Jenson Button, la 'jet-set' del circuito
El primer contacto verbal con Jenson Button pareci¨® sacado de un manual de protocolo brit¨¢nico. ?l sosten¨ªa un vaso de t¨¦ en las manos y jugaba con el hilo de la bolsita entre los dedos mientras merodeaba a solas junto a la mesa de catering, en un garaje al borde del circuito de Silverstone (unos cien kil¨®metros al noroeste de Londres). Se acerc¨® y pregunt¨® con una sonrisa qu¨¦ tal iba el d¨ªa. Acto seguido pas¨® a preocuparse por aquello que suele preocupar a los ingleses en el primer encuentro. "?Qu¨¦ tal el tiempo? Estos dos ¨²ltimos meses ha estado haciendo muy bueno en Londres". Desgraciadamente, dijo, parec¨ªa estar cambiando a peor. No hab¨ªa m¨¢s que echar un vistazo al cielo, de un gris met¨¢lico aquella ma?ana. Unos pasos m¨¢s all¨¢, en la recta m¨¢s larga del circuito, el viento cortaba como el acero afilado. Pero en su casa, a?adi¨®, situada en una peque?a isla del canal de la Mancha, el clima sol¨ªa ser m¨¢s templado. Y le dio un sorbo al t¨¦.
"Creo que la prensa ten¨ªa raz¨®n al apodarme aprendiz de 'playboy"
"Hamilton es el compa?ero m¨¢s duro que he tenido. El m¨¢s r¨¢pido"
Poco antes se hab¨ªa producido el primer contacto visual. Y este result¨® m¨¢s bien propio de ese gran hermano que padecen las estrellas del deporte, a las que sus agentes, relaciones p¨²blicas y dem¨¢s personas que se ganan la vida a su estela no abandonan ni en los momentos de intimidad: Jenson Button en calzoncillos, mientras preparaba su primer cambio de ropa para el rodaje de una publicidad de Tag Heuer. Los pilotos de f¨®rmula 1 suelen circular por el mundo con un n¨²mero tasado de horas, minutos y segundos, y solo es posible acercarse a ellos en la medida en que una de las marcas que les patrocina les obliga (por contrato) a mantener determinados encuentros con la prensa, igual que exige a los entrevistadores hacer preguntas relacionadas con el producto en cuesti¨®n. En este caso se trataba de unos relojes suizos cuyo modelo m¨¢s barato ronda los 2.500 euros. Y lo raro, en realidad, era haber podido charlar con ¨¦l sobre las nubes sin que nadie midiese sus palabras. O verlo casi en cueros sin que se expulsara al p¨²blico no autorizado de aquella sala fr¨ªa y desangelada, con aspecto de oficina a medio acabar en un pol¨ªgono de extrarradio. El anciano y amarillento edificio de boxes.
El piloto desnud¨® su cuerpo sin pudor, un cuerpo proporcionado y fibroso, m¨¢s cercano al atleta que al esteta de gimnasio, y p¨¢lido en la acepci¨®n m¨¢s brit¨¢nica de la palabra. Los minutos que no emplea en la f¨®rmula 1 o en su promoci¨®n los dedica a preparar pruebas de triatl¨®n. El instante se detuvo y se oy¨® alg¨²n suspiro ahogado. Tal y como lo defini¨® un cronista deportivo, "Button es el yerno perfecto que desean todas las se?oras; o mejor: el chico que quieren para ellas". Cuando termin¨® de abrocharse el mono de carreras, baj¨® hasta el circuito, se coloc¨® junto a su monoplaza, que hab¨ªa sido transportado hasta el lugar en un cami¨®n con el prop¨®sito de ser filmado pero no tocado, y repiti¨® con flema un discurso de 15 segundos ante las c¨¢maras. Una voz al otro lado del set de rodaje le pidi¨® que acentuara m¨¢s la palabra "mundo" cuando pronunciaba la expresi¨®n "campe¨®n del mundo de f¨®rmula 1". Le cost¨® encontrar el tono, igual que le cost¨® nueve a?os de carreras encontrar el t¨ªtulo. Pero despu¨¦s de repetirlo 10 o 12 veces, los responsables del spot quedaron satisfechos y se decidi¨® cambiar de ubicaci¨®n y estilismo. Ahora tocaba un Button casual, un campe¨®n del mundo caminando sobre el asfalto en ropa de calle. Fue entonces cuando el piloto al que todo el mundo confundi¨® muy pronto con un juguete roto del automovilismo quiso coger su coche personal para ir al otro extremo del circuito y trazar el recorrido por dentro. Un Mercedes impoluto, de aspecto inocente y familiar, pero extra?amente aerodin¨¢mico en un segundo vistazo: acabado en vinilo negro, neum¨¢ticos anchos como los de un cami¨®n, dos gruesos tubos de escape y 520 caballos de potencia, seg¨²n su ficha t¨¦cnica. Un Mercedes C63 AMG DR520 para los entendidos. Hay 20 modelos como este en el mundo. Al encenderlo, el motor cruji¨® seco, ronco y oscuro como una Chopper. Y el rayo negro se perdi¨® en la primera curva.
