Ar¨¢cnido en tu pelo
1 Los hijos se han dormido: Veronese reinventa La gaviota, en Temporada Alta. Procedimiento habitual (poda, reconcentraci¨®n, esencializaci¨®n), que aqu¨ª alcanza la pura incandescencia. De nuevo, predomina un aire de improvisaci¨®n a tumba abierta (un vendaval, m¨¢s bien). De nuevo, no hay subtextos: todos los conflictos est¨¢n a la luz, todo se act¨²a, todos se dicen las verdades a la cara, pero V introduce en los careos a personajes que "no estaban", que presencian y callan, a?adiendo tensi¨®n, incomodidad. Gente inclemente, contradictoria, apasionada y l¨²cida, sobre todo acerca de sus autoenga?os: por eso est¨¢n tan desesperados, por eso tienen tanta energ¨ªa y tan poco romanticismo. Ritmo viv¨ªsimo, casi vodevilesco, que da una idea de tiempo continuo y claustrof¨®bico, hasta que de repente, por una alusi¨®n en el di¨¢logo, comprendemos que han pasado meses, un a?o. La obra de Treplev se desarrolla en off pero V refuerza los puentes shakespearianos: Arkadina reacciona como Gertrudis ante La ratonera. Fern¨¢n Mir¨¢s es el mejor Treplev que he visto: un bipolar desarmante que se toma por Hamlet y por Lermontov. Ideas fenomenales: cuando se tumba junto al dormido Sorin y hace que su mano le acaricie. Arkadina es aqu¨ª m¨¢s ni?a, m¨¢s caprichosa, m¨¢s rapaz que nunca, devastada por el desprecio que le inspira su hijo. Arkadina es Maria Onetto, una de las mejores actrices de la galaxia: parece el reverso negro de su personaje en Nunca estuviste tan adorable, de Daulte. Grandes momentos: cuando se da cuenta, mientras ordena unas ropas, de que Trigorin se ha enamorado de Nina: lo percibimos por su obstinaci¨®n en el gesto, su modo de alzar la cabeza como si sintonizara una frecuencia extraterrestre. M¨¢s tarde intuir¨¢, de modo igualmente paranormal, el suicidio de Treplev: se alza en mitad de la partida, los ojos arrasados en l¨¢grimas, como cuando en Twin Peaks muri¨® Laura Palmer. Osmar N¨²?ez es un Trigorin pomposo, infantil, vulnerable, que habla de cara a la galer¨ªa, lo que no impide que sus elucubraciones sobre Hamlet sean brillantes. Nina (Mar¨ªa Figueras) destila su dificil¨ªsimo mon¨®logo como un alcohol helado, sin una gota de los acostumbrados acentos alucinatorios. Vemos el personaje de una actriz que intenta ser melodram¨¢tica ("Soy una gaviota... no, no es eso") pero acaba optando por una claridad demoledora: ha vuelto para hacer balance y para decirle a Treplev que sigue amando a Trigorin, que intent¨® amarle a ¨¦l pero no pudo, le abraza, sale corriendo, nos precipitamos hacia el final como ruedas cuesta abajo. Elementos de farsa absurda, dislocaciones: durante el juego de la loter¨ªa llama reiteradamente Medvedenko (Claudio da Passano) y nadie abre; le ignoran igual que al viejo Fisk en El jard¨ªn de los cerezos. Nunca Treplev hab¨ªa sufrido tanto; nunca Medvedenko hab¨ªa sido tan humillado. Poco m¨¢s tarde, Arkadina finge escuchar sabias palabras sobre el arte del teatro brotando de la boca del dormido Sorin (Roly Serrano), al que antes hab¨ªamos o¨ªdo pronunciar, en sue?os, el nombre de un amor perdido como si fuera un conjuro. Conmovedor Sorin, enfermo, vac¨ªo, hedonista, bondadoso; conmovedora Masha (Ana Garibaldi, otra giganta), hasta entonces dura, alcoholizada, burlona, y la ¨²nica que quedar¨¢ en escena para llorar a Treplev. Extraordinaria funci¨®n, extraordinarios int¨¦rpretes: en Madrid se ver¨¢, me dicen, en primavera. ?Atentos!
