El Peque?o Adolf y los asesinos neonazis
Ni la polic¨ªa alemana entiende c¨®mo una banda hitleriana, vigilada por un servicio secreto, pudo matar a diez personas, poner bombas y vivir tranquilamente durante 14 a?os
A las cinco de la tarde a¨²n era de d¨ªa en Kassel, pero nadie vio huir al pistolero que dispar¨® en la cara de Halit Yozgat, un chico de 21 a?os. Solo uno de los cuatro clientes que usaban los ordenadores de la trastienda escuch¨® un "ruido fuerte" al que no dio mayor importancia. As¨ª que a Ismail Yozgat le toc¨® descubrir el cuerpo de su hijo agonizando entre los locutorios del cibercaf¨¦ familiar. Los testigos que pudo reunir la polic¨ªa recordaban a otro cliente con gafas, alto, rubio y fornido. Las huellas del ADN permitieron la detenci¨®n de quien result¨® ser un agente de los servicios secretos identificado como Andreas T. y conocido en su pueblo por el sobrenombre de Peque?o Adolf. Lo soltaron por falta de pruebas.
La actividad terrorista baj¨® tras la breve detenci¨®n de un agente secreto en el escenario del pen¨²ltimo crimen
Andreas T., antiguo miembro de los servicios de informaci¨®n, ha sido interrogado, pero no est¨¢ acusado
El servicio secreto vigilaba al tr¨ªo de neonazis, pese a lo cual pas¨® a la clandestinidad sin problema alguno
La ultraderecha se ha cobrado muchas m¨¢s vidas en Alemania que cualquier otro tipo de terrorismo
Este suceso de 2006 ha vuelto esta semana al primer plano de la actualidad, al conocerse que aquella ef¨ªmera detenci¨®n coincidi¨® con el final de una brutal campa?a terrorista: al menos 10 asesinatos racistas, dos atentados con bomba y una serie de 14 atracos cometidos por una banda autodenominada Resistencia Nacionalsocialista (NSU). Lo peor del pasado de Alemania ha vuelto a los titulares.
El joven Halit Yozgat, al que dispararon a bocajarro, fue la novena y ¨²ltima v¨ªctima de la serie de asesinatos xen¨®fobos cometidos por los nacionalsocialistas, que un a?o despu¨¦s mataron a una agente de polic¨ªa. El silencio se hizo sobre estas muertes y sus autores hasta que, el pasado 4 de noviembre, los neonazis Uwe B?hnhardt y Uwe Mundlos fueron hallados muertos en una caravana en llamas. Acababan de atracar un banco. La Fiscal¨ªa afirma que se suicidaron, pero hay serias dudas. Un par de horas m¨¢s tarde del hallazgo de los cad¨¢veres, la novia de Mundlos, Beate Zsch?pe, vol¨® el piso que los tres compart¨ªan en la id¨ªlica Zwickau (Sajonia). Ella se entreg¨® a la polic¨ªa diciendo: "Soy la que buscan". El tr¨ªo de neonazis llevaba en la clandestinidad desde 1998. Los hallazgos no pararon aqu¨ª: en la caravana incendiada se encontr¨® la pistola reglamentaria de una agente de polic¨ªa asesinada a tiros en 2007. Y entre los escombros del piso volado estaba el arma que mat¨® a los nueve inmigrantes.
Nadie se atribuy¨® en su d¨ªa estos cr¨ªmenes. Hasta que hace un par de semanas el partido La Izquierda (Die Linke) recibi¨® un v¨ªdeo reivindicativo de la banda: un c¨ªnico montaje que combina dibujos animados de la Pantera Rosa con im¨¢genes reales de los nueve asesinatos racistas y de otros dos atentados con bomba del mismo signo. Son 15 minutos de humor grotesco en los que muestran los cad¨¢veres ensangrentados y se mofan de las v¨ªctimas. Lo llaman "la gira alemana de NSU". Solo enviaron un par de copias, que llegaron a su destino cuando Mundlos y B?hnhardt ya hab¨ªan muerto. Uno de los sobres iba dirigido al partido de izquierda PDS, que no existe desde que se fund¨® Die Linke en 2007. Otro ejemplar lleg¨® al buz¨®n del diario b¨¢varo N¨¹rnberger Nachrichten en un sobre sin franquear: alguien lo hab¨ªa llevado personalmente.