En otro tiempo, Jenson Button sol¨ªa ser criticado por conducir un Ferrari Modena en su ocio, cuando era un joven con mucho dinero y la prensa deportiva, fulminante, lo apod¨® Jet-set Button o Playboy Button, por el tren de vida de aspecto ligero y demasiado alegre (para un deportista) que llevaba en Montecarlo. All¨ª compr¨® un ¨¢tico y sol¨ªa amarrar su yate de 22 metros. Su trayectoria en las categor¨ªas inferiores de la f¨®rmula 1 hab¨ªa levantado una expectaci¨®n similar a las burbujas financieras. Reino Unido se encontraba ¨¢vido de h¨¦roes al volante y ¨¦l parec¨ªa reunir las cualidades de los viejos pilotos. Astuto, r¨¢pido, elegante. En 2000 lo fich¨® la escuder¨ªa Williams para correr entre los elegidos incluso antes de foguearse en la F-3000, un pelda?o casi obligatorio para llegar al podio. En su primer a?o en la m¨¢xima categor¨ªa qued¨® octavo en la clasificaci¨®n de pilotos. Un resultado a la altura. Ten¨ªa 20 a?os. Pero cambi¨® de equipo, se fue a Benetton, rasc¨® dos puntos en todo el a?o y termin¨® en un inc¨®modo puesto 17.
Uno puede llevar la vida privada que quiera, pero cuando los resultados no llegan, comienza a girar la rueda de la especulaci¨®n. Surgen las comparaciones odiosas. Lo abofetean a uno con estad¨ªsticas. "En la f¨®rmula 1 se mide todo. Hasta el miedo y la duda. Los ingenieros comparan la telemetr¨ªa con tu compa?ero de equipo. Y si sales perdiendo, la presi¨®n te mata", seg¨²n Antonio Lobato, comentarista de f¨®rmula 1 en La Sexta. "Algunos no pueden soportarlo y abandonan". En 2002, Benetton cambi¨® su nombre a Renault y Button acab¨® s¨¦ptimo. Pero Flavio Briatore, el magnate de lengua afilada, entonces director del equipo, prefiri¨® quit¨¢rselo de encima y lo cambi¨® por el piloto de pruebas, un tipo llamado Fernando Alonso. Y dijo: "El tiempo dir¨¢ si me equivoqu¨¦". En un principio, nadie pudo echarle la decisi¨®n en cara. El asturiano se llev¨® dos t¨ªtulos mundiales. Hoy, en cambio, tras una d¨¦cada de ¨¦pica y culebrones, podr¨ªa discutirse. Button gan¨® su primer gran premio despu¨¦s de 113 carreras, en 2006. No todos logran resucitar despu¨¦s de tanto tiempo.
El cambio en su rendimiento empez¨® a notarse en 2003, cuando fich¨® por BAR-Honda. Hay quien atribuye aquel giro a un accidente en una sesi¨®n de entrenamiento. Un golpe lateral a 298 kil¨®metros por hora. Perdi¨® el conocimiento y todas las florituras del b¨®lido saltaron por los aires. Ocurri¨®, como en una de esas casualidades que adornan los guiones de cine, durante el Gran Premio de M¨®naco, en la ciudad donde se le acumulaban las muescas. Al a?o siguiente logr¨® su primer podio. A los dos a?os, su primera victoria, en Hungr¨ªa. Y luego, cuando Honda anunci¨® su liquidaci¨®n por la crisis econ¨®mica y Ross Brawn, el antiguo ingeniero de Michael Schumacher, adquiri¨® el equipo y se invent¨® una aerodin¨¢mica estratosf¨¦rica para sus monoplazas, en 2009, Jenson Button gan¨® seis de los siete primeros grandes premios del a?o y acab¨® con el t¨ªtulo de campe¨®n del mundo. Al principio de temporada, Briatore lo defini¨® como un piloto "en paro". Desde aquel a?o, Button es uno de los corredores m¨¢s reputados. Y un fil¨®n comercial, mezcla de agallas, sacrificio y superaci¨®n. "El hombre que desafi¨® a los esc¨¦pticos", es la frase fuerza de uno de sus principales patrocinadores.
