Mensaje para el presidente electo
"No sabemos qu¨¦ piensa este se?or". Es arriesgado traducir las conversaciones entre la pol¨ªtica y los mercados, esos t¨®tems que nos metieron en un extra?o delirio del que no sabemos despertar. Pero por ah¨ª van los tiros: atravesamos una crisis profunda, tememos incluso una cat¨¢strofe y aun as¨ª el escenario pol¨ªtico est¨¢ vac¨ªo. Los mercados llevan dos d¨ªas pregunt¨¢ndose qu¨¦ piensa Mariano Rajoy, desaparecido en mitad de la tormenta. Y el presidente electo no parece tener ning¨²n sentido de urgencia: sigue enfrascado en un silencio atronador, cuyo eco amplifican los mercados con inquietantes subidas en la prima de riesgo y un implacable batacazo burs¨¢til. Rajoy hab¨ªa pedido media hora a los mercados, y se la concedieron: el lunes de 9.00 a 9.30 de la ma?ana. Ah¨ª acab¨® el periodo de gracia. Bienvenido al arte de gobernar en esta Europa contempor¨¢nea, versi¨®n camisa de fuerza con dos nudos gordianos: Alemania y los mercados.
El PP ha conseguido una victoria arrolladora: los espa?oles le dan un mandato contundente en medio de una crisis formidable. Le entregan, casi a ciegas, todos los instrumentos para llevar a cabo su plan. Le piden decisi¨®n: las decepciones, como las alegr¨ªas, cuanto antes mejor. Y a todo eso, Rajoy responde con su marca gen¨¦tica, con una parsimonia que hay quien considera un estilo, una intuici¨®n mitad aguda, mitad estudiada. Hasta aqu¨ª le ha valido con esperar agazapado los errores de los dem¨¢s: tras ese triunfo en las urnas, y con la que est¨¢ cayendo, no hay donde esconderse. Eso constituye una novedad en su carrera.
Las situaciones de emergencia requieren soluciones de emergencia y eso (a sabiendas de que la democracia tiene su tempo, a pesar de los mercados) deber¨ªa traducirse en tres mensajes. Uno: m¨¢s all¨¢ de las promesas electorales, Rajoy necesita hacer un anuncio institucional acerca de que har¨¢ lo que sea (de acuerdo con Zapatero, a trav¨¦s de las comunidades donde gobierna: como sea) para acercarse al objetivo de d¨¦ficit. Dos: debe fijar plazos claros para aprobar las reformas (traducci¨®n bastarda: los recortes) que ha se?alizado en campa?a. Y tres: debe desvelar de una vez qui¨¦n es el nuevo mago del reino, el due?o de la tijera; su ministro de Econom¨ªa. Puede que no haya un solo nombre que por s¨ª solo garantice la paz en los mercados; no hay varita m¨¢gica. Pero al menos eso ser¨ªa un gesto y nadie podr¨ªa acusarle de no hacer nada, como ya han hecho las agencias de rating con la desfachatez habitual. Eso tiene riesgos: la espera puede quemar al druida elegido, y es posible que Rajoy no est¨¦ en condiciones de especificar sus planes. Adem¨¢s, las transiciones pol¨ªticas son peligrosas: no hace tanto, los israel¨ªes invadieron Gaza con Barack Obama en los aleda?os del Despacho Oval. El fuego de los mercados se ha colado en la sala de espera de La Moncloa: Rajoy, petrificado, no acaba de agarrar la manguera. Luego habr¨¢ que ver qu¨¦ tal funciona como bombero, pero al menos deber¨ªa hacer ese gesto.
(Una hip¨®tesis tal vez descabellada como coda: los mercados han respondido con un duro rev¨¦s a la victoria de Rajoy porque una ronda adicional de austeridad podr¨ªa llevar a Espa?a a una recesi¨®n profunda y a problemas, ay, a¨²n m¨¢s graves de los que ya tiene. El hecho de que Rajoy no parezca tener ninguna estrategia inmediata anticrisis no ayuda. Pero en el fondo este es un problema que sobrepasa la pol¨ªtica espa?ola: se juega en el tablero de Bruselas, Berl¨ªn y sobre todo Fr¨¢ncfort, sede del BCE. Los mercados desconf¨ªan de Europa, no de Espa?a; de Merkel, no de Rajoy, a pesar de esa querencia del l¨ªder del PP por hacer la Esfinge. Pero eso es solo una hip¨®tesis).
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