?Cu¨¢ntos son los hermanos Koplowitz?
Un hombre de 55 a?os llamado Carlos quiere ser reconocido como hijo de Ernesto Koplowitz Sternberg, magnate de la construcci¨®n y padre de Alicia y Esther. La respuesta, en manos del Instituto Anat¨®mico Forense de Madrid.
La historia de una de las familias m¨¢s ricas y poderosas de Espa?a ha dado un giro inesperado en los ¨²ltimos d¨ªas. Los restos mortales de su patriarca han sido exhumados por orden judicial. El motivo: realizar una prueba de ADN tras la demanda de paternidad presentada por un hombre. As¨ª, casi 50 a?os despu¨¦s de su muerte, Ernesto Koplowitz Sternberg -fundador de la actual Fomento de Construcciones y Contratas (FCC)- volv¨ªa a la actualidad y remov¨ªa las ya de por s¨ª complicadas relaciones entre sus hijos. Y mientras en una de las salas del Instituto Anat¨®mico Forense de Madrid se examinan los restos del padre de las empresarias Alicia y Esther, alguien aguarda expectante el resultado de los an¨¢lisis. Un hombre que pretende demostrar que es un Koplowitz con todas sus consecuencias. Pero, ?qui¨¦n es ¨¦l?
El demandante solo quiere llevar el apellido que dice corresponderle
"Lo peor que Alberto [Cortina] pudo hacer por m¨ªfue hacerme famo-sa", cont¨® Alicia
"?bamos galopan-do y se cay¨®. dur¨® 12 horas", recuerda ernesto de lamuerte de su padre
La discreci¨®n es una de las caracter¨ªsticas de Alicia y Esther Koplowitz. Mejor el segundo plano que la exposici¨®n p¨²blica. Mejor el silencio que la explicaci¨®n, aunque callar a veces les haya perjudicado. En los asuntos de familia esa cerraz¨®n es a¨²n mayor. Por eso, cuando sali¨® a la luz que los restos del padre hab¨ªan sido desenterrados por orden del Juzgado N¨²mero 49 de Madrid para que fueran sometidos a una prueba de ADN, no sorprendi¨® que desde sus gabinetes de comunicaci¨®n se transmitiera que las empresarias conoc¨ªan lo acaecido, pero no ten¨ªan "nada que decir a esa noticia estrictamente familiar".
Las hermanas Koplowitz crecieron en la discreci¨®n, vivieron en ella hasta su divorcio de Alberto Alcocer y Alberto Cortina y han tratado de mantenerla despu¨¦s. "Lo peor que Alberto [Cortina] pudo hacer por m¨ª fue hacerme famosa", cont¨® Alicia sobre su exmarido.
De una elegancia fraguada en las casas de moda de Par¨ªs y Roma, y de una belleza que resiste el paso del tiempo, miden sus apariciones p¨²blicas hasta el mil¨ªmetro. Por eso, este nuevo cap¨ªtulo de sus relaciones familiares las molesta sobremanera. Ellas, que tras apartarse de los Albertos rehicieron su vida en sigilo. Esther se cas¨® con Fernando Falc¨®, marqu¨¦s de Cubas, y Alicia retom¨® su relaci¨®n nacida en la juventud con el duque de Hu¨¦scar, el primog¨¦nito de la Casa de Alba, ahora transformada en amistad.
Alicia, de 59 a?os, ocupa el puesto 437? de la lista de las personas m¨¢s ricas que elabor¨® Forbes en 2010. Esther, de 58, se sit¨²a en el 488. La revista estima que el patrimonio de ambas suma 4.400 millones de d¨®lares (unos 3.300 millones de euros). Esther permanece como accionista de referencia de la empresa familiar FCC, mientras que su hermana emplea sus esfuerzos en la Sociedad de Inversi¨®n Inmobiliaria de Capital Variable (SIMCAV) tras vender su parte en FCC por 821 millones de euros.
La de su padre fue, en cambio, una vida personal un tanto peculiar. Ernesto Koplowitz Sternberg era un jud¨ªo alem¨¢n nacido en la Alta Silesia -una regi¨®n del sudoeste de Polonia- que lleg¨® a Espa?a escapando del terror nazi en la d¨¦cada de 1930 y se instal¨® definitivamente a principios de la d¨¦cada de 1940. Ingeniero de profesi¨®n, hizo carrera en negocios de electrodom¨¦sticos y m¨¢s tarde entr¨® a trabajar en la filial espa?ola de la empresa el¨¦ctrica alemana AEG. En 1952 compr¨® Construcciones y Reparaciones, que convirti¨® en Construcciones y Contratas. Por aquellos a?os ,la empresa se dedicaba a saneamientos y a limpiar las alcantarillas de Madrid.