As¨ª que ah¨ª estaba Button, con aspecto de sentirse en el lugar exacto que so?¨® de ni?o, caminando con gracia por el asfalto mellado de Silverstone, posando con la ropa de otra marca que tambi¨¦n le patrocina, mientras las c¨¢maras rodaban bajo un cielo plomizo. Al acabar la sesi¨®n, ten¨ªa el tiempo justo para acudir a la inauguraci¨®n del nuevo edificio de boxes del circuito brit¨¢nico (de ah¨ª el aspecto desangelado del viejo). Y antes de volar de vuelta a su casa en una isla, tendr¨ªa que subirse al monoplaza e irrumpir entre los asistentes al acto (se ofrec¨ªan tapones para los o¨ªdos con la invitaci¨®n), charlar con otros campeones del mundo del motor desplazados hasta all¨ª, como Valentino Rossi, y luego volver al viejo y fr¨ªo edificio de boxes para conceder en ¨¦l entrevistas formales a tres medios de comunicaci¨®n, entre ellos a El Pa¨ªs Semanal.
"De alguna manera estoy de acuerdo", dijo entonces. "En esos a?os, creo que era correcto llamarme aspirante a playboy. Tuve carreras malas. No me gustaba la atm¨®sfera de Benetton. Y dir¨ªa que algo tuvo que ver la gesti¨®n...". Le interrumpe un zumbido en el circuito. La ventana de la salita vierte sobre el asfalto de Silverstone. Valentino Rossi, el campe¨®n de motociclismo, prueba una Ducati, y el brit¨¢nico sigue su trayectoria con ojos diminutos. "S¨ª, definitivamente fue una mala gesti¨®n. Me dec¨ªan: 'Puedes permitirte una casa grande, un barco, un Ferrari...'. Y lo hice. Para un chico de 21 a?os es m¨²sica para los o¨ªdos. Pero fue el momento err¨®neo para ese tipo de cosas. Todav¨ªa no me hab¨ªa reivindicado en la F-1. No hab¨ªa conseguido nada. Empec¨¦ pronto. Se me dieron oportunidades que quiz¨¢ no deber¨ªa haber tenido a una edad tan temprana. Y eso me hizo da?o. Pero aprend¨ª, y me he hecho un piloto y una persona m¨¢s fuerte gracias a los errores. Sin cometerlos, quiz¨¢ no hubiera sido campe¨®n del mundo en 2009. As¨ª que no cambiar¨ªa nada".
Los deportistas de ¨¦lite parecen tener siempre a mano los p¨¢rrafos clave de su biograf¨ªa. A continuaci¨®n, Button record¨® una an¨¦cdota de su etapa adolescente. Volv¨ªa de una carrera de karts, agotado. Era domingo y, en el coche, parec¨ªa dormido cuando su padre coment¨® con un amigo: "Creo que el chico no es lo suficientemente bueno". Button escuch¨® aquello, pero se lo guard¨® como una fusta con la que azotarse. Tard¨® 15 a?os en decirle a su padre que lo hab¨ªa escuchado. ?l, viejo piloto de rallies, era quien lo hab¨ªa introducido en las carreras. Se lo confes¨® el d¨ªa que gan¨® el campeonato del mundo. Seg¨²n Button, "¨¦l nunca me empuj¨® a correr. Hice lo que quer¨ªa hacer. Y por eso triunf¨¦". Entonces volvi¨® a pasar Rossi en la Ducati.
Cuando acab¨® el rodaje y la sesi¨®n de fotos que ilustran estas p¨¢ginas, en la otra punta del circuito, Button volvi¨® a subirse a su coche de falso aspecto familiar para desandar el camino hasta boxes. Le pedimos si nos pod¨ªa acercar, y respondi¨® con la misma sonrisa cordial con la que hab¨ªa hablado del tiempo. En ese momento, salvo el conductor, ninguno de los ocupantes conoc¨ªa la potencia del veh¨ªculo. Ni su velocidad punta (300 kil¨®metros por hora). Ni su capacidad de aceleraci¨®n (de 0 a 100 en 4,1 segundos). Ni que hab¨ªa sido concebido por una unidad llamada divisi¨®n de productos especiales de Mercedes.
