A bordo del 'Titanic' del euro
Estonia sufri¨® un duro ajuste fiscal para entrar en la moneda ¨²nica; ahora es el miembro de la UE que crece m¨¢s r¨¢pido, pero su clase media se va a pique
Mientras las ratas ya abandonaban el barco, y los viajeros de primera so?aban con poder hacerlo, un peque?o aspirante pasajero b¨¢ltico se somet¨ªa a terribles sacrificios para lograr subirse al Titanic del euro. Su historia es un laboratorio que encierra varias lecciones sobre virtudes y aberraciones del und¨¦cimo mandamiento que impera en el continente: no tendr¨¢s d¨¦ficit.
Tras un pavoroso ajuste presupuestario que, en medio de una recesi¨®n de caballo, le permiti¨® cumplir con los par¨¢metros de Maastricht, Estonia obtuvo el pasado enero la admisi¨®n en el buque insignia europeo. La cura fiscal del Gobierno de Tall¨ªn equivali¨® a "un 4% del PIB en 2008, un 9% en 2009 y un 2% en 2010", seg¨²n Andrus S??lik, jefe del departamento de pol¨ªtica macroecon¨®mica del Ministerio de Finanzas estonio. Una cifra que, en proporci¨®n, hace palidecer los recortes de los pa¨ªses mediterr¨¢neos, y que fue posible gracias a la casi nula resistencia de la fr¨¢gil sociedad civil estonia y a "un sistema de protecci¨®n del empleo entre los m¨¢s bajos de la OCDE", seg¨²n afirma la propia organizaci¨®n.
El subsidio de paro de los j¨®venes no llega a los 200 euros mensuales
Los principales datos estad¨ªsticos apuntan a que, con la cura fiscal, Estonia ha salido del estado de coma: el pa¨ªs terminar¨¢ 2011 con una tasa de crecimiento del 8%, mejor marca de la UE; el paro se redujo de casi un 20% a principios de 2010 hasta menos de un 11% hoy; el d¨¦ficit est¨¢ bajo control.
Indudablemente se trata de resultados impresionantes, que contrastan con la par¨¢lisis de los pa¨ªses latinos. Pero el paso de los informes y estad¨ªsticas a las calles de Tall¨ªn permite comprender el doloroso precio que se ha pagado. La historia de Kadi-Liis S?re, de 28 a?os, lo simboliza.
Kadi-Liis es una de los muchos atropellados por el desregulado mercado estonio. Sentada en un caf¨¦ de la capital -que por iron¨ªa del destino se llama C'est la vie- relata c¨®mo fue despedida en septiembre de un centro de servicios de asistencia social del municipio de Tall¨ªn en el que hab¨ªa trabajado cuatro a?os. Cobraba un raqu¨ªtico sueldo de apenas 400 euros. En la en¨¦sima vuelta de tuerca del ajuste fiscal, el Ayuntamiento le exigi¨® que aceptara trabajar 20 horas m¨¢s al mes por el mismo salario. A diferencia de la gran mayor¨ªa de sus conciudadanos, Kadi-Liis trat¨® de resistirse. La echaron enseguida, seg¨²n cuenta, junto con los compa?eros que tambi¨¦n se opusieron. Ahora ha llevado el asunto a los tribunales.
"Estoy enfurecida. Me siento indefensa, y disgustada con un pa¨ªs que trata as¨ª a sus ciudadanos y trabajadores. ?Por cualquier lado que uno mire, ocurren cosas as¨ª! Los recortes de salarios en los sectores p¨²blicos y privados est¨¢n aniquilando la clase media. Veo a mi alrededor mucha gente que solo puede comprar alimentos b¨¢sicos, y los comedores sociales est¨¢n llenos", dice. Transmite una indignaci¨®n sincera y vibrante, una ruptura con la sociedad en la que vive que se percibe dif¨ªcil de coser.
A su lado, Ave T?mm, una compa?era de 32 a?os que como Kadi-Liis fue despedida, se lamenta: "?El coste de la vida es insostenible!". La inflaci¨®n este a?o rondar¨¢ el 5%. A trav¨¦s del espeso velo del pudor y de la dignidad, se comprende que Ave, que tiene un hijo, no lo est¨¢ pasando nada bien. El subsidio de paro de Ave y Kadi-Liis no llega a 200 euros.
"La situaci¨®n es dif¨ªcil porque la gran mayor¨ªa de los trabajadores ha sufrido recortes de salario, y al mismo tiempo los precios suben y los servicios sociales han perdido calidad al tener menos recursos", observa en su modesto despacho, Harri Taliga, presidente de la Confederaci¨®n de Sindicatos estonia.
"Desafortunadamente, la gente aqu¨ª no cree que con sus protestas pueda influir en las maniobras del Gobierno, as¨ª que no hubo grandes movilizaciones", prosigue Taliga. Entre falta de protestas y mercado desregulado, Ejecutivo y sector privado tuvieron manos libres, lo que hace de Estonia un caso perfecto para entender qu¨¦ pasa aplicando el manual neoliberal.
En el sector p¨²blico, el Estado hizo una poda del gasto del 25%, seg¨²n la OCDE. En cuanto a los ingresos, hubo una subida del IVA, que todos pagan por igual, pero el impuesto sobre la renta permaneci¨® invariable, un 21%.
En el sector privado, el paro subi¨® del 5% a casi el 20% en dos a?os y hubo generalizados recortes de salarios. "Hubo negociaciones colectivas en casos limitados. Por lo general, los empresarios exigieron bajar los salarios un 20% o hasta un 30% y los trabajadores han terminado aceptando por temor a ser despedidos como represalia", dice Taliga. "Ahora que las cosas est¨¢n yendo mejor, claro est¨¢, no hemos visto ninguna mejor¨ªa de las condiciones salariales", a?ade.
El Gobierno podr¨ªa haber diluido en el tiempo los recortes si no se hubiese empe?ado en entrar en el euro. La adhesi¨®n, adem¨¢s, significa que el pa¨ªs debe ahora contribuir a los fondos de rescate pese a que la renta per c¨¢pita de los rescatados sea superior a la suya.
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