La sencilla vida del futbolista
La vida del futbolista profesional es bastante f¨¢cil. No me refiero a eso de correr hasta vaciar toda la energ¨ªa de cada m¨²sculo del cuerpo dos o tres veces por semana en la competici¨®n. Tampoco a las largas pretemporadas, a las sesiones diarias de entrenamiento o a no disponer nunca de d¨ªas libres, fiestas y puentes. Es f¨¢cil, a pesar de que los viernes por la tarde, cuando la mayor¨ªa est¨¢ armando su plan para el fin de semana, ¨¦l se encuentre preparando su bolsito para ir a la concentraci¨®n igual que, cuando, a?os atr¨¢s los amigos de la adolescencia se preparaban para salir de fiesta, ¨¦l se pon¨ªa el pijama y se acostaba temprano.
La vida del futbolista profesional es bastante f¨¢cil m¨¢s all¨¢ de que nunca disponga de sus propios tiempos, de que estos var¨ªen seg¨²n cada situaci¨®n y nunca est¨¦ seguro de a qu¨¦ hora se entrenar¨¢ ma?ana o pasado o el d¨ªa siguiente y que cada d¨ªa de cada semana de cada a?o deba estar pendiente del impredecible horario de los viajes, las concentraciones, los partidos, las charlas t¨¢cticas, las charlas psicol¨®gicas, las comidas, la hora en que debe dormirse y la hora a la que debe despertarse.
Para ser capaces de entrenar a un equipo debemos abrir la mente y ver todo lo que no ve¨ªamos o no quer¨ªamos mirar
La vida del futbolista es f¨¢cil aunque siempre se pierda el cumplea?os de sus hijos o las obritas de graduaci¨®n del preescolar y aunque nunca pueda planear un asado de domingo en familia. Es f¨¢cil, a pesar de no poder elegir cu¨¢ndo comenzar o parar de correr y lo es tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ de que, cuando se despierta por la ma?ana, los tobillos, las rodillas y la columna vertebral le hagan ruidos extra?os y le lleve cinco minutos llegar desde la cama hasta el ba?o.
La vida del futbolista es f¨¢cil m¨¢s all¨¢ del tamiz, casi impermeable, que debi¨® superar para estar donde est¨¢ y de la brutal competencia a la que se enfrenta cada d¨ªa para mantener su puesto de trabajo. Lo es a pesar de la sensaci¨®n de imprevisi¨®n que genera que su oficio dependa de la integridad f¨ªsica y de que su carrera pueda terminarse de un minuto a otro en cualquier partido o en cualquier entrenamiento.
El privilegio del futbolista profesional no radica solo en que pueda ganarse la vida con aquello que le gusta o que el fruto de su esfuerzo y su talento pueda levantar las m¨¢s grandes pasiones. Es un privilegiado porque solo debe ocuparse de su propio rendimiento. Todo lo que est¨¢ montado a su alrededor, desde las botas lustradas cuando llega hasta la toalla limpia cuando se va, depende de otros.
El lunes pasado comenz¨®, en el predio de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, el cuarto curso de entrenador para exjugadores profesionales espa?oles que organiza la Escuela Nacional de Entrenadores. Como hijo y sobrino de entrenadores, conozco, por observaci¨®n directa, algunas de las dificultades que acarrea el trabajo del entrenador, pero debo confesar que ignoraba otras muchas y que otras, ensimismado en mi rutina de futbolista, las hab¨ªa olvidado.
Apenas llevamos una semana de clases y los profesores nos han abierto otra dimensi¨®n en la que aquello que ocurre dentro del campo es solo una peque?a porci¨®n de las responsabilidades que acarrea el cargo. Nos hicieron asomar a un mundo de responsabilidades en el que, si queremos ser capaces de entrenar a un equipo, debemos abrir la mente y estar preparados para poder ver todo aquello que no ve¨ªamos y todo aquello que no quer¨ªamos mirar.
La vida del futbolista era muy f¨¢cil. Nada de Anatom¨ªa, Fisiolog¨ªa, Psicolog¨ªa, Sociolog¨ªa o Legislaci¨®n. Nada de Teor¨ªas del Entrenamiento, Direcci¨®n de Equipos ni Metodolog¨ªa de la Ense?anza. Entrenadores, directores t¨¦cnicos, preparadores f¨ªsicos, m¨¦dicos, psic¨®logos, fisioterapeutas, delegados... Ellos pensaban cada detalle de cada d¨ªa del a?o para que a m¨ª, futbolista, no me faltara nada y para que dedicara toda mi atenci¨®n a cumplir con el objetivo final: que tirara bien los centros y, si pod¨ªa, de vez en cuando, marcara alg¨²n gol.
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