Javier Pradera y la socialdemocracia
Resistir al franquismo y resistirse a la hegemon¨ªa del PCE no era posici¨®n c¨®moda en el seno de la izquierda durante los ¨²ltimos a?os de la dictadura. Buena parte de la intelectualidad progresista del momento se agrupaba en torno a ese partido. Sin embargo, unos pocos apostamos por un in¨¦dito PSOE en v¨ªas de refundaci¨®n. Recel¨¢bamos del Partido Comunista, al que se le auguraba un papel central en democracia; y m¨¢s, tras conocer el alcance de la disidencia que hab¨ªa acabado a?os antes con Claud¨ªn, Sempr¨²n y Pradera fuera del partido. El an¨¢lisis de esa disidencia que acab¨® con los tres fuera del partido me aport¨® argumentos acerca de c¨®mo pr¨¢cticas organizativas perversas anticipan el destino de un proyecto pol¨ªtico condenado al fracaso. Desde entonces les admir¨¦ por su ejemplo. Se anticiparon con propuestas innovadoras, se resistieron a las presiones de la c¨²pula y estuvieron dispuestos a pagar el precio de un ostracismo infamante por defender unas razones que al cabo sus censores hicieron suyas. Se comprende que Pradera haya sido tan implacable con el funcionamiento interno de los partidos. La selecci¨®n negativa que terminan practicando agosta su inteligencia pol¨ªtica y les aboca al fracaso.
Era implacable con el funcionamiento interno, lamentable, de los partidos
Uno se pasaba d¨ªas rumiando el saber pol¨ªtico encerrado en sus comentarios
Afirma Castilla del Pino en sus Memorias que Pradera "como v¨ªctima de su car¨¢cter era un dilapidador de afectos". Creo, m¨¢s bien, que a Pradera se le quer¨ªa no a pesar de su car¨¢cter, sino con su car¨¢cter. La relaci¨®n con ¨¦l era franca, a veces bronca; nunca impostada ni tramposa; casi siempre, estimulante y duradera. Leal con sus amigos pero m¨¢s deferente con el mejor argumento. Parec¨ªa descastado con los suyos. Sus retratos de personajes eran sentenciosos, cargados de penetraci¨®n psicol¨®gica, crueles llegado el caso. Teniendo al Estado de derecho como marco irrebasable, era intransigente con las trampas a la legalidad referidas a la corrupci¨®n y al crimen de Estado, sobre todo si proced¨ªan de "los nuestros". Su indignaci¨®n hac¨ªa crecer su escritura. Ese ejercicio de independencia moral e imparcialidad se pagaba con la maledicencia y el ninguneo de algunos malos y muchos tontos con poder.
Esmeraba su iron¨ªa a la hora de frenar la predisposici¨®n a los arreglos cosm¨¦ticos de las propias biograf¨ªas o a reconstruir el pasado en beneficio de parte. Rebajaba los humos de quienes se erigen en dise?adores de lo que, a toro pasado, se tiene por ¨¦xito hist¨®rico. Con la autoridad de una biograf¨ªa bien cargada e inmune al virus de la melancol¨ªa, consideraba que haber estado envuelto en procesos hist¨®ricos de relevancia no otorga por s¨ª mismo valor moral o inter¨¦s hist¨®rico a un testimonio. Consideraba est¨¦ril andar enredando acerca del protagonismo de una u otra "generaci¨®n" a prop¨®sito de la Transici¨®n. Se le antojaba c¨®mica esa nueva tropa de antifranquistas y combatientes sobrevenidos 35 a?os despu¨¦s de muerto el dictador y a 70 de haber finalizado la Guerra Civil.
Recuerdo que a principio de los noventa, aturdidos por una escalada de esc¨¢ndalos, nos pregunt¨¢bamos una y otra vez c¨®mo hab¨ªamos podido llegar a una situaci¨®n tan penosa. Consideraba suicida que dentro del PSOE se escamoteara todo debate franco sobre lo que estaba ocurriendo. Casi todos se conformaron con explicaciones de saldo confiando en el "ya escampar¨¢". Ah¨ª est¨¢n sus columnas advirtiendo de ese error y ofreciendo se?ales valiosas para enmendarlo. Lamentablemente, se opt¨® por pasar p¨¢gina y reclutar una tropa de refresco que se ha apa?ado con un marco argumental presentado como el no va m¨¢s pero urdido con retales de aqu¨ª y de all¨¢. Veinte a?os despu¨¦s tenemos lo que tenemos: indigencia estrat¨¦gica y falta de liderazgo. El PSOE no cuenta con una explicaci¨®n solvente sobre lo que pas¨® y mucho menos sobre la relaci¨®n de aquello con lo que terminar¨ªa ocurriendo despu¨¦s. El desnorte actual no cabe imput¨¢rselo exclusivamente a los de ahora. No es cabal ajustar cuentas con quienes nos sucedieron sin haberlas ajustado con nosotros mismos y con lo que en su d¨ªa les legamos. En fin, para discutir de todas estas cosas nos habr¨ªamos citado. Como otras veces, ya ten¨ªa pensado c¨®mo provocar a Pradera con el socorrido "de aquellos polvos, estos lodos". Soltar¨ªa una primera objeci¨®n de peso. Discutir¨ªamos hasta la extenuaci¨®n, terciar¨ªa alg¨²n comentario mal¨¦volo y risas. Y uno, como siempre, se pasar¨ªa d¨ªas rumiando el saber pol¨ªtico encerrado en uno u otro de sus comentarios. Le echaremos de menos.
Ram¨®n Vargas-Machuca Ortega es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica y fue diputado al Congreso por el PSOE (1977-1993).
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