El ¨¢lbum de oro de Alfredo Sanzol
Alfredo Sanzol se ha ido a la luna como si se hubiera ido de vacaciones a Quintanavides (D¨ªas estupendos) o a una disco de los setenta (S¨ª, pero no lo soy): la mirada es la misma, la mirada de un ni?o muy sabio, comprensivo y burl¨®n, perpetuamente extra?ado y maravillado, pero esta vez su telescopio tiene m¨¢s aumentos y abarca m¨¢s territorios, y le permite ver adulterios paternos, atracos que no son lo que parecen, tumbas reabiertas, hermanos que se reconcilian de repente tras treinta a?os sin hablarse y muchos otros enigmas. Dicho de otra manera: En la luna, el espect¨¢culo que acaba de estrenar en la Abad¨ªa, es "como antes, pero mejor que antes", que dir¨ªa Pirandello; una panoplia de sus saberes, un doble disco (15 piezas 15) que por su variedad tem¨¢tica y tonal hace pensar en el Blanco de los Beatles, y en Vida y color, aquel ¨¢lbum de cromos que alegr¨® la infancia de muchos cr¨ªos de la Transici¨®n. O en una antolog¨ªa de relatos: de no haber optado por el sketch dram¨¢tico, Sanzol hubiera sido un formidable autor de cuentos, mitad Roald Dahl mitad Pere Calders.
Estrategia sanzoliana: la situaci¨®n c¨®mica de la que brota una amenaza creciente sin que podamos prever hacia qu¨¦ lado se decantar¨¢ la balanza Nuria Menc¨ªa retorna a los escenarios con una gama de personajes que parecen escritos a la medida de su enorme y personal¨ªsimo talento
En la luna se abre con un irresistible ap¨®logo, "al it¨¢lico modo", entre De Filippo y las macchiette de Raffaele Viviani: la historia del pobre hombre que pinta un planisferio en El Pardo y le llaman para llevar el ata¨²d de Franco. Doble dilema: esquivar el bulto ("cuando viv¨ªa Franco siempre tem¨ª que pensaran que no era bastante franquista, y ahora que ha muerto van a pensar que lo soy") o acudir y tratar de cobrar la pasta que le deben en pleno entierro. Azcona tambi¨¦n, por supuesto: puro Azcona, por el placidesco dibujo del protagonista y de su sulf¨²rica esposa. En el segundo episodio, El abrigo, aparece, di¨¢fana, una de las figuras de estilo de su autor: el personaje lateral que, inopinadamente, pasa a primer t¨¦rmino. El sketch arranca con un ama de casa que no llega ni a mitad de mes hasta que irrumpe una ni?a feriante abandonada por sus padres ("?c¨®mo se van a ganar la vida, si soy yo la que sabe bailar claqu¨¦?"). Frase memorable, que nos teletransporta al planeta Mihura: no cuesta imaginar que cuando esa moza salga de escena se encontrar¨¢ con el protagonista de Tres sombreros de copa y recorrer¨¢n juntos los caminos. En El atraco, un padre de familia se enfrenta a unos polic¨ªas sobre los que revolotea el insistente fantasma del GAL. Otra estrategia sanzoliana: la situaci¨®n c¨®mica de la que brota una amenaza creciente sin que podamos prever en ning¨²n momento hacia qu¨¦ lado se decantar¨¢ la balanza. Esa l¨ªnea se depura al m¨¢ximo en Los cabritillos, un cuento cruel en el que el mal no siempre est¨¢ donde se le espera, que hubiera podido firmar el Gonzalo Su¨¢rez de Trece veces trece, y una lecci¨®n acerca de c¨®mo crear un inquietante suspense a partir de un cl¨¢sico infantil. La segunda pieza maestra del conjunto es La fiesta, donde una de las adolescentes mejor perfiladas que he visto jam¨¢s (Nagore, la respuesta navarra a la Franny Glass de Salinger) muestra su