El balance de la campa?a terrorista neonazi comprende nueve hombres muertos, ocho de ascendencia turca y un griego, entre 2000 y 2006; adem¨¢s de una agente de polic¨ªa asesinada y decenas de heridos en dos atentados con bomba. Alemania descubre ahora que el tr¨ªo de terroristas neonazis han vivido impunemente en la clandestinidad casi 14 a?os, sin que nadie los vinculara con los atentados ni con los 14 atracos que perpetraron. La historia se corona con los dos extra?os suicidios, as¨ª como la misteriosa presencia de un agente de los servicios secretos de ideolog¨ªa ultra, el Peque?o Adolf, en el escenario del noveno crimen.
?Qui¨¦n compon¨ªa el tr¨ªo de neonazis? El asistente social Thomas Grund los conoci¨® ya en 1991, cuando ten¨ªan entre 15 y 20 a?os de edad. Grund, que se acerca hoy a los 60, sigue dirigiendo un centro juvenil en una de las colonias de torres residenciales t¨ªpicas de la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). En el cemento de aquellos plattenbauten, la ideolog¨ªa y la moda neonazis encontraron un enorme eco. Entre muchos j¨®venes, que acababan de presenciar el cataclismo del r¨¦gimen comunista en el que nacieron, cundi¨® la idea de que la nueva Alemania era solo un paso intermedio hacia un Cuarto Reich.
Mientras, la dram¨¢tica reconversi¨®n industrial llenaba de parados los territorios de la antigua RDA. En aquel tiempo era f¨¢cil que un forastero encontrara actitudes hoscas o abiertamente hostiles en las calles del este de Alemania. Estaban a la orden del d¨ªa los ataques a extranjeros y a personas cuyo aspecto sugiriera otras diferencias: izquierdistas, mendigos, homosexuales. Aquella agresividad cristaliz¨® en varios ataques xen¨®fobos a gran escala. El de Rostock-Lichtenhagen, en 1992, tom¨® el cariz de un aut¨¦ntico pogromo cuando cientos de vecinos se acercaron a jalear a los neonazis que hab¨ªan incendiado una residencia de refugiados pol¨ªticos extranjeros.
"La ultraderecha militante", recuerda Grund, "estaba formada por grupos reducidos y bien reconocibles". Zsch?pe, que es la ¨²nica superviviente del tr¨ªo en cuesti¨®n, era una de las pocas chicas que "se juntaba como uno m¨¢s entre los cabecillas". Los dos chicos paseaban "toda la parafernalia" de la moda neonazi-skin: botas, cazadoras bomber, cabezas rapadas, todo ello muy en boga en el este de Alemania durante los a?os posteriores a la ca¨ªda del Muro. Zsch?pe, en cambio, no adopt¨® el estilo nazi femenino (pelo corto, flequillo con flecos largos a los lados). Mundlos era el mayor de los tres, "el l¨ªder del grupo". B?hnhardt, crecido en orfanatos, sol¨ªa ir armado con un cuchillo. Manten¨ªan contactos con notorios neonazis de la regi¨®n, donde "muchos j¨®venes les ten¨ªan miedo". Las dificultades para encontrar m¨¢s testimonios de quienes los conocieron en la ¨¦poca sugieren que ese miedo permanece.
Hacia 1996, decenas de neonazis de la regi¨®n se articularon en una organizaci¨®n que llamaron Defensa Patri¨®tica de Turingia (THS). Manten¨ªan contactos con otras organizaciones ultras y con el partido NPD. Mundlos evolucion¨® hacia "una actitud de falsa mansedumbre, para aparentar que era un joven burgu¨¦s cualquiera", recuerda Grund. El tr¨ªo estaba metido hasta el cuello en las redes neonazis de Jena, una ciudad de 100.000 habitantes, hasta que pasaron a la clandestinidad en 1998. Justo cuando la polic¨ªa iba a detenerlos como sospechosos de fabricar bombas. Una vez sumergida, la Defensa Patri¨®tica de Turingia se convirti¨® en la Resistencia Nacionalsocialista, bajo cuya marca cometieron al menos 12 atentados y 14 atracos.