Tuvo dos familias. Una que form¨® al lado de Isabel Amores, una empleada del Banco Rural y Mediterr¨¢neo, y otra junto a Esther Romero de Joseu, una rica heredera cubana. Con la primera convivi¨® y tuvo dos hijos -Ernesto y Clara Isabel-; con la segunda se cas¨® en 1946 y de su uni¨®n nacieron dos hijas -Esther y Alicia-. Cuatro hijos que durante a?os no supieron los unos de los otros y que han tenido poco trato fraternal y mucho judicial.
En la Espa?a de los a?os cuarenta, los hijos nacidos fuera del matrimonio eran considerados ileg¨ªtimos por ley. Esa fue la peculiar situaci¨®n legal que tuvieron durante mucho tiempo Ernesto y Clara Isabel. Su padre les reconoci¨®, les dio su apellido y les educ¨®.
Por eso, cuando se tuvo noticia de que estaba en marcha una reclamaci¨®n de paternidad interpuesta por un hombre, todas las miradas se dirigieron a Ernesto, el otro Koplowitz, que recibi¨® a EL PA?S en su casa de Moralzarzal, en la Sierra de Madrid. Un hombre que lucha desde hace a?os por reivindicar su "identidad".
Ernesto, primog¨¦nito del empresario, hered¨® su nombre, su apellido y, seg¨²n su versi¨®n, nada m¨¢s. Los millones, cuenta, se quedaron en la otra parte de la familia. Ello le ha llevado desde la muerte de su padre a pleitear en los tribunales por lo que considera suyo. Una batalla larga, a veces enraizada y que parece no tener fin.
"Yo siempre supe qui¨¦n era mi padre", proclama Ernesto. De ah¨ª su indignaci¨®n por que se cuestione su filiaci¨®n. "Mis padres no pudieron casarse porque en esa ¨¦poca no pod¨ªan contraer matrimonio un jud¨ªo y una cat¨®lica. Si mi padre lo pudo hacer con la madre de Alicia y Esther fue gracias a una dispensa papal", aclara.
El patriarca se ocup¨® de sus otros hijos hasta su muerte en 1962. "Ese d¨ªa yo fui quien estaba con ¨¦l", recuerda. "Cumpl¨ªa 16 a?os y sal¨ª a montar a caballo con mi padre por el Club de Campo. Cuando ¨ªbamos galopando not¨¦ algo a mi espalda. Me volv¨ª y vi que se hab¨ªa ca¨ªdo. Se fractur¨® las v¨¦rtebras cervicales. Solo dur¨® 12 horas m¨¢s".
La reforma de 1997, que ya no diferencia a los hijos nacidos fuera del matrimonio del resto, libr¨® a Ernesto y a Clara Isabel de esa etiqueta de "reconocidos, pero ileg¨ªtimos".
Alejado de los despachos familiares y de los c¨ªrculos en los que se mueven sus hermanas, Ernesto vive en una peque?a localidad serrana, en Moralzarzal. All¨ª solo algunos saben qui¨¦n es. Otros le identifican con un ermita?o, pero, eso s¨ª, con toques que le diferencian del resto, como un cintur¨®n con hebilla de Armani y unas caras botas de paseo. Un vestuario en el que su cayado de madera nunca le abandona. "Prefiero el campo, la ciudad me abruma". Se parece a sus hermanas no solo en los rasgos f¨ªsicos, sino en la elegancia de sus gestos. Pero, a diferencia de ellas, ¨¦l no muestra reparos para hablar con la prensa, sobre todo si de lo que se trata es de aclarar su historia.
El primog¨¦nito de los Koplowitz desentra?a algunas claves de lo que est¨¢ sucediendo. "No sab¨ªa que los restos de mi padre hab¨ªan sido exhumados. No creo que sea a petici¨®n de mis hermanas, a ellas todo esto no les interesa". Tampoco est¨¢ detr¨¢s Clara Isabel. "Mi hermana de padre y madre vive en Canad¨¢. Est¨¢ casada por segunda vez y tiene dos hijos, y no quiere saber nada de todo esto".
En el entorno familiar se sabe que hay alguien m¨¢s intentando escribir un nuevo cap¨ªtulo en la historia de la saga. Se trata de un hombre llamado Carlos, que tiene ahora 55 a?os, reside en Suiza y asegura ser el menor de los hijos que tuvo Ernesto Koplowitz Sternberg. ?l solo quiere llevar el apellido que dice corresponderle. A la fortuna familiar no puede aspirar, ya que el periodo de reclamaci¨®n de la herencia del patriarca prescribi¨®. Las pruebas de ADN hablar¨¢n y determinar¨¢n si hay un quinto hermano Koplowitz, otro hijo del patriarca.
Quien s¨ª asegura luchar por la herencia es el primog¨¦nito de la familia Koplowitz. "Concha Sierra, la abogada de mis hermanas, dijo en un escrito al juez que yo hab¨ªa heredado 400 millones de las antiguas pesetas de hace 50 a?os. Y dice bien: hered¨¦, pero no recib¨ª. Yo no s¨¦ d¨®nde est¨¢n".