berroque?o c¨®digo ¨¦tico, donde la relaci¨®n entre madre e hija es mucho m¨¢s oscura de lo que parece y donde los asistentes a la velada acaban celebrando un violento hecho pol¨ªtico (no dir¨¦ cu¨¢l) porque les permite salir por pies de la tens¨ªsima reuni¨®n. No ser¨ªa dif¨ªcil imaginar que, en un universo paralelo (y anterior), Nagore se convierte en la abuela carlista de La pistola, otra soberbia muestra del talento de Sanzol para trazar retratos completos y complejos en pocos minutos y, abatiendo nuestros prejuicios, hacernos comprender puntos de vista que hubi¨¦ramos considerado indefendibles: para esas cosas se invent¨® el teatro. En esa l¨ªnea, el mejor Brecht (es decir, el Brecht menos panfletario) hubiera aplaudido La fosa por su construcci¨®n dial¨¦ctica: ah¨ª es nada abordar en un breve sketch el asunto de la memoria hist¨®rica de un modo poli¨¦drico y sorprendernos cuando el personaje m¨¢s inesperado, tras escuchar todas las versiones, lleva a cabo una decisi¨®n moral. ?Y qu¨¦ fant¨¢stica novela comprimida es Intervi¨², qu¨¦ soberbio retrato de un abismo matrimonial, con el maravilloso personaje de la esposa rechazada, casi la versi¨®n hardcore de la protagonista de La hora de la fantas¨ªa, que -no contar¨¦ m¨¢s- lleva al ¨¦xtasis a su marido sin que ¨¦ste sospeche su intervenci¨®n!
El lado m¨¢s surreal de Sanzol aflora en El ventilador, en el que un grupo de juerguistas humillan a un sel¨¦nico personaje que quiere vender su cochecito de infancia para comprar un ventilador hind¨²: algo as¨ª como si Anouilh hubiera escrito un episodio de The Twilight Zone. O El elixir, digno de Calders, que conjuga un jarabe a base de serr¨ªn que cura el c¨¢ncer, una tremenda historia de madre e hijo y un duelo con mort¨ªferas espadas de madera. Rematan el espect¨¢culo dos piezas tan sobrias como emotivas: Pap¨¢, de lo mejor que se ha escrito sobre paternidad y herencia, prolonga en otra clave el precioso discurso de la madre embarazada de D¨ªas estupendos, y Nacimiento narra, en un breve y certero apunte, la llegada al mundo (es decir, a la luna) del v¨¢stago del autor (y, claro, de su madre, c¨¦lebre actriz). Hablando de actores: est¨¢n todos fenomenales. Soberbios Jes¨²s Noguero, Juan Codina (m¨¢s gozosamente Saza que nunca), el casi ang¨¦lico Luis Moreno, la brios¨ªsima Palmira Ferrer, una Luc¨ªa Quintana m¨¢s radiante, m¨²ltiple y natural que nunca, y esa criatura realmente lunar, de la estirpe de Lali Soldevila, llamada Nuria Menc¨ªa, que al fin retorna a los escenarios con una gama de personajes que parecen escritos a la medida de su enorme y personal¨ªsimo talento. S¨®lo dos pegas, dos minucias: creo que a Palmira Ferrer, por lo dem¨¢s ¨®ptima, le sobran el tono grit¨®n y los aspavientos "italianos" del primer episodio, y creo tambi¨¦n que el m¨ªnimo sketch de El cura es un apunte simp¨¢tico pero un tanto prescindible. Corran a la Abad¨ªa: ver¨¢n un espect¨¢culo inteligente y sutil, que habla de todos nosotros, que divierte y emociona. Sanzol lo ha vuelto a conseguir: En la luna es una muestra suprema de teatro popular que no remasca sus intenciones y que jam¨¢s subestima a su p¨²blico.
En la luna. Texto y direcci¨®n de Alfredo Sanzol. Teatro de la Abad¨ªa. Madrid. Hasta el 8 de enero de 2012. www.teatroabadia.com.
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