Los ¨²ltimos d¨ªas de Berlusconi
Mario Monti tiene el cr¨¦dito de Europa y eso dar¨¢ ox¨ªgeno a la econom¨ªa. Pero al berlusconismo a¨²n no hay que darlo por muerto. Sigue all¨ª, con paciencia, confiando en resurgir, dispuesto a decir "sin m¨ª ha sido peor"
Existe una palabra que describe mejor que ninguna otra lo que el Gobierno de Berlusconi ha sido para Italia, lo que realmente lo ha caracterizado en el sentido pol¨ªtico y en el econ¨®mico, y esa palabra es inmovilismo. En los ¨²ltimos 20 a?os no ha sucedido nada en favor del pa¨ªs. No se ha hecho ni una sola de las reformas prometidas en 1994 que hubieran contribuido a conjurar la crisis que ahora est¨¢ viviendo Italia. Y es evidente que lo que no lograron los electores, ni los grupos de la oposici¨®n, ni la prensa, ni los intelectuales, lo ha conseguido el mercado. Iron¨ªas del destino, precisamente Silvio Berlusconi, que siempre se ha jactado de haber creado un imperio de la nada, de haber encarnado el sue?o americano del self-made man, que siempre se ha considerado campe¨®n en materia de n¨²meros y dinero, se ha visto desbordado en lo que se sent¨ªa omnipotente y por aquello que siempre dijo que era su propio elemento: por el mercado. Ha sido el comisario de una econom¨ªa que ya no pod¨ªa fiarse de su gesti¨®n.
Il Cavaliere repet¨ªa que entr¨® en la pol¨ªtica para tutelar sus intereses y los de sus empresas
El mundo nuevo que promet¨ªa se ha convertido en un mundo m¨¢s viejo que el que le precedi¨®
Ennio Flaiano, genial escritor italiano, dec¨ªa que en Italia la l¨ªnea m¨¢s corta entre dos puntos es el arabesco. Los casi 20 a?os del Gobierno de Berlusconi han sido un arabesco: la l¨ªnea m¨¢s larga posible entre lo viejo y lo viejo que se hac¨ªa pasar por nuevo. Entre Democracia Cristiana y democracia cristiana. Cu¨¢ntas mentiras en estos 20 a?os, cu¨¢ntas mistificaciones. Desde los falsos or¨ªgenes humildes, para que el italiano medio pudiese identificarse con ¨¦l, a la mentira mayor de todas, pasada de boca en boca y progresivamente vac¨ªa de todo significado. La mentira seg¨²n la cual un hombre que ha creado un imperio, que es rico y que est¨¢ al frente de empresas pr¨®speras -o que parec¨ªan serlo- no tiene necesidad de robar, de sustraer dinero p¨²blico al pa¨ªs, como lo hab¨ªan hecho los partidos en la Primera Rep¨²blica. Un sue?o que se bas¨® en embustes y equ¨ªvocos porque, una vez eliminados los padrinos pol¨ªticos, fue preciso que Berlusconi controlara la situaci¨®n. Y que en poco tiempo transformara la pol¨ªtica en un campo de f¨²tbol, en el que los ciudadanos son hinchas que vitorean a sus colores independientemente de c¨®mo lo est¨¦ haciendo el equipo, todo lo m¨¢s le silban un ratito, pero que siempre y solamente quieren ver la victoria. Berlusconi ha introducido un nuevo modo de hablar, de manera que decidir comprometerse en pol¨ªtica se convierte en "saltar al campo".
Por otra parte, ¨¦l mismo repet¨ªa que su entrada en la pol¨ªtica se hab¨ªa producido para tutelar sus propios intereses. Los suyos personales y los de sus empresas. Y es exactamente eso a lo que hemos asistido durante los 20 a?os en los que ha sido protagonista indiscutido de la escena pol¨ªtica italiana. Sus cargos institucionales han coincidido con sus negocios privados. Los mismos jefes de Estado extranjeros que en los pasados a?os se han mostrado m¨¢s cercanos a ¨¦l, no han sido sino sus socios. Del gas de Putin -los negocios energ¨¦ticos rusos representan el 70% de las exportaciones a Italia, y la misma Hillary Clinton ha dejado caer sus dudas acerca del car¨¢cter especulativo de las convergencias pol¨ªticas ente Berlusconi y Putin- a la embarazosa amistad con Gadafi -desde junio de 2009, Lafitrade, de la familia Gadafi, y Fininvest, de Berlusconi, a trav¨¦s de la luxemburguesa Trefinance, son los verdaderos propietarios de Quinta Communications, de Tarak Ben Ammar-. El negocio con la empresa tunecina, en la que Lafitrade tiene el 10% y Fininvest el 22%, ha abierto el negocio al reciclado occidental, a partir de Italia, de una voluminos¨ªsima masa de petrod¨®lares de Gadafi, valorada en 65.000 millones de euros.
