Ya no quedan 'playboys' como los de antes
El suicidio de Gunter Sachs puso fin a una estirpe de 'jet-setters' consagrados a seducir, derrochar y bienvivir. La escritora Maruja Torres empez¨® su carrera relatando sus conquistas y recuerda c¨®mo, m¨¢s all¨¢ del arquetipo machista, estos truhanes tambi¨¦n fueron caballeros al servicio -temporal- de sus damas
Cuando Gunther Sachs muri¨® la primavera ¨²ltima y volv¨ª a escuchar la palabra playboy, pronunciada en el contexto de su biograf¨ªa, una r¨¢faga de recuerdos period¨ªsticos me vino a la memoria. Ciudades, fotos, nombres. Hombres con blazer cruzado y pa?uelos de seda enrollados al cuello, a la manera Vilallonga en Desayuno con diamantes. Eran recuerdos de prensa rosa, porque, cuando Sachs realizaba sus haza?as con las m¨¢s hermosas mujeres p¨²blicas del momento, yo trabajaba en Garbo, y los playboys, as¨ª como sus conquistas y sus m¨¦todos, formaban parte de la rutina que manej¨¢bamos en la redacci¨®n, junto con los avatares de la hija y las nietas de Franco, el destino de los Kennedy, las aventuras de los Onassis y las andanzas del principado de M¨®naco.
En los setenta, la prensa del coraz¨®n conced¨ªa el t¨ªtulo a cualquier 'pichabrava'
Khan, Rubirosa y Al Fayed sufrieron 'la muerte del playboy': estrellarse en cohe tras una juerga
Que Alfonso de Hohenlohe se casara con Ira de F¨¹rstenberg, siendo ella menor, no pareci¨® moralmente incorrecto. Qu¨¦ suerte tiene la novia, pensaban todos
Sachs se peg¨® un tiro en su chalet de Gstaad, Suiza, a los 78 a?os, en un momento de lucidez de su alzh¨¦imer. Era el ¨²ltimo superviviente del ramillete de playboys de pata negra que iniciaron el movimiento -por llamarlo algo- a mitad de los cincuenta, y que tuvieron su esplendor en los sesenta. En los setenta, su mariposeo ya hab¨ªa sido contaminado por la frivolidad -aunque parece una redundancia- con que la prensa del coraz¨®n y la vox populi conced¨ªan el t¨ªtulo a cualquier pichabrava que saliera m¨¢s de una vez fotografiado con la misma se?ora. Los playboys se mezclaron con los latin lovers, as¨ª como con actores y productores cinematogr¨¢ficos, en un revoltillo popular que debi¨® de ofender a los iniciales promotores de la cosa. En el mundo de hoy, reconozcamos que tan pasados de moda est¨¢n los unos como los otros. Eso s¨ª, los playboys de solera ten¨ªan clase.
Todos eran o muy ricos por familia o muy emprendedores, o las dos cosas a la vez. Y lo suyo -lo de los suyos- no eran precisamente los escr¨²pulos. Sachs era el heredero de la firma automovil¨ªstica Opel, que en los Juegos Ol¨ªmpicos de 1936 -presididos por Hitler- hab¨ªa presentado el modelo de coche Olympia, y que durante la II Guerra Mundial, surti¨® al ej¨¦rcito alem¨¢n con todo tipo de motores. El m¨¢s viejo de todos, el boliviano Antenor Pati?o, era hijo del "rey del esta?o", que arruin¨® a los ind¨ªgenas de su pa¨ªs, y fue embajador en Madrid y Londres. Porfirio Rubirosa, dominicano, era tambi¨¦n diplom¨¢tico, partidario y amigo ¨ªntimo del dictador Rafael Trujillo -el de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa-, y deb¨ªa su posici¨®n y su fortuna a este reconocido canalla. Francisco Baby Pignatari, quiz¨¢ el m¨¢s loco de todos, el m¨¢s desinhibido -que es mucho decir-, era un brasile?o de origen italiano que multiplic¨® la fortuna familiar con sus f¨¢bricas e inventos met¨¢licos, que patent¨® el corte de carne "cuadrado de mandril" a la brasile?a -m¨¢s jugoso que el argentino- y fue uno de los fundadores de la moderna S?o Paulo.
