Momento Mister Bean
Al inicio de la presidencia espa?ola de la UE, su web sufri¨® un ataque hacker que sustituy¨® la fotograf¨ªa de Rodr¨ªguez Zapatero por una del conocido personaje televisivo brit¨¢nico, abriendo una grieta por la que la imagen de la Espa?a exitosa se resquebrajar¨ªa irremediablemente. Ese momento Mister Bean simboliz¨® el duro choque del discurso oficial de negaci¨®n de la crisis, de insistencia en que eso no iba con nosotros, con las percepciones exteriores y los problemas reales. Vistos los malos resultados para Espa?a de la estrategia de mirar hacia otro lado con la esperanza de que otros hiciesen lo mismo, es preocupante ver aplicar esa misma estrategia dos a?os despu¨¦s por parte del Gobierno del pa¨ªs central de la zona euro, Alemania.
El tono confiado de Berl¨ªn se parece peligrosamente al que emanaba en 2009 del Gobierno socialista espa?ol
En noviembre de 2009, semanas antes del inicio de la presidencia espa?ola de la UE, un analista de La Moncloa respond¨ªa en un seminario a la pregunta de c¨®mo pensaban conciliar sus ambiciosos planes para la gobernanza europea de la competitividad con la imagen de fracaso econ¨®mico que Espa?a empezaba a proyectar (el paro hab¨ªa aumentado ya en un mill¨®n de personas) negando tal percepci¨®n, y procediendo a loar las virtudes econ¨®micas de un pa¨ªs, seg¨²n ¨¦l, ejemplo de crecimiento y superaci¨®n admirado por economistas y pol¨ªticos del mundo entero. Actitudes como esta explican la estupefacci¨®n de esa confiada Moncloa cuando el inicio de la presidencia espa?ola fue acogido por la prensa alemana y brit¨¢nica con una salva de cr¨ªticas furibundas a nuestra econom¨ªa, a las que muy pronto se sumar¨ªa el ciclo de ataques a la deuda.
El tono confiado de la canciller¨ªa en Berl¨ªn de estos d¨ªas se parece peligrosamente al que emanaba entonces del Gobierno socialista espa?ol. En 2008 y 2009 en Espa?a nos intentaron convencer de que esa crisis bancaria anglosajona no era cosa nuestra: los bancos espa?oles, mejor regulados que los de Europa y Norteam¨¦rica, no ten¨ªan activos t¨®xicos ni nada que temer gracias a sus abultadas provisiones; unas cuentas p¨²blicas saneadas tras a?os de gesti¨®n responsable permitir¨ªan llevar a cabo un impulso keynesiano al crecimiento que nos sacar¨ªa de la crisis, m¨¢s fuertes y competitivos. El discurso alem¨¢n actual no es menos triunfalista: con los deberes hechos en competitividad y la confianza inquebrantable de los mercados en sus cuentas p¨²blicas, Alemania est¨¢ a salvo de la crisis y en condici¨®n de aleccionar a los malgastadores pa¨ªses perif¨¦ricos, imponi¨¦ndoles la amarga medicina de los recortes. En el c¨¢lculo de algunos, el crecimiento de los mercados emergentes, en los que Alemania mantiene su capacidad de competir, compensar¨¢ las p¨¦rdidas de los exportadores germanos en los pa¨ªses europeos asfixiados por la austeridad expiatoria.
Los s¨ªntomas de que Espa?a no estaba ante una desaceleraci¨®n importada sino ante un reto may¨²sculo con profundas ra¨ªces dom¨¦sticas estaban presentes mucho antes del momento Mister Bean de enero de 2010. No faltan esos s¨ªntomas en la Alemania de hoy: la austeridad en los vecinos europeos ya est¨¢ pasando factura al crecimiento alem¨¢n, mientras los problemas de sus bancos, en especial los regionales, se empecinan en reemerger, a prueba de test de esfuerzo y acuerdos de recapita-lizaci¨®n bancaria. La prensa liberal que clam¨® por la ortodoxia fiscal y contra los rescates empieza a moderar el tono, asustada por la evidencia de que una ruptura del euro ser¨ªa un desastre may¨²sculo para Alemania. El recuperado mensaje europe¨ªsta de Merkel en el congreso de su partido sonar¨ªa a m¨²sica celestial si no se pareciese tanto al de un Zapatero buscando en Europa la soluci¨®n a los problemas que se negaba a admitir en su pa¨ªs.
La exasperante lentitud de Alemania en avanzar hacia soluciones europeas a la altura de la gravedad de la situaci¨®n tiene mucho, demasiado que ver con una doble negaci¨®n: negaci¨®n de la magnitud de unos problemas bancarios propios que, por su dimensi¨®n, hacen palidecer a los de Espa?a, y negaci¨®n de los efectos perversos de las virtuosas pol¨ªticas alemanas de depresi¨®n del consumo y super¨¢vit comercial estructural sobre el equilibrio de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria. Visto lo que nos jugamos todos, ser¨ªa m¨¢s que deseable que el Gobierno alem¨¢n rectificase ese negacionismo sin necesidad de llegar a un momento Mister Bean de descr¨¦dito que podr¨ªa resultar letal para Europa entera. Puede que ya sea demasiado tarde para que Nicolas Sarkozy y Francia se libren de uno de esos momentos -inevitable, si Alemania no lo impide-, pero Europa no est¨¢ ya para m¨¢s correctivos: en contra de lo que algunos parecen pensar, esta no es una elegante batalla de ideolog¨ªas econ¨®micas para demostrar que uno siempre llev¨® la raz¨®n, sino un desastre que, habi¨¦ndose ya cobrado nada menos que 20 millones de parados, amenaza las ilusiones de una generaci¨®n entera de europeos.
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