Ef¨ªmera antolog¨ªa de cerillas
Manuel Rivas re¨²ne sus cuentos en 'Lo m¨¢s extra?o'
Un gesto seco e instant¨¢neo. Una chispa enciende la cabeza roja del palillo. Y de repente se hace la luz. La iluminaci¨®n ef¨ªmera, sin embargo, dura el tiempo que la llama tarda en devorar a la cerilla. Vuelve la oscuridad, algo se ha entrevisto, algunos misterios se han resuelto, otros acaban de nacer. Con esta imagen compara el escritor Manuel Rivas (A Coru?a, 1957) los cuentos: "Al marcharse la luz, la historia no se acaba sino todo lo contrario: tienes muchas m¨¢s ganas de contar y de descubrir".
De cuentos est¨¢n llenos los cuadernos de Rivas, ya que el escritor ha dedicado gran parte de su trayectoria a este g¨¦nero. "Es port¨¢til, puedes leerlo en la parada del autob¨²s, tomando un caf¨¦. Y es tradicional pero a la vez muy vanguardista", explica el autor. Adem¨¢s, aunque la suma de tantas pinceladas da vida a un cuadro coherente, cada trazo tambi¨¦n tiene algo que narrar. "Los cuentos son como a?icos de un cristal. En cada uno te puedes ver reflejado, aunque de una forma diferente. Eso s¨ª, el cuento tiene nostalgia de sus compa?eros", asegura Rivas.
"La obra arranca con un miedo que es com¨²n a todo: el del abandono"
Quiz¨¢ ese sea el motivo por el que Alfaguara publica ahora todos (salvo alg¨²n que otro relato juvenil) los cuentos de Rivas en la antolog¨ªa Lo m¨¢s extra?o. Aficionado de las citas, Rivas tira de Neil Young para definir lo que siente ante su obra reunida en un solo volumen: "Una de sus canciones se titula Words (between the lines of age) [Palabras entre las arrugas del tiempo]".
"En la Ant¨ªgona de S¨®focles el coro dec¨ªa que lo m¨¢s extra?o del universo es el ser humano. Es un concepto que me acompa?a desde hace tiempo y es como si todos mis cuentos enjambraran en torno a ello", afirma. De retratos que toman vida a partidos de f¨²tbol entre ni?os, de su querida Galicia a mu?ecos de ventr¨ªlocuos, la br¨²jula enloquecida que gu¨ªa Lo m¨¢s extra?o tiene dos Nortes. "La obra arranca con cierto dolor, y sobre todo con un miedo que es com¨²n a todos: el del abandono. Pero ese dolor se traduce en energ¨ªa y en una iron¨ªa a veces carnavalesca", dice.
En provocar ambas sensaciones era maestro Charles Chaplin. Para Rivas, escribir un cuento se parece al deambular del vagabundo de Charlot en Tiempos modernos: "Avanza hacia lo desconocido, pero con un criterio, ya sea acercarse al agua, al sol, adonde haya gente". Pasos breves, casi simult¨¢neos, los mismos que Rivas da literalmente en el pasillo de su casa, en busca de una salida tras un atasco en su inspiraci¨®n.
Tambi¨¦n por las ramas se pasea mucho el autor. Cada respuesta contiene otras 1.000, cada frase puede encontrar su conclusi¨®n al cabo de varios minutos y m¨¢s digresiones. Tanto, que al pedirle tres respuestas sint¨¦ticas, Rivas parece encontrarse en apuros. Menos le cost¨® decidir sobre la s¨ªntesis eventual de su obra. "Quer¨ªa quitar algunos cuentos, pero me tropec¨¦ con la frase final de Carmi?a : 'Y no borres las huellas de un animal solitario". El Rivas del pasado dejaba un mensaje para el de hoy.
Al pasado y a esclarecerlo se dedican los arque¨®logos, protagonistas de otra met¨¢fora del coru?¨¦s. "Excavan hasta que entienden que ya no se pueden encontrar m¨¢s vestigios. Al punto en el que paran se le llama la l¨ªnea de lo inaccesible", aclara Rivas. All¨¢ donde el arque¨®logo renuncia, el escritor recoge su testigo y sigue adelante. Rivas se top¨® con su propia l¨ªnea en los bosques gallegos: "Es un gran a?o para las nueces, Galicia est¨¢ llen¨ªsima. Pero est¨¢n cubiertas por el c¨¦sped. Te agachas, palpas y te encuentras seis. Al segundo intento ya salen 12, que antes ni hab¨ªas entrevisto". Son 12 misterios resueltos, y muchos m¨¢s por resolver. Con prisa o, m¨¢s bien, con el tiempo que tarda una cerilla en consumirse.
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