Cuando se le pregunta si recibe dinero de manera regular de su hermana Esther, responde con un escueto: "No comment". Y cambia de tema. Habla de los viajes por todo el mundo que realiz¨® hasta que en 2000 se instal¨® en la sierra. Cuenta que se cas¨® con una mujer tailandesa de la que est¨¢ divorciado y con quien tuvo una hija, Yael. Aporta detalles del libro que escribi¨® para contar su versi¨®n de la historia familiar. E incluso recuerda en voz alta cuando conoci¨® a su hermana Alicia.
El primer encuentro que recuerda fue poco despu¨¦s del fallecimiento de su padre. "Yo ten¨ªa 16 o 17 a?os, y ella, alrededor de 14. Entonces era pelirroja. Yo sab¨ªa qui¨¦n era ella, pero creo que Alicia desconoc¨ªa qui¨¦n era yo". Las hermanas hu¨¦rfanas disfrutaban de la tutela de Ram¨®n Areces, fundador del Corte Ingl¨¦s, su padrino y quien las ayud¨® a adentrarse en el mundo de los negocios.
No hay fotos de los hermanos juntos, y las que hay por separado tambi¨¦n escasean, incluso hay pocos testimonios gr¨¢ficos del patriarca. Solo Ernesto se prodiga. Adaptado a las nuevas tecnolog¨ªas, tiene p¨¢gina web, ernestokoplowitz.com -"?es un poco arcaica, no?"-, y un perfil en Facebook que estos d¨ªas registra m¨¢s visitas que nunca por esta actualidad familiar, aunque all¨ª no se habla de la exhumaci¨®n. Adem¨¢s, Ernesto anuncia: "Voy a escribir un nuevo libro, algo as¨ª como una revisi¨®n, un volver al pasado" No aporta m¨¢s datos. Eso es algo que se reserva. "Valgo m¨¢s por lo que callo que por lo que cuento".
Tras la conversaci¨®n, Ernesto Koplowitz busca su cayado de madera y se aferra a ¨¦l para volver al monte donde pasa las tardes de invierno. En el pueblo saben que es "el hermano de esas millonarias tan guapas".
A muchos kil¨®metros de distancia, en Suiza, otro hombre espera noticias. En el Instituto Anat¨®mico, los forenses intentan obtener una muestra para realizar la prueba de ADN, una tarea que se antoja complicada por el tiempo transcurrido desde la muerte del patriarca. Una prueba que determinar¨¢ si un hombre llamado Carlos puede a?adir a su nombre el apellido Koplowitz y convertirse oficialmente en el quinto hermano de la importante saga.
Pendientes de los restos del patriarca
Alrededor de las once de la ma?ana del martes 29 de noviembre llegaban al Instituto Anat¨®mico Forense de Madrid en un furg¨®n funerario los restos de Ernesto Koplowitz, procedentes de la cripta en la que se encontraban. El motivo no era otro que la demanda civil de filiaci¨®n presentada por un particular para que se le reconociera ser descendiente directo de este magnate de la construcci¨®n. Este procedimiento consta en el Juzgado de 1? Instancia de Madrid n¨²mero 49 de la capital con el expediente 854/2011, seg¨²n confirmaron fuentes judiciales.
La magistrada responsable de este juzgado firm¨® un oficio con fecha de 6 de octubre en el que ped¨ªa la exhumaci¨®n de los restos de Koplowitz y que se extraigan trazas de ADN para determinar si el demandante es hijo del fallecido. Las muestras se remitir¨¢n al Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa, que ser¨¢ el encargado de hacer el cotejo y elaborar el correspondiente informe. Hasta el momento, todas las partes guardan silencio, ya que se trata de un procedimiento privado en el que no act¨²a, en principio, el Ministerio Fiscal.
Uno de los problemas con los que se est¨¢ encontrando la antrop¨®loga forense es que los restos mortales de Koplowitz est¨¢n muy deteriorados. El magnate falleci¨® en un accidente de equitaci¨®n en 1962, por lo que han pasado casi 50 a?os. A eso se une que primero estuvo en el cementerio jud¨ªo y luego fue trasladado a una cripta. La entrada de ox¨ªgeno en el ata¨²d o la eventual reducci¨®n de huesos pudieron acelerar su degeneraci¨®n. / f. j. barroso
El otro legado de las hermanas Koplowitz
Ambas presiden fundaciones que llevan su nombre. La de Alicia (izquierda) se dedica a la formaci¨®n de profesionales en el campo de la psiquiatr¨ªa infanto-juvenil o a tratar a afectados de esclerosis m¨²ltiple, entre otras actividades. La de Esther, a paliar las necesidades de ancianos sin recursos y a la investigaci¨®n m¨¦dica, tambi¨¦n entre otras actividades.
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