L¨¢grimas
En medio de la selva de Camboya, bajo un impenetrable trenzado de ra¨ªces y lianas, no hace muchos a?os aparecieron las ruinas de los templos milenarios de Angkor. Una vegetaci¨®n salvaje se hab¨ªa tragado a los dioses y toda la sabidur¨ªa que all¨ª impartieron los monjes budistas estuvo ahogada durante siglos por el griter¨ªo de los monos, que iban saltando de rama en rama a platicar en las salas del monasterio. Esa es la primera ense?anza que recib¨ª en este viaje al Lejano Oriente. Puede que todos llevemos dentro un mono parlanch¨ªn que debe elegir entre dios y la naturaleza, el dilema inexorable. Despu¨¦s en Nepal, a los pies del Himalaya, se extend¨ªa la miseria humana de Katmand¨² y sobre ella se vislumbraban con toda su pureza el Everest y el Annapurna, aquel m¨¢s alto, este m¨¢s cruel, los dos puestos all¨ª delante como un desaf¨ªo asc¨¦tico de la mente. El principal comercio de Katmand¨² consiste en ropa de abrigo, en instrumentos y equipos para escalar esas cimas cuya ¨²ltima arista est¨¢ poblada de alpinistas muertos, congelados, con una sonrisa azul. En una colina de Katmand¨² se levanta el monasterio de Kopan y all¨ª una ma?ana el monje budista tibetano, el Venerable Namgyel, imparti¨® una lecci¨®n magn¨ªfica, que era otra forma de alpinismo, esta vez hacia las alturas del esp¨ªritu. Unos tratan de ascender al Annapurna, otros intentan escalarse a s¨ª mismos, dos cumbres igual de peligrosas. Despu¨¦s de la pl¨¢tica, en el restaurante Baithak, instalado en el antiguo palacio de un s¨¢trapa, compart¨ª unos alimentos con este sabio budista. Le hice algunas preguntas. Le dije: se puede demostrar por las leyes f¨ªsicas que el sol sale todos los d¨ªas, pero metaf¨ªsicamente no se puede demostrar. El sol saldr¨¢ ma?ana solo si uno quiere. ?Es eso cierto? El Venerable contest¨®: en efecto, el sol saldr¨¢ para ti si realmente lo necesitas. Segu¨ª departiendo con ¨¦l durante la comida asuntos del esp¨ªritu y hubo un momento en que se me saltaron las l¨¢grimas. Esta convulsi¨®n no era debida a alguna profunda reflexi¨®n sobre mi karma que hubiera expresado el sabio budista. Sucedi¨® que hab¨ªa mojado una nuez ex¨®tica en una salsa rabiosa y en medio de tanta espiritualidad se me fundi¨® el cerebro y comenc¨¦ a llorar. En Oriente basta con una nuez para llegar a las l¨¢grimas.
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