Dicen que los pilotos suelen conocerse los circuitos al mil¨ªmetro. Que apenas necesitan la vista para clavar el trazado. Pero Silverstone es una de esas espinitas en la carrera de Button. Nunca ha logrado una victoria en casa. En el ¨²ltimo Gran Premio de Gran Breta?a, en julio, perdi¨® una rueda y se vio obligado a abandonar su monoplaza a pie. Lo ingenieros se olvidaron de apretar una tuerca. Quiz¨¢ por eso la pregunta pudo sonar a provocaci¨®n:
-?Podr¨ªa conducir con los ojos cerrados?
-Podr¨ªa intentarlo.
-?Conoce bien el circuito?
Mmm. No tanto.
Solo dio tiempo a sonre¨ªr de forma torpona. En realidad, uno no nota la velocidad. Solo el aceler¨®n. Y la frenada. El rechinar de los neum¨¢ticos. El claqueteo del coche sobre el piano lateral. La curva como un mazazo en el que parece que el coche va a salir despedido (o una de sus ruedas). El coscorr¨®n de la relaciones p¨²blicas de Tag Heuer en el asiento trasero. El "perdonad, chicos" de Button. O su "es divertido" cuando uno recupera el aliento. El olor a goma quemada. Y el "se nota tan lento" cuando apaga el motor y los tubos de escape siguen chascando como un le?o h¨²medo en la hoguera.
En la hemeroteca se dice de ¨¦l que posee una capacidad de conducci¨®n suave, coordinada y minimalista. Serena en momentos complicados. "Ha ganado 12 carreras. Seis de ellas, sobre mojado. Y un t¨ªo que va bien con lluvia no puede ser un piernas", seg¨²n Josep Llu¨ªs Merlos, comentarista de la f¨®rmula 1 para TV3. Su compa?ero de equipo en McLaren, el tambi¨¦n campe¨®n del mundo Lewis Hamilton, es m¨¢s conocido por ser agresivo y batallador. Hamilton, el hombre que dinamit¨® la moral a Fernando Alonso, sin embargo, ha sufrido este a?o por tener un compa?ero m¨¢s r¨¢pido en el circuito. Durante la entrevista, Button reconoci¨® que era el "compa?ero m¨¢s duro" al que se hab¨ªa enfrentado. "El m¨¢s r¨¢pido que he visto en una calificatoria. En una vuelta es muy dif¨ªcil ganarle. Pero trabajo muy duro en otras ¨¢reas para superarle". Si todo sigue como al cierre de este reportaje, a falta de una carrera, Button ser¨¢ este a?o subcampe¨®n del mundo, por detr¨¢s de Sebastian Vettel y su intratable monoplaza. Hamilton solo puede aspirar al tercer puesto, con permiso de Alonso. La f¨®rmula 1 es un juego de egos implacable, en el que se van cerrando c¨ªrculos: Alonso le rob¨® el sitio a Button; Hamilton destroz¨® a Alonso cuando era un debutante, y ahora Button deja atr¨¢s a Hamilton. Cuando entr¨® en McLaren, parec¨ªa un fichaje inofensivo. Una sombra al lado de su compatriota. Tard¨® un a?o en mostrar los dientes. Durante la entrevista, quiso volver a su infancia para profundizar en esa sed incurable que suelen padecer los pilotos. Ocurri¨® en su primera carrera de karts, a los ocho a?os. "La gan¨¦. Y ese sentimiento, ?sabes?, mirando hacia abajo a los otros chavales, pensando: '?Os gan¨¦!'. Fue lo mejor que hab¨ªa sentido de ni?o...".
Luego, su agente de prensa carraspe¨® y dijo que hab¨ªa llegado el momento de preguntar sobre relojes. Button, con una respuesta que son¨® algo mascada, dijo: "Me encantan las cosas mec¨¢nicas. Los Tag Heuer son tan precisos como una caja de cambios". El suyo tintineaba sobre la mesa cuando volvi¨® a cruzar Rossi por el circuito de Silverstone.
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