?Qu¨¦ hac¨ªa el Peque?o Adolf? Este hombre, del que solo se conoce su nombre propio y la inicial de su apellido, Andreas T., era funcionario de los servicios secretos alemanes, la llamada Oficina Federal para la Protecci¨®n de la Constituci¨®n (BFV). Cuando lo detuvieron como sospechoso del asesinato de Halit Yizmal en 2006, el agente asegur¨® que estaba "por casualidad" en el lugar del crimen, viendo pornograf¨ªa en uno de los ordenadores de la trastienda. Rondaba los 40 a?os. En el desv¨¢n de sus padres, la polic¨ªa encontr¨® s¨ªmbolos nazis que hab¨ªa grabado en las vigas cuando era un adolescente al que ya todos en su pueblo conoc¨ªan como Peque?o Adolf. En su residencia de adulto encontraron munici¨®n ilegal, pistolas con licencia, manuscritos ultraderechistas de su pu?o y letra y un ejemplar de Mi Lucha, la autobiograf¨ªa de Adolf Hitler prohibida en Alemania. As¨ª que el Peque?o Adolf le¨ªa al verdadero Hitler. Decenas de periodistas han sitiado estos d¨ªas su casa en Hofgeismar, muy cerca de Kassel, donde trabaja en una oficina del Gobierno regional a la que fue relegado en 2007. Judicialmente no se le acusa de nada, aunque fue sometido a un nuevo interrogatorio el lunes pasado.
?Por qu¨¦ tanto secretismo? A la reserva habitual que observan siempre los servicios de informaci¨®n hay que a?adir, en el caso alem¨¢n, que la BFV est¨¢ dividida en 16 jefaturas diferentes, una por cada Estado federado. Andreas T. captaba informantes para el servicio secreto del Estado de Hesse. Pagan a sus topos con fondos reservados y los proveen de papeles falsos cuando los necesitan. Las autoridades de Hesse brindaron en los noventa "ayuda significativa" a la vecina Turingia para organizar su servicio de informaci¨®n tras la ca¨ªda del Muro. Al menos uno de los topos captados y mantenidos por Andreas T. particip¨® en manifestaciones de la Defensa Patri¨®tica de Turingia, la red neonazi de donde salieron los terroristas.
Un tipo estrafalario y derechista, Helmut Roewer, dirigi¨® los servicios secretos de Turingia entre 1994 y 2000. Este caballero, encausado por corrupci¨®n, invirti¨® cientos de miles de euros en pagar a informantes de organizaciones radicales. Notorios neonazis como Thomas Dienel o Wolfgang Frenz, despu¨¦s funcionarios del partido ultra NPD, han presumido de que muchos informantes destinaban parte de su paga al mantenimiento o ampliaci¨®n de estructuras de ultraderecha. A cambio, ofrec¨ªan a los servicios secretos confesiones inventadas o res¨²menes de informaciones ya publicadas por la prensa. Fue bajo el mandato de Roewer cuando desapareci¨® del mapa el tr¨ªo neonazi que integr¨® la banda NSU. El servicio secreto los vigilaba, pero no evit¨® que huyeran justo a tiempo. El tr¨ªo pas¨® casi 14 a?os en la clandestinidad con unos documentos personales bien falsificados.
El presidente del Sindicato de la Polic¨ªa (GDP), Bernhard Witthaut, cree que esos documentos eran papeles falsos "legales"; es decir, de los que se usan para proteger a testigos y a informantes. Al comisario Witthaut le molesta en particular que Roewer acuse ahora a la polic¨ªa del monumental error que supuso la huida del tr¨ªo. Entre los polic¨ªas alemanes, dice, crece la "consternaci¨®n por las posibles implicaciones del asesinato de una colega de servicio", en referencia a Mich¨¨le Kiesewetter, d¨¦cima v¨ªctima de NSU, que fue tiroteada junto a su compa?ero de patrulla en 2007. Entre los cascotes del piso volado en Zwickau estaba el arma utilizada en ese crimen y las esposas de ambos agentes. El comisario Witthaut explica que "un polic¨ªa de a pie tiene que preguntarse c¨®mo ha sido posible que huyeran y que se escondieran por tanto tiempo".
