Macbeth y el s¨ªndrome del miembro fantasma

La obra escocesa de Shakespeare es un d¨¦dalo po¨¦tico en el que se extraviaron multitud de directores ilustres y de grandes actores: los brit¨¢nicos piensan que est¨¢ gafada. John Gielgud enumera una larga serie de desgracias sucedidas cuando la mont¨®, y la compa?¨ªa de Declan Donnellan, que la hizo en el Matadero har¨¢ dos a?os, ten¨ªa un curioso ritual para exorcizar el mal fario cuando alg¨²n descuidado dec¨ªa "Macbeth" en lugar de "la obra escocesa", denominaci¨®n eufem¨ªstica extendida en la P¨¦rfida Albi¨®n.

Le¨ªda, Macbeth resulta tan sugestiva y vibrante que es dif¨ªcil concebir una puesta en escena a su altura. La imaginaci¨®n lectora vuela all¨ª donde la mayor¨ªa de los montajes se estrellan: en las escenas de las brujas, durante el mon¨®logo frente el cuchillo espectral, con la aparici¨®n del fantasma de Banquo, la ascensi¨®n del bosque animado hacia el castillo y el duelo a muerte entre el tirano y Macduff. Polanski rod¨® una versi¨®n f¨ªlmica inolvidable, plena de fantasmagor¨ªas pero sin perder aliento teatral. Helena Pimenta hace el recorrido inverso: echa mano del cine en 3-D para recrear sin trabas las m¨²ltiples apariciones sobrenaturales y las de una mir¨ªada de personajes secundarios.

La ilusi¨®n de mixtura entre realidad y pesadilla que producen tales proyecciones es notable, y su integraci¨®n con los actores de carne y hueso est¨¢ muy conseguida. Tambi¨¦n causan impresi¨®n los fragmentos de la ¨®pera verdiana hom¨®nima que interpreta el Coro de Voces Graves de Madrid, parte del cual canta en vivo sobre las voces grabadas de sus compa?eros, con buen efecto: cuando recitado y canto se superponen, el montaje cobra aliento ¨¦pico.

Para que lo proyectado adquiera volumen, una pantalla trasl¨²cida parte el escenario en dos mitades, creando un delante y un detr¨¢s, de modo que en varias escenas cruciales los personajes se ven impelidos a hablar entre s¨ª desde ambos lados, sin contacto f¨ªsico, a una media distancia que templa en exceso sus emociones y diluye la intensidad del instante. Sin ese velo tecnol¨®gico de por medio, Pepa Pedroche y Jos¨¦ Tom¨¦ negociar¨ªan mejor el desasosegado di¨¢logo entre lady Macbeth y su esposo, cuando vuelve de asesinar a Duncan.

Tom¨¦ crea un Macbeth de hechuras torvas, velado y quebradizo, rumiador nato, pero sin ¨ªmpetu asesino, que salpica sus parlamentos de pausas en lugares exc¨¦ntricos (entre pronombre y nombre, por ejemplo): solo con cambiar esto ¨²ltimo su trabajo crecer¨ªa exponencialmente. Pedroche resuelve con empuje y una prosodia impecable un papel alejado de los que suelen encomendarle, casi a contratipo. Entre el resto de reparto destaca el contundente Banquo de Javier Hern¨¢ndez Sim¨®n. En resumen, un montaje interesante en donde los personajes en 3-D se sienten sin estar, como un miembro fantasma.