Nina (Mar¨ªa Figueras) destila su dificil¨ªsimo mon¨®logo como un alcohol helado, sin una gota de los acostumbrados acentos alucinatorios
2 Los ojos no se puede resumir. Hay que ir al Fern¨¢n G¨®mez, hay que verla y, sobre todo, o¨ªrla. Hay que ver c¨®mo pasa el texto por los cuerpos y las bocas de los int¨¦rpretes, todos formidables, y fuera de concurso esas dos fuerzas llamadas Fernanda Orazi y Marianela Pensado, para las que parece haberse inventado el t¨¦rmino "organicidad": las frases brotan como agua fresca y tumultuosa. La funci¨®n no es redonda, vale, pero me da igual: tiene verdad y gracia, es sorprendente sin buscarlo y sigue sus propias reglas con tanto rigor como alegr¨ªa. En Los ojos aletea una pureza sin sentimentalismos y, sobre todo, sin miedo. Pablo Messiez parte de un asunto peligrosamente melodram¨¢tico, entre Marianela y Molly Sweeney (la fea, la despose¨ªda de la fortuna que teme perder a su novio ciego si recupera la vista) y lo utiliza como mero trampol¨ªn para saltar en muy diversas direcciones. La trama avanza como un r¨ªo de mercurio, rompe cauces, se desv¨ªa en nuevos afluentes, reaparece en los r¨¢pidos. Los narradores se suceden sin competici¨®n: ahora parece la obra del ciego, ahora la de la hija, ahora la de la madre. Incluso la elipsis que precede al final, que en otros ser¨ªa un escamoteo, un no rematar el lazo, aqu¨ª no escama: pesa m¨¢s la generosidad formal, la libertad narrativa. Todos hablan como si fueran ni?os, ni?os salvajes, siempre con su verdad a flor de labios, sin frenos sociales, sin ret¨®ricas, y as¨ª pueden alternar las mayores brutalidades y los vuelos m¨¢s po¨¦ticos. Messiez tiene el mismo o¨ªdo que ten¨ªa Manuel Puig: las invocaciones de Nela a su virgen de yeso y cabeza de mu?eca; las torrenciales embestidas de Natalia, esa madre terrible, feroz y tronchante, entre Violencia Rivas y una criatura de Ch¨¦jov (¨²nico riesgo: que a Orazi la encasillen en roles de ultraneur¨®tica); los di¨¢logos de la oftalm¨®loga (Violeta P¨¦rez), que parecen compuestos a cuatro manos entre Achard y Queneau. Los ojos es un drama y es una comedia negra y es un musical secreto: hay mon¨®logos que parecen arias o recitativos; hay esa bell¨ªsima tonada italiana que Natalia, m¨¢s Magnani que nunca, canta rumbo a Mosc¨² cuando la emoci¨®n le anula las palabras; hay cuatro manes tutelares (Mercedes Sosa, Nina Simone, Jimmy Durante y Ada Falc¨®n) y tampoco parece azaroso que la oftalm¨®loga se llame Chabuca Granda, que s¨®lo entienda el mundo a trav¨¦s de las canciones, que cure con m¨²sica. Messiez juega en la misma liga que Alfredo Sanzol y Rafael Spregelburd, que los norteamericanos Sarah Ruhl y Tarrell Alvin McCraney. Que siga jugando por muchos a?os y que podamos jugar juntos. Y hablando de Sanzol, no se pierdan En la luna, en la Abad¨ªa: su ampliaci¨®n de capital, su ¨¢lbum de oro. La semana que viene se lo cuento.
Los ojos. Una obra sobre la vista, la tierra y el amor, o la falta de cualquiera de las tres cosas. Dramaturgia y direcci¨®n de Pablo Messiez. Teatro Fern¨¢n G¨®mez. Centro de Arte. Madrid. Hasta el 18 de diciembre. teatrofernangomez.esmadrid.com.
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