici¨®n con el Alvin hab¨ªa visualizado centenares de horas de exploraci¨®n rob¨®tica. Y le puedo asegurar que la primera vez no tiene nada que ver con observarlo con los propios ojos". El viaje hacia lo profundo tambi¨¦n proporciona una experiencia f¨ªsica y emocional completamente novedosa: "Cuando est¨¢s en la superficie, todo se mueve, por las olas que golpean, pero a medida que desciendes y el exterior se hace m¨¢s oscuro, todo se tranquiliza", describe Hume. "Tienes que apagar los instrumentos y las luces internas para ahorrar bater¨ªas, pero no sientes que te hundes, es casi como flotar en el espacio".
Las expediciones submarinas de Virgin Oceanics est¨¢n respaldadas por organizaciones tan prestigiosas como el Instituto Scripps de Oceanograf¨ªa o el Laboratorio Marino Moss Landing en el norte de California, al que pertenece Hume, quien ha proporcionado los mapas m¨¢s precisos de esta regi¨®n. Pero no est¨¢n exentas de riesgos, ya que, en caso de accidente, no habr¨¢ posibilidad de rescate. "Es una inmersi¨®n muy peligrosa. Un f¨ªsico amigo m¨ªo estuvo en el Alvin y calcul¨® lo que ocurrir¨ªa si se abriera una grieta en el veh¨ªculo. B¨¢sicamente, un agujero permitir¨ªa la entrada de agua a tal velocidad que te cortar¨ªa en dos en una fracci¨®n de segundo. Ni te dar¨ªa tiempo a pensar qu¨¦ est¨¢ ocurriendo".
El DFC tendr¨¢ la oportunidad de planear sobre espectaculares paisajes del abismo Challenger. El agua saturada con material de la corteza y el manto emerge de las brechas, arrastrando materiales y formando monta?as de 50 kil¨®metros de anchura y alturas de entre tres y cuatro kil¨®metros, monta?as que Hume describe como volcanes fr¨ªos hechos de fango. En ese fango saturado con hidr¨®geno se distinguen destellos de un azul met¨¢lico y a su alrededor florece una extra?a comunidad de organismos: microbios, gaster¨®podos, mejillones, gusanos tubulares... Los expertos de estas instituciones piensan enviar sondas provistas con c¨¢maras a lo largo de diversos puntos de estos volcanes para recolectar muestras de agua y fango y traerlas a la superficie (adem¨¢s de filmar el viaje a lo largo de una ruta establecida). "Tenemos m¨¢s de 360 kilos de rocas tra¨ªdas de la Luna, pero ni una sola gota de lo m¨¢s profundo del oc¨¦ano", ha dicho Alex Tai, director de los proyectos especiales de Virgin, a Associated Press.
?Estamos ante una nueva etapa que acoger¨¢ a los turistas de las profundidades? El lado comercial es indudable, y Branson as¨ª lo ha manifestado. Pero a¨²n queda por despejar algunas inc¨®gnitas. El r¨¦cord no igualado de Piccard y Walsh exige algunas explicaciones. ?Por qu¨¦, en m¨¢s de medio siglo, el hombre no ha regresado para explorar las profundidades? Para Hume, el desarrollo de nuevos batiscafos y sumergibles no tiene contrapartidas militares, todo lo contrario de lo que sucedi¨® con el viaje del hombre a la Luna. As¨ª que el desinter¨¦s actual obedece a motivos pol¨ªticos, militares y econ¨®micos. La carrera espacial, en opini¨®n del ingeniero Graham Hawkes, perjudic¨® gravemente la exploraci¨®n oce¨¢nica, y el p¨²blico simplemente perdi¨® el inter¨¦s de forma "gravemente equivocada". "En el futuro cercano, la humanidad estar¨¢ ligada al oc¨¦ano. Es aqu¨ª de donde vendr¨¢n todos los recursos para nuestro desarrollo, los materiales, la energ¨ªa, los alimentos. Los humanos no se van a expandir en el espacio. Es un vac¨ªo est¨¦ril".
Lo cierto es que el turismo del oc¨¦ano profundo, aunque no est¨¢ generalizado, ya empieza a ser posible, aunque hay que rascarse el bolsillo. El inter¨¦s del p¨²blico crece y puede inclinar la balanza a su favor. Una agencia australiana, Adventure Associates, organiza inmersiones que duran nueve horas en los sumergibles rusos MIR para bajar y contemplar el Titanic, a raz¨®n de 50.000 d¨®lares por pasajero. Y la compa?¨ªa de Hawkes ya ha entrenado a 30 aventureros y entusiastas del mar para volar bajo las aguas del golfo de Aqaba, en Oriente Pr¨®ximo, para que puedan conducir un sumergible, el Super Falcon, que alberga a dos personas y desciende hasta 300 metros, y contemplar un paisaje absolutamente "fant¨¢stico e indescriptible", nadando a la velocidad de un delf¨ªn. Los cursos de instrucci¨®n duran tres d¨ªas y cuestan unos 17.000 d¨®lares, aunque Hawkes cree que, en el futuro, los precios se reducir¨¢n en una tercera parte: "El turismo oce¨¢nico es perfectamente posible, sobre todo en estas naves, tan ligeras como elegantes. Puede que lleve alg¨²n tiempo, pero suceder¨¢". Hume tambi¨¦n es optimista: "Desde luego, todav¨ªa tiene que transcurrir tiempo para que los turistas bajen a un lugar como el abismo Challenger, pero veremos inmersiones en aguas m¨¢s superficiales, a 1.000 o 2.000 metros de profundidad".
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