Aquella huida convirti¨® al tr¨ªo en ¨ªdolos de los ultras de Turingia, donde incluso les dedicaron canciones de rock radical. Se dec¨ªa que estaban en Suecia, en Sud¨¢frica o en Holanda y que manten¨ªan contacto con este o aquel neonazi. Los rumores fueron puestos en circulaci¨®n por antiguos camaradas de la Defensa Patri¨®tica de Turingia, como Tino Brandt, un nazi muy conocido, que tambi¨¦n estaba en la n¨®mina oculta de los servicios secretos. Mientras, los terroristas segu¨ªan impunemente con su serie de asesinatos a personas de ascendencia extranjera, casi todos peque?os propietarios.
Como Enver Simsek, que atend¨ªa un puesto de flores en N¨²remberg (Baviera) cuando fue tiroteado con dos pistolas diferentes, hace ahora 11 a?os. En los seis a?os siguientes tambi¨¦n murieron a manos de los terroristas un sastre, dos fruteros, un vendedor de kebab, un hostelero, un cerrajero, un quiosquero y, por ¨²ltimo, el joven Halit en Kassel. Todos menos uno, que era griego, ten¨ªan ascendencia turca. Pero la polic¨ªa descart¨® desde el principio la posibilidad de un m¨®vil ideol¨®gico de la desconcertante serie de cr¨ªmenes y la atribuy¨® a oscuras mafias extranjeras. La guinda racista la puso quien bautiz¨® la campa?a terrorista como "los asesinatos del kebab".
El domingo pasado fue detenido otro militante neonazi llamado Holger G., el cuarto sospechoso de colaboraci¨®n con la banda. Alquil¨® veh¨ªculos para ellos y les prest¨® papeles. Todo apunta a que el tr¨ªo cont¨® con una amplia red de c¨®mplices o ayudantes. El propio Holger G. era un viejo conocido de las autoridades de Baja Sajonia, cuyos servicios secretos lo vigilaron por su supuesta complicidad con el tr¨ªo desparecido; pero ¨¦l sigui¨® ayud¨¢ndoles sin que nadie se lo impidiera.
La sangre fr¨ªa de los asesinos casa muy bien con la ideolog¨ªa nazi, que deshumaniza al contrario. Desde este punto de vista no sorprende que nadie reivindicara los atentados en su d¨ªa: se trata de exterminar al adversario, como hac¨ªa la SS de Hitler en los campos de concentraci¨®n. Pero, si se acepta esa explicaci¨®n, no se entiende para qu¨¦ hicieron el v¨ªdeo de la Pantera Rosa. Hay que alinear ese interrogante en una larga fila: ?De qu¨¦ vivi¨® el tr¨ªo durante 14 a?os? ?De d¨®nde sac¨® las armas? ?C¨®mo supieron que los iban a detener en 1998? ?Se suicidaron realmente dos de ellos? ?Qu¨¦ papel jugaron los servicios secretos y el Peque?o Adolf?
Los servicios secretos alemanes, tanto los internos (BFV) como los externos (BND), tienen una larga tradici¨®n de ceguera del ojo derecho. En la posguerra alimentaron sus filas con antiguos nazis. Ca¨ªdo el Muro, y sin perder del todo sus obsesiones por la izquierda, los investigadores reemplazaron el viejo enemigo comunista por la flamante amenaza islamista.
La ultraderecha se ha cobrado muchas m¨¢s vidas en Alemania que cualquier otro tipo de terrorismo. La fundaci¨®n antirracista Amadeu Antonio cuenta 182 v¨ªctimas mortales de agresiones de ultraderecha desde la unificaci¨®n de Alemania en 1990. La canciller Angela Merkel prometi¨® el lunes pasado "el esclarecimiento inmediato y completo" de los 10 ¨²ltimos asesinatos. El comisario Witthaut tambi¨¦n espera que se logre, pero a?ade al tel¨¦fono un resignado: "A lo mejor".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.