A?adan a esta n¨®mina un pr¨ªncipe musulm¨¢n, Al¨ª Khan, destinado a heredar el reinado espiritual de su padre sobre los ismaelitas -secta escindida del chiismo, cuyos fieles anualmente le daban al gu¨ªa su peso, considerable, en brillantes-, que se cas¨® con Rita Hayworth cuando era Gilda reciente, hundi¨¦ndola en la miseria, y que fue, finalmente, despose¨ªdo del t¨ªtulo por su padre. Al¨ª Khan muri¨®, como Porfirio Rubirosa y el tard¨ªo playboy egipcio Dodi Al Fayed -que usaba la pensi¨®n que le pasaba su padre, el due?o de Harrods, para seducir a Lady Di-, de lo que se conoc¨ªa entonces como "muerte de playboy": estrellarse con su coche -los veteranos cascaban en Ferrari-, despu¨¦s de una noche de juerga, en los sitios m¨¢s absurdos de Par¨ªs; fuese el Bois de Boulogne (Rubirosa), el barrio perif¨¦rico de Suresnes (Al¨ª Khan) o el Puente del Alma (Al Fayed).
Sigan a?adiendo: el due?o de la Fiat, Gianni Agnelli -sobre todo, cuando solo era heredero-, y los hoteleros Hilton. Conrad padre y Conrad hijo (conocido como Nicky, el primer marido de Elizabeth Taylor, y t¨ªo abuelo de la se?orita Paris) llegaron a compartir a una habitual conquista (o al rev¨¦s) de los playboys del momento: la actriz (o vaya usted a saber) de origen h¨²ngaro Zsa-Zsa Gabor, quien, por cierto, a la hora de escribir estas l¨ªneas les ha sobrevivido a todos.
Porque las mujeres viven m¨¢s, no importa que sean pareja de un oficinista o de un playboy. Ah¨ª tienen a Tita Cervera, sin ir m¨¢s lejos. La baronesa pict¨®rica es una de las grandes seducidas-seductoras que han triunfado por encima de los hombres de su vida. Cuando lo f¨¢cil habr¨ªa sido que pasara del venezolano Espartaco Santoni -un playboy muy menor, pero altamente bullanguero, que termin¨® sus d¨ªas haciendo el indio en Marbella, protegido por Gil y Gil- a otro de inferior categor¨ªa, sorprendi¨® a todos cas¨¢ndose nada menos que con uno de los privilegiados miembros del ramillete original: el bar¨®n Von Thyssen, que en sus tiempos fue un punto filipino, y cuya familia tambi¨¦n tuvo relaciones comerciales con, esto, los nazis.
Marbella: otra palabra con retranca, cuya sola menci¨®n me lleva a nuestro m¨¢s genuino playboy local (al menos, nos toca la mitad), el germano-espa?ol pr¨ªncipe Alfonso de Hohenlohe (y muchos t¨ªtulos m¨¢s: fue bautizado por Alfonso XIII en el Palacio de Oriente), el hombre que fund¨® el Marbella Club y que convirti¨® a esta localidad en un enclave del turismo millonario internacional.
Ahora conviene que les diga que la primera vez que escuch¨¦ la palabra playboy fue en casa, con motivo de una "boda del a?o" que acababa de celebrarse. Alguna parienta trajo una revista -no hab¨ªa televisi¨®n, ni siquiera en blanco y negro-, y las adultas se arrojaron como hienas sobre ella. "Mira, nena, con 15 a?os y se ha casado con un pr¨ªncipe que, adem¨¢s, es playboy", me aleccion¨® una t¨ªa (carnal), admirativa. Me sent¨ª fatal, porque yo ya ten¨ªa 13, y no apuntaba maneras.
