Italia sin Berlusconi
El nuevo Gobierno debe reparar los destrozos en las instituciones democr¨¢ticas y en la econom¨ªa
Silvio Berlusconi abandona la presidencia del Consejo de Ministros italiano. Su dimisi¨®n en la noche del s¨¢bado abre alguna esperanza sobre el futuro de un pa¨ªs que, de haber seguido en manos de Il Cavaliere, se habr¨ªa precipitado a la bancarrota y seguramente arrastrado al euro. Durante las ¨²ltimas semanas, y a medida que se deterioraban las finanzas italianas, Berlusconi dio sobradas muestras de que se propon¨ªa gestionar la crisis con la misma mezcla de chabacaner¨ªa y frivolidad con la que ha gobernado el resto de los asuntos. Las cifras alarmantes de la deuda, los socios europeos y, por ¨²ltimo, la C¨¢mara de Diputados y el Senado de Roma pusieron punto y final al periodo m¨¢s esperp¨¦ntico de la reciente historia de Italia.
Berlusconi se va, pero los destrozos que ha provocado en las instituciones democr¨¢ticas y en la econom¨ªa italiana permanecer¨¢n a¨²n durante mucho tiempo. Su ¨¦xito inicial durante los noventa, luego revalidado en el tiempo, no solo se explica por el control casi absoluto que ha ejercido sobre los medios de comunicaci¨®n, tanto privados como estatales. La pol¨ªtica que Berlusconi ha llevado hasta inconcebibles extremos de desprestigio se encontraba ya en horas bajas cuando ¨¦l se ofreci¨® como soluci¨®n. Pero, adem¨¢s de profundizar en ese desprestigio, sus a?os de gobierno introdujeron una desconcertante novedad, como fue proceder a una literal inversi¨®n de todos los valores en la vida p¨²blica italiana. Con Berlusconi, la corrupci¨®n dej¨® de ser motivo de verg¨¹enza y se convirti¨® en un recurso habitual del poder, casi en prueba de inteligencia pol¨ªtica.
La Italia que Il Cavaliere deja detr¨¢s no es solo un pa¨ªs mal gobernado, sino un maltrecho sistema democr¨¢tico y una econom¨ªa al borde del abismo. No es un balance que pueda tomar por sorpresa, ni a los italianos, ni al resto de los Gobiernos y dirigentes europeos, algunos de los cuales no dudaron en aliarse con ¨¦l para abordar asuntos como la inmigraci¨®n. Con estas alianzas, casi cabr¨ªa decir con estas complicidades, Berlusconi consigui¨® actuar como avanzadilla de medidas contrarias al Estado de derecho que posteriormente ser¨ªan avaladas por la Uni¨®n. Ni siquiera la jerarqu¨ªa cat¨®lica alz¨® la voz ante esc¨¢ndalos que pon¨ªan en solfa la moral que predica.
Fuera del Gobierno, Berlusconi deber¨¢ enfrentarse a la media docena de procesos por corrupci¨®n, abuso de poder y delitos contra menores de los que trat¨® de zafarse mediante la aprobaci¨®n de leyes ad hoc que interfirieran la labor de la justicia. Finalmente no lo logr¨®, aunque Italia no ha salido indemne. El nuevo Gobierno que el presidente Napolitano ha encargado formar a Mario Monti, tras las consultas celebradas ayer, tiene ante s¨ª, una vez supere la preceptiva votaci¨®n en el Parlamento, la tarea de reconstruir el pa¨ªs, desde la moral p¨²blica a la econom¨ªa, pasando por las instituciones b¨¢sicas del sistema democr¨¢tico. Puede que Berlusconi y el berlusconismo acaben siendo solo un par¨¦ntesis en la historia de Italia. Por el momento, son el principal problema a resolver.
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