El barco del arroz

Este producto de ballet contempor¨¢neo, virtual pas de dix de gran exigencia, es posible solamente desde la muy depurada t¨¦cnica del ballet acad¨¦mico, usada luego a placer y a tenor de los vendavales actuales. Parecer¨¢ una obviedad, y no lo es: aqu¨ª se estiran muy bien los pies, se gira como debe ser, se salta disfrutando y se pronuncia el arabesque con din¨¢mica y acento potentes. McGregor lo deja claro desde el comienzo ritualizado donde las mujeres, como vestales, visten de negro en corte cl¨¢sico y portan antorchas. El nivel de los artistas es de suma excelencia y eso clarifica la exposici¨®n del material cor¨¦utico y las sugerencias deconstructivas que vendr¨ªan despu¨¦s. El primer pas de deux resulta una declaraci¨®n de principios funcionales.

El salto reactivo, la angulaci¨®n provocativa, la administraci¨®n de la inercia y una petulante caracterizaci¨®n simiesca y el quebrado del fraseo apuntalan el prosa¨ªsmo, va conduciendo la visual hacia una po¨¦tica estimulada por la luz y el sonido. Las piernas desnudas permiten desmenuzar las evoluciones, el vaciado del sistema din¨¢mico donde se provoca un bucle de ilusionista: las escenas se enlazan con liquidez.

La escenograf¨ªa es un recurrente panel m¨®vil que remeda a la letra y con los medios tecnol¨®gicos actuales los cuadros cin¨¦tico-luminiscentes de Julio Le Parc, llevando el espacio a una derivada y oscura oquedad, de fantas¨ªa fr¨ªa.

Sin embargo, con matices, hay una peligrosa sensaci¨®n igualatoria (alg¨²n entusiasta a la moda dir¨ªa global) en todos los core¨®grafos actuales que destacan por su talento, sean de donde sean, como si diferenciarse fuera un factor excluyente y no lo contrario. El sabor pl¨¢stico es a la vez distante y helador, rozando lo impersonal, perpetuando el concepto de aleatoriedad sobre el reglado y que resulta, sobre todo, desorientaci¨®n.