En aquel tiempo -estoy hablando de 1955-, el hecho de que Alfonso de Hohenlohe se casara con la princesa Ira de F¨¹rstenberg, siendo ella una menor, a nadie le pareci¨® pol¨ªtica ni moralmente incorrecto. Qu¨¦ suerte tiene la novia, pensaba todo el mundo. "Y ¨¦l", a?ad¨ªan los viejos cucos. La verdad es que Ira era una ni?a prodigio con un cuerpazo de mujerona espectacular y unos ojos de garza sensacionales. M¨¢s adelante, result¨® ser una dama prodigiosa: a los 20 a?os se fug¨® con otro playboy, el mencionado brasile?o Baby Pignatari, que le doblaba la edad. Y creo que tambi¨¦n sigue viva ahora que, por fin, todos los playboys de pata negra reposan bajo sus respectivas malvas. Tambi¨¦n Brigitte Bardot, el principal trofeo femenino de Gunther Sachs, est¨¢ tan pimpante.
Muchos a?os m¨¢s tarde, cuando yo ya ejerc¨ªa el periodismo, aunque fuera rosa, me cruc¨¦ en varios reportajes con Alfonso de Hohenlohe y sus t¨²nicas. Era un hombre encantador, muy cumplido con la prensa -que por entonces no les plant¨¢bamos a los famosos la alcachofa en la boca, como ahora-, que a la saz¨®n ten¨ªa una segunda esposa, Jackie Lane, que hab¨ªa sido actriz (por as¨ª decirlo), y que cobijaba en uno de sus bungalows de lujo y rodeados de c¨¦sped a Lita Trujillo, casada con otro playboy (hijo del dictador Rafael Trujillo), el indescriptible Rams¨¦s, tambi¨¦n conocido como Ramfis.
Marbella fue el destino natural de los playboys secundarios, o de aquellos que viv¨ªan de las se?oras y daban en llamarse as¨ª; o simplemente, de vividores. All¨¢ fueron a parar disc¨ªpulos tard¨ªos del playboyismo, como el exmarido de Carolina de M¨®naco, Philippe Junot -supe por una fuente que "trataba muy bien al servicio"-, el simp¨¢tico Espartaco Santoni o el vivales Jaime de Mora y Arag¨®n. Eran, ya, otros percales. De Santoni, recuerdo a una actriz espa?ola muy guapa -de los a?os setenta: no voy a nombrarla- que cay¨® en sus redes. "?C¨®mo puedes?", le pregunt¨¦ en privado, horrorizada. Hizo un gesto expresivo con las manos -pueden imaginarlo: el tama?o importa- y a?adi¨®: "Me manda rosas cada d¨ªa y un Rolls-Royce con su ch¨®fer para recogerme. ?Qui¨¦n puede resistirse?".
Al parecer, lo de las rosas funcionaba con cierto tipo de mujer en aquella ¨¦poca. Gunther Sachs conquist¨® a Brigitte Bardot a fuerza de arroj¨¢rselas a centenares -qu¨¦ agobio-, desde su avi¨®n privado, sobre la finca que la estrella francesa pose¨ªa en Saint-Tropez. Un Saint-Tropez que hoy, desnaturalizado, asaltan jeques en superyates y megamillonarios del boom financiero que ya no se esfuerzan en conquistar mujeres: compran r¨¢pido y escupen deprisa.
Los playboys de verdad hab¨ªan recibido una exquisita educaci¨®n en colegios europeos, frecuentaban las carreras de coches deportivos -a menudo, los pilotaban-, jugaban al polo o introduc¨ªan el p¨¢del en sociedad (Hohenlohe), y destacaban, en el mundo anterior al 68, como portadores de un cuento de hadas que, invariablemente, terminaba bruscamente con el aterrizaje de la princesa en la realidad, mientras ellos volv¨ªan a empezar.
Sin embargo, en el circuito de mujeres disponibles, cuyos nombres se repet¨ªan en el carnet de citas de estos individuos, se jugaba con reciprocidad. Linda Christian -la abuela de la desaparecida Ylenia Al Bano y Power, por definirla en lenguaje televisivo actual-, Anita Eckberg -protagonista de La dolce vita y amante, entre otros, de Agnelli-, Zsa-Zsa Gabor, Bettina y otras muchas modelos... De una forma u otra fueron recompensadas. Porque ellos pod¨ªan ser truhanes pero, no lo olvidemos, tambi¨¦n fueron caballeros al servicio -temporal- de sus damas.
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