Ni una sola ley de su Gobierno para el Estado, ni una sola ley que, en todos estos a?os, haya proporcionado a la econom¨ªa los instrumentos necesarios para enfrentar la crisis que asomaba por el horizonte. Ninguna ley para Italia, solo leyes para ¨¦l. Y no porque le faltasen los n¨²meros en el Parlamento. Ha gozado, y durante mucho tiempo, de una mayor¨ªa incre¨ªblemente fuerte que le habr¨ªa permitido realizar las reformas que hab¨ªan hecho de ¨¦l -al d¨ªa siguiente del terremoto judicial que hab¨ªa destruido a los viejos partidos italianos en los a?os noventa- el hombre nuevo, el viento nuevo, el campe¨®n del reformismo liberal que ¨¦l contrapon¨ªa al estancamiento de las izquierdas incapaces de transformarse. No a la reforma de la justicia, no a la de las pensiones, nulas perspectivas para las nuevas generaciones v¨ªctimas de una nefasta desregulaci¨®n del mercado de trabajo que ha tra¨ªdo consigo una precarizaci¨®n encaminada ¨²nicamente a favorecer a las empresas que explotan a los trabajadores.
En Italia, el sector p¨²blico est¨¢ en la ruina, la sanidad no tiene unos est¨¢ndares dignos de Europa, la escuela, la Universidad y la investigaci¨®n renquean. Durante a?os el Parlamento se ha dedicado a discutir, enmendar y votar leyes ad personam y leyes que hemos denominado ad aziendam. De algunas se interpreta el sentido con su simple nombre. Otras llevan el nombre de los fidel¨ªsimos a Berlusconi. Otras incluso le favorecen a ¨¦l y a sus empresas indirectamente; otras han servido de manera demasiado evidente para legitimar, salvar, proteger del colapso a las empresas del primer ministro? las ha habido para listas electorales presentadas fuera de plazo o, todav¨ªa m¨¢s a menudo, para obstaculizar los procesos en los que el primer ministro estaba y est¨¢ imputado. En 2001, el Gobierno italiano fue el ¨²nico en Europa que no firm¨® para combatir los delitos financieros.
Y el mundo nuevo que Berlusconi hab¨ªa prometido se ha convertido en un mundo viejo, m¨¢s viejo que el que le hab¨ªa precedido. Y la pol¨ªtica que nos espera conlleva el riesgo de ser ni m¨¢s ni menos que la continuaci¨®n de los juegos de poder interrumpidos por Il Cavaliere. Ser¨¢ lo viejo vestido de nuevo. El Gobierno que venga, no se sabe todav¨ªa si fruto de elecciones anticipadas o de un amplio entendimiento (el debate ha comenzado y las decisiones se est¨¢n tomando en este momento mientras yo escribo), tendr¨¢ la ardua tarea de acometer las reformas econ¨®micas que pod¨ªan haberse organizado durante los pasados 20 a?os y que en cambio asfixiar¨¢n a Italia en los pr¨®ximos meses. Mario Monti, al que Europa ha tenido ocasi¨®n de conocer y apreciar durante los 10 a?os que fue comisario europeo (de 1994 a 2004), es desde hace unos d¨ªas senador vitalicio y es el m¨¢s acreditado para este Gobierno de transici¨®n. Europa se f¨ªa de ¨¦l y eso podr¨¢ dar ox¨ªgeno a la econom¨ªa italiana. Perotendr¨¢ que tomar decisiones dif¨ªciles que, la historia italiana lo demuestra, no tendr¨¢n recompensa.
Por otra parte, aunque el hombre Berlusconi parezca acabado, el berlusconismo a¨²n no ha muerto. Sigue all¨ª, con paciencia, confiando resurgir, dispuesto a decir "sin m¨ª ha sido peor". Sus protagonistas esperan a especular sobre los momentos dif¨ªciles que vivir¨¢ Italia, fingiendo ser ajenos al proceso. Estemos atentos, por tanto, a qui¨¦n se desmarca ahora, estemos atentos a qui¨¦n dice, desplegando altruismo, que el Gobierno de amplia coalici¨®n debe incluir a todos, tambi¨¦n a esta o aquella parte pol¨ªtica. En esta fase, altruismo significa descargar las responsabilidades sobre el adversario pol¨ªtico. Y cuidado tambi¨¦n con los que gritan, con los que invocan elecciones inmediatas: es todo menos una aut¨¦ntica batalla por los derechos, en realidad son ganas de cosechar los votos que la crisis y la rabia social les aportar¨¢n.
La impresi¨®n es que, una vez m¨¢s, hay espacio para todo menos para el talento y para la voluntad de reconstruir de verdad un pa¨ªs que, m¨¢s que econ¨®micamente, est¨¢ humillado en su moral, en su confianza y en su esperanza de que sus habitantes puedan volver a ser felices, a realizarse sin tener que irse. En Italia, una vez m¨¢s, el riesgo est¨¢ en que se haga tabla rasa para que se pueda volver atr¨¢s m¨¢s f¨¢cilmente.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
Roberto Saviano es periodista y escritor italiano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.