40 a?os a su aire
Una fiesta. De cumplea?os. 40 gripaus. Jo, la donya i el gripau, un disco que explica una ¨¦poca, una manera de vivir y de hacerlo bajo normas que uno mismo decida, ha cumplido los 40, edad a partir de la cual se usa el afijo -¨®n a modo de marco definitorio. El padre de la criatura sigue ejerciendo de tal pasados los 60, lo que explica una parte de lo que el personaje representa, hasta el punto de que su ¨²ltimo hijo, un cr¨ªo, estaba all¨ª tocando la bater¨ªa. Es otra de las facetas que explican al padre Pau Riba. Hay personas que se han ido, entre ellas la primera madre de los hijos del patriarca que oficiaba la ceremonia; Formentera ya es casi otro lugar m¨¢s y, por supuesto, nadie de los presentes era como fue cuando Pau Riba quiso dedicar un disco a su compa?era Merc¨¨, al nacimiento de su primer hijo y a la isla que todo lo ampar¨®. Pese a todo, Pau, contumaz, quiso la fiesta. Visto de otro modo, quiz¨¢ por ello mismo.
PAU RIBA
Centre Artes¨¤ Tradicion¨¤rius
Barcelona
24 de noviembre
As¨ª que fue una fiesta que movi¨® complicidades. El guion lo marcaba ese delicioso y ¨¢cido Jo, la donya i el gripau, diccionario de amor y libertades escrito en canciones que son m¨²sica popular, por tanto atemporal, y que se ha reeditado. Otro motivo de alegr¨ªa para Pau, que inici¨® la fiesta con un recuerdo a todos los que, como Merc¨¨, ya se fueron. A partir de ese punto, el reencuentro con lo que fuimos avanz¨® por las canciones del disco recuperadas con un aire naif, tierno y juguet¨®n que hizo pensar en lo que han bebido de Pau las generaciones que ahora evocan el folk con benepl¨¢cito. Pau apenas se ha beneficiado. ?l es as¨ª. Parece gustarle.
Y as¨ª hay que tom¨¢rselo. Porque Pau Riba viene a ser como el Ratoncito P¨¦rez, en quien no puede pensarse a menos que se crea en ¨¦l con determinaci¨®n y firmeza. Pau hace cosas que solo a ¨¦l se le permiten, hace cosas que solo a ¨¦l se le perdonan y por eso mismo hace cosas que en ocasiones solo se explican mediante su autoindulgencia. Es un poco como Dios, a quien nadie tose por saberse in¨²til el esfuerzo. Esa fue la clave de un concierto ribamente ca¨®tico e imperfecto en el que sus hijos, tres de ellos agrupados bajo el paraguas de Pastora, tuvieron un protagonismo compartido con Pascal Comelade, Enric Casasses, Albert Pla y El Petit de Cal Eril, otras almas a su aire. Fue un concierto entra?able y sentimental, fruto de la voluntad de quien sin pelo para melena se deja largo el de las sienes. Esa ocurrencia, genuinamente Riba, solo es propia de ¨¦l, padre de un Ca?m.
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